Esta es la historia de una promesa que no se pudo cumplir, la que hizo un maestro a sus alumnos. Antoni Benaiges fue un niño de campo que siempre quiso ser maestro. Como sus tías maternas. Pero solo cuando, después de un tiempo de trabajo de sol a sol, se consiguió pagar la deuda familiar causada por la larga enfermedad de su padre —él solo tenía doce años cuando falleció—, este niño pudo cumplir su sueño. Nacido en 1903 en Mont-roig del Camp (Tarragona), Antoni Benaiges se convirtió en una figura destacadísima en el mundo de la docencia pública durante la Segunda República por su compromiso por la renovación pedagógica. Sus dos cursos (de 1934 a 1936) al frente de la pequeña escuela de Bañuelos de Bureba (Burgos), un pueblo agrícola de apenas 200 habitantes, donde aplicó la novedosa técnica educativa de Freinet, basada en la experimentación e investigación, dejaron un recuerdo imborrable y unos testimonios impagables de lo que era la vida en un pueblo en aquellos años.
Como tantos otros maestros republicanos, Benaiges fue detenido en julio de 1936 en Briviesca, a ocho kilómetros de Bañuelos, torturado y obligado a envolverse en una bandera roja y amarilla para pasearle en una camioneta para escarnio del pueblo. Finalmente fue fusilado y arrojado a una fosa común. Sus restos todavía no han aparecido. Esta historia, la de Antonio Benaiges y sus alumnos, es la que cuenta la obra El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca, de Alberto Conejero y Xavier Bobés, cuya representación ha sido cancelada por el nuevo Ayuntamiento de Briviesca, del Partido Popular, alegando problemas de seguridad y presupuesto.
La función, híbrido de teatro poético, texto y objetos, es una coproducción del propio Xavier Bobés, dramaturgo barcelonés de 46 años y referente del llamado “teatro de objetos”, y el Teatre Nacional de Catalunya (TNC). La obra se estrenó en febrero de 2022 en Barcelona, en la sede del TNC, y, tras pasar por diferentes ciudades, llegó la temporada pasada a Madrid, al Teatro de la Abadía, centro que, ante el éxito de la función y todas las entradas vendidas, la ha vuelto a programar para el próximo mes de diciembre.
El texto de la obra, escrito por el poeta y dramaturgo Alberto Conejero (Vilches, Jaén, 1978), Premio Nacional de Literatura Dramática por La geometría del trigo, es un compendio de los escritos del propio Antoni Benaiges, de la filósofa Marina Garcés, de testimonios y relatos de la época y de aquellos que redactaron, durante los dos cursos que impartió clases el maestro, los alumnos de la escuela de Bañuelos en unos cuadernos que son tesoros imborrables de lo que era la vida entonces en aquel pueblo rural y pobre. Estos cuadernos, de los que se han conservado 13, forman parte del método Freinet que llevó el maestro al pueblo y cuya principal aportación pedagógica era la del uso de la imprenta en la escuela para que los alumnos aprendiesen experimentando para tener una vida digna y con futuro.
Con Xavier Bobés y Sergi Torrecilla sobre el escenario, El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca, reconstruye, en forma cronológica, y acompañado por un sinfín de objetos, fotografías e imágenes que se proyectan en una pantalla, la trayectoria vital de este maestro, desde su nacimiento en Mont-roig del Camp, su pasión por la pedagogía, su primer trabajo con 26 años en Madrid —”2.000 pesetas de sueldo ¡Al año¡”—, la República, su encuentro con el pedagogo Patricio Redondo que le abrió las puertas a las enseñanzas de Celestin Freinet, la felicidad del encuentro con esos 35 alumnos, sus clases en el campo, y también las presiones y vigilancia constante por parte del cura del pueblo. Para acabar con su trágica detención en las calles de Briviesca el mismo día del comienzo de la Guerra Civil, las torturas sufridas y su fusilamiento siete días más tarde.
“Me arrancan las uñas, me arrancan los dientes, me empujan bajo la silla castigado, me sacan a empujones de la cárcel, nos suben a cuatro o cinco en una camioneta, uno llora, otro reza, es 25 de julio y la noche está tranquila, paran el motor, bajamos y yo, madre, yo no lloro, estoy tranquilo, ojalá lo supieras, que estoy tranquilo porque he vivido, madre, he vivido hasta el último segundo apurando el tiempo y he intentado, madre, con otros maestros, hombres y mujeres, escuela a escuela, hacer de este un país mejor, más justo, noble y bueno”, se escucha en el último de los tres monólogos, ficcionados por Conejero.
Pero, aunque las palabras son clave en esta función, también lo son los objetos, más de 400 buscados en rastros, almonedas, coleccionistas o sacados del archivo de la familia Benaiges. Los cuadernos de los alumnos, la imprenta que compró el maestro, lápices, estuches, cartas, un gramófono, fotografías, imágenes de la época, también la grabación con el hermano pequeño de uno de aquellos alumnos que realizó el periodista y fotógrafo Sergi Bernal, figura clave en el descubrimiento, investigación y rastreo incansable de la historia de este maestro catalán, en agosto de 2010, durante la apertura de una fosa común en el puerto de La Pedraja (Burgos). Todos estos objetos se van proyectando y amplificando en una pantalla de fondo, a compás con las palabras, la poesía y la música, desde cinco mesas de manipulación, que recuerdan una pizarra, un escritorio o los pupitres donde se sentaban los alumnos. En una suerte de espacio móvil y sin jerarquías, como sugería el propio método Freinet.
Y solo, casi al final, esas mesas que fueron camino, que fueron escuela y que fueron paisaje se convierten en las mesas de un laboratorio forense, donde se lucha contra el silencio todavía sepultado en miles de fosas comunes. Es esta una obra que batalla claramente a favor de la memoria histórica, con la que lleva implicado desde siempre el dramaturgo Alberto Conejero, actual responsable del Festival de Otoño de Madrid, con obras como La piedra oscura, Los días de la nieve, Ushuaia o La geometría del trigo.
Y lo explica así: “Esta función no es un panfleto. El relato de lo que aconteció en la Guerra Civil y en la dictadura es más necesario que nunca. Es una tarea que no solo mejora nuestro pasado, sino que es una suerte de vigilancia del presente y el futuro. Este relato sobre Antoni Benaiges es la continuación lógica de mi exploración en torno a la memoria, de qué país hubiéramos sido si los principios educativos de la República hubieran perdurado, es también un homenaje a la escuela pública a la que yo tanto debo y donde me salvaron la vida. A mí, que fui un niño disléxico, balbuceante, tímido y raro”. Atrás quedó el sueño de aquellos niños de conocer el mar. Su maestro había prometido llevarles. El viaje ya estaba preparado, pero unos días antes fue fusilado y no pudo cumplir su promesa.
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