Vicenta Ndongo (Barcelona, 55 años y 4 días) está sentada en un sillón de la librería Byron, absorta en unas fotocopias. Hablan de la Colometa, el personaje que la tiene atrapada y al que dará vida el 13 y el 16 de julio, en el anfiteatro Grec de Barcelona, en una versión de La plaça del Diamant que ha levantado Carlota Subirós y donde otras 10 actrices dan voz (y palabra, y sentimiento, y penas, y alegrías…) a Natàlia, la protagonista creada por Mercè Rodoreda. Todo en la vida de Vicenta, en los últimos nueve meses, la lleva a Colometa. ¡Y está encantada!
Pregunta. Once Colometas en escena… ¿Cómo es esta obra?
Respuesta. Muy, muy chula. El texto es todo de Rodoreda pero la propuesta es algo distinta. Se ha hecho mucho, Colometa. Yo tengo un icono muy potente, con Sílvia Munt [en la película y serie de Francesc Betriu], pero la lectura que hace Carlota viene a ser una resonancia de voces del pasado que hoy nos atraviesan a todas y a todos, porque esta historia es universal. Somos 11 Natalias, como si Colometa estuviera dentro de muchas mujeres.
P. ¿Y ya se entienden, todas estas Colometas?
R. Somos de perfiles y de edades distintas, porque entre todas, hacemos toda la vida del personaje. [Clara Aguilar, Lurdes Barba, Màrcia Cisteró, Montse Esteve, Paula Jornet, Neus Pàmies, Anna Pérez Moya, Alba Pujol, Vanessa Segura y Yolanda Sey son las demás actrices.] Bailamos, fluctuamos, fluimos por unos textos que tienen sentido para cada una de nosotras. Yo siento que hablo aunque quien hable sea Montse, o Màrcia… Somos como una voz en off que va modulando su vida. Porque una persona no tiene la misma forma de pensar ni de hablar ahora que hace 30 años. El nexo que nos hace de unión a todas lo ha encontrado Cecilia Calicrai [que dirige los movimientos a la obra] y tiene mucho que ver con la fisicalidad.
P. ¿Cómo es Colometa?
Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
R. Es una mujer que dispara al subconsciente de todos. Yo pienso en el despertar de la primavera. Una niña que de repente se encuentra en una plaza en un momento muy bonito previo a una guerra. Ella era inocencia pura. Y todo esto en un barrio, en una plaza, que todos reconocemos. Es un personaje muy nuestro, muy catalán, pero a la vez universal, por eso tú, yo mi madre… todo el mundo puede reconocerse.
P. ¿Cómo es la escenografía?
R. Nada costumbrista. No puede serlo. Para Mercè Rodoreda los objetos tenían mucho valor en la novela. Cada uno tiene su importancia. Así pues, en el escenario, ante todo, sólo hay todas estas cosas que tienen un significado en la vida de Colometa: una balanza, un embudo, un caracol, un piano, una cama, unas sábanas… No están ahí porque sí. Ella los irá utilizando en algún momento. Luego entra en escena Clara, que hace la música en vivo, y, poco a poco, aparecemos las demás. Quedamos invadidas por los objetos. Y, prácticamente no salimos del escenario en las dos horas que dura la obra.
Nadie se plantea cómo es otro por el tono del color. No tengo que demostrar nada a nadie.
P. Hablamos de una obra de teatro muy personal…
R. Esto es teatro. Quien quiera un entretenimiento solo para reír… pues no. Pero quien busque vivir una experiencia personal, la encontrará. Para mí es como una instalación, la inmersión en la historia. Es viajar con la palabra. La palabra te transporta a lugares que te harán resonar partes de tu historia, de la historia catalana, que es, insisto, universal: ¡una guerra lo es aquí y en todas partes!
P. ¿Aún no se ha pasado hoja de la Guerra Civil que describe la Rodoreda? Al menos esto parece…
R. ¡Y ahora, con Vox, ni quiero contártelo! De repente he flipado. Con el tema LGTBI, con la memoria histórica, con el embarazo… ¡Cosas que hemos luchado tanto tiempo! ¿De verdad estamos en este punto? ¿Las luchas para qué sirven?
P. ¿Quiere decir que no hemos evolucionado?
R. ¡Hemos evolucionado mucho! Porque no solo hablamos, sino que se han hecho leyes. Yo no soy como mi abuela o mi abuelo Sisquet, que era de Sants… Ha habido un cambio generacional muy grande, sobre todo para la mujer. Hemos avanzado, quizás muy despacio (tanto, que hace llorar…)pero yo siento que como mujer no soy como mi madre: yo puedo hablar con mi madre de cosas que ella no habló con la suya. Y no digamos con mi hijo. Rodoreda ha escrito esto y era muy consciente de lo que estaba haciendo.
