Casi todas las leyendas que se contaban hace años de los narcos del Estrecho han resultado ser verdad. De ellos se rumoreaba que enterraban sus fortunas en el campo, hasta que varias operaciones policiales han dado con dinero ilícito en los más recónditos lugares. Que sus líos de faldas les hacían mantener a una mujer oficial y varias amantes, hasta que la noche del 6 de junio de 2018 detuvieron al poderoso Antonio Tejón, uno de los reyes del hachís, cuando cometió el desliz de visitar a una de sus parejas y madre de dos de sus siete hijos. Quizás por eso, ahora que todas esas historias comienzan a llegar a libros o documentales, ni siquiera haga falta sazonar con ficción lo que ya, de real, es suficientemente crudo, estrafalario y peligroso.
El periodista Andros Lozano lo tenía claro cuando, ya hace cinco años, comenzó a pergeñar su obra Costo. Las leyes del Estrecho (Libros del K.O., 2023) que publicó el pasado mes de marzo. Por aquel entonces, se enfrentó al horror vacui que ha sufrido todo aquel cronista que pretende escribir sobre las complejas leyes, reglas y códigos que rigen el narcotráfico del Estrecho de Gibraltar. “No había bibliografía, hay nombres, hay historias, pero no había un libro que explicase de forma sencilla el porqué de lo que estaba pasando en la zona”, reconoce el redactor de Crónica, suplemento del periódico El Mundo. Algo similar le ocurrió a Nico Ortiz, director de factual de la productora La Caña Brothers cuando se propuso investigar sobre el papel de la mujer en el narcotráfico en la nueva serie documental de tres episodios Narcas (Movistar Plus+): “Es un mundo masculino y machista. Todos nos decían que no había testimonios de mujeres, pero los había”.
Ambas creaciones, el libro de Lozano y el documental de La Caña Brothers, tiran de la cruda realidad en un momento clave del narcotráfico en el Estrecho. El cerco policial establecido por el Gobierno en el verano de 2018 vino a estrangular la vida desaforada del narco local, que convirtió a las localidades del Campo de Gibraltar en la localización de unos desmanes que escandalizaron a la opinión pública de España por su aparente impunidad. Desde el secuestro en el hospital de La Línea de un lugarteniente de la banda de los Castaña —la más poderosa del lugar—, Samuel Crespo, en febrero de ese año, apenas han pasado cinco años. Pero eso es toda una vida en los submundos del hachís, donde sus protagonistas están acostumbrados a una existencia acelerada, ostentosa y desaforada. En ese tiempo, los principales cabecillas han pasado a estar huidos o detenidos y los procesos policiales que suman miles de detenidos se han convertido en juicios que ya se dirimen en la Audiencia Provincial de Cádiz. Al propio Crespo, como explica Lozano en su libro, hasta le ha dado tiempo a rehabilitarse como carpintero metálico en La Línea.
Más allá de estos cinco años frenéticos, el periodista ha querido asomarse a la génesis del tráfico de drogas en un territorio fronterizo entre Marruecos, Gibraltar y España que primero coqueteó con el tabaco y todo tipo de contrabandos. “Faltaba un relato homogéneo, que alguien que no supiese nada de esto entendiese por qué en los años ochenta o noventa hubo pescadores que se pasaron al hachís y se convirtieron en grandes narcos”, apunta Lozano. Son los años negros de Barbate que se enredaron más con el narco Antón paseando con un cachorro de león por las calles del pueblo. Luego llegó Ivan Odero, el Niño, en Sanlúcar de Barrameda, cuya vida acabó convertida en la película homónima a su sobrenombre, dirigida por Daniel Monzón y protagonizada por Jesús Castro en 2014.
Desde aquel largometraje, el interés de los creadores por los narcos gaditanos ha estado centrado en la no ficción, como fue La Línea: La sombra del narco, un documental de cuatro capítulos estrenado en Netflix en 2020. Ortiz cree que se debe a varios motivos, desde el propio juego que da la realidad, a los costes más elevados de la ficción y a la propia tendencia audiovisual, centrada ahora “en el true crime”. “No me gustan las modas, pero si hay historias buenas…”, apunta el productor. En el caso de él y su equipo, estuvieron más de tres meses radicados en Algeciras, a la caza de mujeres protagonistas, a ambos lados de la lucha que se libra en la zona contra el tráfico de hachís llegado de Marruecos. Así dieron con Rocío, una algecireña de 35 años que asegura ser lanchera o pilota de narcolanchas, uno de los oficios más codiciados y mejor pagados del narco. “Algún día quiero estar yo en mi casa tranquila y yo mandarlos. Este mundo no es solo de hombres”, llega a reconocer en un momento de la entrevista que protagoniza embozada.
Encontrar perfiles como el de ella, la punto —el escalón más bajo que informa de los movimientos de la policía— Saray o la traficante Eva supuso todo un reto para un equipo al que le aseguraban que apenas había mujeres en el narco del Estrecho. No es el único desafío cuando se trata de hablar de las mafias del hachís. También lo es evitar caer en cualquier romantización de personas que, por muchas excusas que pongan, no dejan de ser delincuentes. “Teníamos claro que no se blanquea, pero como nosotros no enjuiciamos, no blanqueamos. Lo contamos y ya está. Ni hay debate, ni es difícil porque no juzgamos”, explica Ortiz. Es algo sobre lo que sí ha reflexionado en más de una ocasión Lozano cuando ha tenido que narrar tanto en sus crónicas como en su libro “vidas clandestinas que hay que contar”. “El riesgo está en que se sume a contar esto gente que se sienta tentado a contarlo como leyenda”, añade el escritor.
Lo que sí parece seguro es que la probabilidad de que nuevos creadores sigan sacando punta a la vida de los narcos del Estrecho es alta. Tanto Ortiz como Lozano creen que aún quedan muchos hechos por contar, también en la ficción. “Da para ello”, apunta el creador del documental. El autor de Costo va más allá: “Audiovisualmente, falta la gran obra. Algo similar a lo que ocurrió después de que Nacho Carretero publicase Fariña y se hiciese la serie”. Lozano no se atreve a asegurar que su obra pueda ser el germen para ello, pero sí avanza que ya ha palpado el interés de productoras para tirar de su libro para ello. A quien se anime, material no le faltará. Difícilmente se puede sazonar más que uno de los supuestamente más poderosos narcos del Estrecho, Isco Tejón, se atreviese a protagonizar un videoclip de reguetón, Candela, justo cuando estaba en busca y captura. Porque eso también ocurrió en el Estrecho.
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