Antón Álvarez Alfaro (Madrid, 32 años), C. Tangana o Pucho para todo el mundo, está sentado en el suelo con un polo amarillo a juego con los calcetines, cadena de oro, bajo la impresionante vista de la ría desde la azotea de la sede del Celta de Vigo, el club de su padre y el suyo propio. La estrella que ha reventado las costuras de la industria con El Madrileño, un álbum que ha fascinado a la crítica y al público, ha cogido los mandos del himno del centenario del club gallego (Oliveira dos cen anos, lo ha titulado) y se ha marcado un tema musical y audiovisualmente impecable made in Tangana&Little Spain. No ha estado solo. Con él, el escritor Pedro Feijóo, y músicos como Rodrigo Romaní, de Milladoiro, o Alfredo Dourado, de A Roda; Xisco Feijoó y el equipo docente de la ETRAD, la escuela municipal de música tradicional de Vigo. O la Coral Casablanca, las pandeireteiras As Lagharteiras y una representación de la peña Tropas de Breogán, con la presencia de Sime, líder del grupo punk Keltoi!
Pregunta. Su padre es de Vigo.
Respuesta. A mi padre, que lleva más de 30 años viviendo en Madrid, todavía le preguntan por alguna calle y él responde: “No, yo es que no soy de aquí”.
P. Y por extensión, usted del Celta.
R. Cuando soy pequeño me doy cuenta de que el equipo del que hay que ser en casa es el Celta. Mi madre dice que es del Madrid, pero en realidad no le gusta el fútbol. Yo soy del Celta y ya está. He vivido momentos emocionantes, como la final de la Copa del Rey, el Eurocelta, ganarle a la Juve o al Liverpool. Eso marca. Es tu equipo, es el equipo de tu padre, y ya está.
P. Estamos todos aquí por culpa de un tuit [C. Tangana contestó en 2021 a una encuesta de Radio Vigo sobre quién debía componer el himno del centenario con una frase lacónica: “Puedo intentarlo?”].
R. Contesté de broma. Yo estaba mirando como siempre las redes del Celta y de los medios de Vigo, vi eso y respondí. Nunca pensé que podía pasar de verdad. Estoy más ilusionado que un niño. Es lo más parecido a meter un gol en Balaídos que voy a hacer en mi vida.
P. ¿Qué cambia a la hora de componer un himno?
R. Mucho. Es el trabajo más difícil que he hecho y va en contra de lo que suelo hacer. Cuando pienso en el público, pienso en incordiarle siempre y en despertarle cosas nuevas. Y aquí he querido despertar cosas nuevas en el celtismo y proponer símbolos, proponer una estética que le dé algo nuevo al Celta. No me he querido quedar en el mismo lugar en el que estábamos. Pero es la primera vez en mi vida que quiero complacer, que quiero agradar con lo que hago: no creo que me vuelva a ponerme en mi vida en esta situación. Artísticamente es jodido eso.
P. Compone con el viento a favor para un público hincha, pero también corre riesgos: compone para un símbolo, para un sentimiento.
R. Y es algo que no puedo controlar. Pero la voluntad está ahí. Mi sueño es que nadie sepa quién compuso esta canción: es una canción del Celta, de todos los celtistas. Espero que el vídeo regale imágenes que la gente recuerde siempre. Es el sueño de todas las cosas que tienen que ver con lo tradicional y con la cultura popular, que es la más alta y más indispensable cultura del ser humano.
P. Se ha empapado de tradición, de música folk, de raíces celtas.
R. Eso ha sido un regalo. Yo sabía que esto iba a ser un proceso complicado y que no iba a estar a gusto con la idea de tener que lidiar con una institución con tantas sensibilidades. Me di un tiempo para poder investigar y eso fue lo mejor, la parte más bonita: estar aquí, indagar, rodearme de músicos impresionantes.
P. ¿Es posible el arte sin pasión?
R. No. Todo lo que he aprendido aquí espero poder integrarlo en muchos sitios. La percusión gallega y las voces femeninas es una de las cosas más radicales, más fuertes y más bestias que hay. Yo no he visto una música que tenga esa potencia.
P. En el vídeo está todo o casi todo: la ría, el puente de Rande, las bateas. ¿Cuánto tiempo le ha llevado saber qué quería hacer?
R. Toda la vida. Para mí, Rande, por ejemplo, era un símbolo. Mi padre engrandecía cualquier cosa de Vigo, lo ponía muy en valor. La sensación de pasar por Rande es potente. Y un director de fotografía tan quisquilloso como Pep [Gay de Liébana] dice que es uno de los puentes mejores iluminados de España. Llevo toda la vida empapándome de cosas e hice una investigación muy profunda, pero al final tiré de imágenes sencillas que siempre me han parecido espectaculares. Y la ría es increíble. Siempre me ha parecido un lugar de otro mundo.