P. A alguien le sorprende ver a una Colometa negra.
R. ¡Para nada! He detectado mucho prejuicio, con lo de una Colometa negra… Yo me reconozco con mujeres y niñas de todos los países del mundo… E incluso en Sudáfrica, me imagino a una niña en una plaza, gente bailando… ¡O en Alabama! Podrían hacer una Colometa preciosa ahí… Quiero decir que no hay ninguna reivindicación de nada. Nadie se plantea cómo es otro por el tono del color. No tengo que demostrar nada a nadie.
Doy las gracias a todas las Colometas que me han acompañado en la vida: a Pilar Bardem… ¡a todas!
P. Hace tiempo, quizás sí…
R. ¡Por supuesto! A principios de mi carrera los papeles eran los que eran, si no, no trabajaba.
P. ¿En el trabajo de actriz llega alguna vez una seguridad?
P. No.
P. ¿Ha podido decir que no a algún papel?
R. Sí. Pero no porque tuviera seguridad. Yo dije no a Amar en tiempos revueltos, por ejemplo, porque me dieron un papel que no me gustaba porque no tenía ningún conflicto, no tenía recorrido: el único peso que tenía era limpiar en un despacho, y, con todo el cariño y respeto (mi madre ha limpiado casas…), dije nunca más. Hay un problema social, estructural, patriarcal… ¡y yo soy ya heterodisidente! [Ríe.]
P. Lleva ya muchos años de carrera, desde los primeros noventa…
R. ¡Uh…! ¡Ni me acuerdo! Entré en el Institut del Teatre, ya allí me cogieron de TV-3 para el programa musical Zona V, después pasé por Calixto [Bieito], por Mario Gas… ¡y por Flotats! Yo estuve en la primera obra del TNC (era la Tallers), Ángeles en América (con Sílvia Munt, Ramon Madaula, Francesc Orella… ¡con todos!) en 1996. Flotats me dijo que hiciera Eva Braun en Mein Kampf, junto a Eduard Fernández. Pero todo se cayó. Flotats veía que las actrices no debían ser de colores. Nadie me había dado aquí un papel como éste. ¡La mujer de Hitler! Tengo todavía el guión. No lo tiraré en la vida… Volé a Madrid y allí hice la serie Hermanas, que fue clave para mí. Con Pilar Bardem, Ángela Molina, Anabel Alonso, Chus Lampreave… eran… ¡uf! ¡Unas revolution! Yo no me daba cuenta, entonces, pero ellas me empoderaron. Lucharon por nosotras (las jovencitas, que éramos Beatriz Santiago, Mónica Molina y yo).
P. Pero el punto de inflexión en tu carrera fue Airbag…
R. Sí, Airbag fue, además, toda una locura, ¡como la peli! Fui al casting ya vestida del personaje [una prostituta]: peluca lisa japonesa, un corsé, unos zapatos y pensé: “Esto me lo llevo”. ¡Salía de la experiencia con Bardem y las otras, que eran unas cracks…! Y yo, después de todo, era la niña. Me habían enseñado las veteranas, me doy cuenta ahora. Desde esa experiencia, siempre he ido de igual a igual. Todo me lo he hecho solita. Además era negra, lo que da pie a comentarios… Y no me han podido etiquetar. ¿Y por qué? Doy las gracias a todas las Colometas que me han acompañado en la vida: a Pilar Bardem… ¡a todas! Sí, lo he pasado muy bien, pero también he sufrido la otra parte. Es necesario ser muy fuerte. Ahora es distinto… un poco. También me llamaron para hacer de mamá chicho y dije muchas veces que no. Había entendido que yo tenía que hacer otra cosa. Y estando en Madrid, tenía en Barcelona a Cesc Gay, Àlex Brendemühl… compañeros y amigos, y podía decir que no en Madrid: eran el comodín de Barcelona. Recuerdo que hice 7 vidas y no me sentí bien. Entonces volvía aquí para refugiarme, de algún modo, en mi plaza del Diamant.
P. Ha hecho de todo: cine, teatro, series, programas de entretenimiento… ¿Con qué se queda?
R. Pues lo he cogido todo y he hecho un cóctel. He hecho una residencia en la Academia de Cine y, con Diego Sabanés, hemos escrito una serie, Mediadores, que va sobre los nuevos modelos de familia y el cruce de orígenes culturales. Lo exponemos a través de un psicólogo y una abogada, que son mediadores, esta figura tan bonita para entender los conflictos de familias que son reales pero que no se ajustan a ningún marco legal: mujeres solas, más de dos personas, sólo una persona…
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