Un quinto encierro rápido (2 minutos y 21 segundos), limpio e incluso aburrido han protagonizado los nobles toros de Núñez del Cuvillo, que han vuelto a Pamplona por duodécima vez para demostrar que no es casualidad que figuren entre los preferidos de las figuras del toreo. Más que correr, vuelan, porque están entrenados en el campo con un programa específico para atletas de élite, pero son de buena condición natural, no lanzan derrotes, no se paran y miden a los corredores, y su único objetivo es correr, seguir adelante y zafarse de alguna manera y cuanto antes de la muchedumbre que los acosa.
Y así se nota en el primer parte de heridos: muchos corredores en ese largo recorrido de casi 850 metros, caídas, resbalones, revolcones, como todos los días, pero solo dos solicitudes de traslados, uno policontusionado y otro con un traumatismo craneal aunque consciente, ambos varones.
Ha sido un encierro también aburrido porque ha habido carreras tan bellas como carentes de emoción, no se ha palpado el peligro del toro, sino la entrañable compañía de corredores envalentonados que se acercan y tocan a los animales sin más preocupación que la caída inoportuna ante un obstáculo inesperado.
Tres toros negros, un colorao y dos jaboneros esperaban taciturnos en los corrales de Santo Domingo; los ha despertado el chisporroteo del cohete y han sido los expertos cabestros los que han esperado que la puerta se abriera de par en par para enfilar la empinada cuesta que abre el recorrido sanferminero.
Dos cabestros tomaron la cabeza de la carrera, pero los atléticos cuvillos no podían aceptar tal desafuero, de modo que, pasados los primeros metros, uno de capa negra y el colorao de la manada adelantaron a sus acompañantes, pisaron el acelerador y tomaron una considerable distancia sobre el resto.
A una endiablada velocidad llegaron a la plaza del Ayuntamiento y bajaron casi sin control por la calle Mercaderes. Era inevitable que ninguno de los dos pudiera frenar en la curva de Estafeta, y los duros tablones los recibió con un golpe de aúpa. El toro negro medio salvó el estorbo, pero su compañero se dio una costalada, quedó desplomado en la calzada y aún recibió una patada de un compañero que venía detrás y a duras penas pudo evitar el encontronazo.
A esas horas, el cabeza de carrera ya casi se había perdido por la calle Estafeta, pegado al costado izquierdo, donde el lunes se produjeron algunas espectaculares volteretas y que hoy estaba limpio de corredores. El toro barrió literalmente la calle, seguido por una manada rota, y, cuando todos se acercaban a la zona de Telefónica, se notaba el cansancio, bajaron el ritmo y la ansiedad y permitieron que los mozos se acercaran sin miedo y notaran la cercanía envalentonada de un toro bravo.
Hubo algunos momentos de tensión, caídas incluidas, en la entrada al callejón, pero los incidentes no pasaron de sustos momentáneos y algún corredor que buscó la gatera con angustia. Todos los toros respiraron cuando alcanzaron el ancho ruedo y enfilaron con rapidez la puerta de los corrales para olvidar de una vez a los acosadores callejeros.
Tras 2 minutos y 21 segundos de loca carrera, ya están en los corrales Farfonillo (555 kilos), Pesadillo (515 kilos), Morito (565 kilos), Encumbrado (560 kilos), Ganador (565 kilos) y Asturiano (545 kilos), que serán lidiados esta tarde por Morante de la Puebla —que reaparece después de dos recientes volteretas, la primera en Badajoz, el 24 de junio, y, seguidamente, en la localidad portuguesa de Vila Franca de Xira, el 3 de julio—, Alejandro Talavante y Roca Rey.
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