P. ¿Sueña con que cante el himno Balaídos en la consecución de algún título?
R. Espero que sí. Creo que Rafa [Benítez, nuevo entrenador del Celta] va a hacer algo grande. Estoy ilusionadísimo con él. Mira, entre mis colegas no hay ninguno del Celta y sí mucho madridista. Yo no soy tan futbolero, rollo verme la Premier. Soy del Celta, disfruto mucho cuando voy al campo, he ido a muchos de España, pero no soy un entendido. Y cuando se supo el fichaje de Rafa me escribieron muchos amigos para decirme que es un gran fichaje. Y, además, hay como una tradición del tipo de juego que se supone que tiene que hacer el Celta, y de repente Rafa parece que no va por esa línea. Eso me encanta: ser de un equipo que pueda permitirse un Rafa Benítez en todos los sentidos. Quiero que se ponga como un general [ríe].
Yo sí siento que el escenario te vuelve otra persona, te hace ser gilipollas; todo eso pasa
P. Esa es una característica suya. Cambiar, chocar, influir. Esto del himno, por ejemplo. El rap. Su cambio de nombre. La fusión de El Madrileño. Hace unos meses Jorge Drexler hablaba con pasión de la curiosidad de usted, de cómo a los lugares a los que va rescata sonidos, influencias.
R. Tú piensa que yo tengo que hacer muchas cosas para rellenar el vacío que supone no ser un virtuoso de nada. Ya he conseguido creerme a mí mismo gracias a gente como Drexler, que es un gigante. En la escritura de canciones sí me creo que puedo escribir algunas coplas que sean medianamente válidas. Pero aparte de eso, que es una habilidad muy poco, tío… Yo no, yo no soy virtuoso de nada. Ni canto, ni toco nada. Tengo que llenar ese vacío con creatividad. Y sí que uno encuentra cierta técnica. Y creo que yo he desarrollado cierta técnica para seleccionar y para tomarle la medida a los ingredientes que yo hago.
P. Usted conecta con el público. Mucho.
R. Eso es fuerte. Porque cuanto más complejo y más a contracorriente ha estado el proyecto, más éxito ha tenido. Yo tengo muchas famas. Una de esas famas es que yo soy ambicioso y mercantilista. Pero lo cierto es que cuando he puesto más arte y he hecho lo que más me ha salido de los huevos, y me he puesto a hacer música con gente mayor que no estaba en la tendencia y con cosas que escuchaban los padres de los que están en TikTok, me ha ido mejor en mi vida. Eso es curioso: uno nunca sabe qué va a pasar.
P. ¿De cada Pucho nuevo se lleva algo del viejo? Para no perder pie, más que nada.
R. Todos los personajes son una exageración de una parte de la personalidad. A mí me gusta mucho la cultura y el arte popular, y el arte popular utiliza cosas cotidianas, pero luego hay que darle el giro artístico: hay que ponerlo en alto, hay que hacer la rima. Yo soy esta persona, pero vas buscando dentro de esa persona que es lo que te interesa. A veces, de repente, algo resalta, y dices: “Ah, vale”, y te enfocas en eso. Cuando pasas de un momento a otro, de un personaje a otro, sientes que ese personaje ya estaba en ti y sigue estando en ti.
P. ¿Y qué queda de esos personajes cuando, por ejemplo, se baja de un escenario de su última gira multitudinaria en América y España?
R. Yo sí siento que el escenario te vuelve otra persona, te hace ser gilipollas; todo eso pasa. Tú te subes a un escenario y eres capaz de hacer emocionarse, hacer gritar, moverse a miles de personas a la vez y entonces tu cuerpo, tu ego, tu subconsciente reacciona. Claro que pasa. Y luego tiene que satisfacerte la vida normal, tiene que satisfacerte una caña con tus colegas y que te cuenten una cosa que te han contado 80 veces.
P. Tiene que satisfacerte y tiene que suponer un descanso de tanta gente en las giras subiéndote a los altares.
R. Honestamente: íbamos a hacer muchos más bolos de los que hemos hecho. Pero llegó diciembre y dije: “Hasta aquí, me voy a pasar las Navidades con mi madre y el año que viene se acabó, chicos”. Por eso lo del Celta ha sido muy guay.
P. No sé si ha visto el movimiento viral de los artistas contra la censura en instituciones gobernadas por PP y Vox [en 2019 Tangana fue vetado, tras anunciarse su concierto, por el Ayuntamiento de Bilbao en una iniciativa promovida por Bildu y Elkarrekin Podemos].
R. La censura puede llegar de distintas formas, pero yo estoy en el mismo sitio y pensando igual: que la censura es un error y no consigue su fin. Que es un intento fallido que solo genera conflicto y no vale para nada. Nadie va a conseguir que se dejen de escribir las cosas que se escriben. Todo lo contrario.
P. ¿Le preocupa que esto vaya a más?
R. Yo entiendo a la gente que dice que no nos lo podemos tomar a coña, estoy de acuerdo con ellos. Pero en estos temas tengo que aguantar los caballos. Me sale mi parte más visceral y me vengo arriba. ¿En serio creéis que vais a decirme a mí lo que puedo cantar y lo que no puedo cantar? Ahora mismo a mí no me ha salpicado nada, pero sí que veo a toda la gente de mi alrededor y a los compañeros preocupados. Y nunca me gusta ver a los compañeros preocupados.
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