Rafaelillo ha puesto el dedo en una llaga que supura desde hace tiempo en las relaciones taurinas entre Francia y España en lo que se refiere a la asistencia que reciben los toreros heridos en el país vecino. El pasado 14 de julio toreaba en la feria de Céret y sufrió una cornada en la axila izquierda antes de matar a su segundo toro. Fue atendido en la enfermería, trasladado a la clínica de la localidad y, finalmente, al hospital de Perpiñan, donde los facultativos decidieron aplazar la intervención hasta la mañana del día siguiente. En desacuerdo con la opinión de los médicos, Rafaelillo viajó esa misma noche a Murcia, su ciudad natal, donde fue operado por el cirujano de la plaza de toros. Estos hechos han sido la espita que ha desatado una polémica que no es nueva pero sí palpitante, que se produce cada temporada: ¿es o no adecuada la atención médica que reciben en Francia los toreros?
“No somos médicos ‘bananeros’, ni tenemos años de retraso en el tratamiento de los toreros heridos”. Olivier Chambre, presidente de la Asociación Francesa de Cirugía Taurina
El problema se origina por la normativa sanitaria de ese país, que dicta que cualquier herido sea simplemente estabilizado en la enfermería de la plaza y trasladado a un centro sanitario; en la plaza no se interviene salvo casos de extrema urgencia. También la ley francesa prohíbe que se emitan partes médicos, amparados por el secreto profesional.
La huida de Rafaelillo no ha sentado nada bien a los equipos médicos franceses, que se han sentido insultados y menospreciados por la discusión generada, de tal modo que han roto su habitual silencio y han defendido la que consideran una labor de alta cualificación profesional, primero, y de probada atención hospitalaria.
Así, los primeros que saltaron al ruedo informativo han sido los médicos contratados por la Asociación de Aficionados de Céret (ADAC), organizadora de la feria. En un comunicado señalan, en primer lugar, que Rafaelillo “fue atendido rápidamente (en la enfermería) por dos anestesistas, un cirujano vascular, un cirujano visceral, dos enfermeras anestesistas y una enfermera de urgencias”, como establece el reglamento taurino municipal aceptado por todas las localidades en las que se celebran festejos; en media hora fue trasladado a urgencias de la Clínica Céret, donde se le hizo un escáner “que descartó sangrado activo”, y el torero fue remitido al hospital Saint Pierre de Perpiñan,” que dispone de una plataforma técnica especializada en cirugía vascular”. Allí, “eliminada la urgencia vital y funcional por las diversas exploraciones, se programó la cirugía para la mañana siguiente”.
Pero la intervención no se pudo celebrar porque Rafaelillo decidió viajar esa misma noche a Murcia en contra del criterio de los médicos. El comunicado señala finalmente que Rafaelillo “pudo beneficiarse de la opinión de tres cirujanos”, y detalla los numerosos medios materiales con los que cuenta el equipo.
También ha ofrecido su opinión la Asociación Francesa de Cirugía Taurina (AFCT). En una nota firmada por su presidente, Olivier Chambre, afirma que “contrariamente a lo que sostienen ciertas críticas, podemos y sabemos operar en nuestras enfermerías”. Pero aclara que practican una cirugía de ‘damage control’ (control de daños), “un protocolo de reanimación y de cirugía de salvación, ampliamente practicado hoy en día en el mundo, en la cirugía traumatológica de urgencia”.
“No somos médicos ‘bananeros’, como algunos nos han achacado”, añade el doctor Chambre, “y no consideramos que tengamos años de retraso en el tratamiento de los toreros heridos. Esta atención en Francia es adecuada, eficaz y segura, y viene asumida por protocolos, equipos y traslados medicalizados hacia equipos hospitalarios hiper especializados”. “Gracias a Dios”, finaliza la nota, “la mayoría de los toreros y el conjunto de nuestros colegas cirujanos españoles son conscientes de la calidad del tratamiento que ofrecemos”.
Un torero español, Juan José Padilla, también ha terciado en el debate, y, hace unos días, hizo público un comunicado en el que recordaba la corrida celebrada en Céret el 16 de julio de 2007, en la que Luis Francisco Esplá, que actuaba con el torero gaditano y Sánchez Vara, sufrió una muy grave cornada. Cuenta Padilla que Esplá fue trasladado en helicóptero a un hospital en Perpiñán, y que fue tal la angustia de aquellos momentos que el festejo se detuvo durante unos minutos por iniciativa de los toreros, “lo que posibilitó que surgieran las presiones por parte de la comisión organizadora y del señor Carreño —su responsable— que me instaban a continuar la lidia con amenazas sobre mi liquidación en caso de no continuar con el festejo”, lo que, pasado el tiempo, le costó el veto en esa plaza, según sus palabras
“Al parecer, en todos estos años no ha habido tiempo para valorar, actualizar y mejorar los métodos de protocolo que se le aplica al torero en caso de una cornada”, prosigue Padilla. “Pero, si algún día vuelve a suceder con una femoral, una safena o una carótida, ¿tenemos que volver a perder la vida de otro hombre que se viste de torero y cumple honradamente en el ruedo? ¡Pongamos remedio antes de que se vuelva a ser demasiado tarde!”, termina el comunicado del torero español.
“En España se utilizan los quirófanos móviles porque solo hay 700 hospitales; en Francia contamos con 3.000”. André Viard, presidente del Observatorio Nacional de Culturas Taurinas del país vecino
A Juan José Padilla le ha contestado André Viard, extorero y presidente del Observatorio Nacional de Culturas Taurinas de Francia, que califica sus palabras como “desafortunadas, inoportunas y alejadas de la verdad”. Viard recuerda los diferentes protocolos de España y Francia respecto a la atención a los heridos, y cómo los médicos le salvaron la vida a Esplá aquella tarde de 2007, y la de otros toreros en circunstancias similares.
“Los alcaldes y los médicos franceses temen más ahora mismo los bulos irresponsables del tipo que alimentas con tu comunicado”, añade Viard, “que las consecuencias de cornadas que, por muy graves que sean, pueden ser atendidas en las mejores condiciones, como lo fueron las de Morenito de Aranda en Vic-Fezensac —que brindó posteriormente un toro en San Vicente de Tyrosse al médico que lo atendió—, o Álvaro de la Calle, que agradeció públicamente al equipo de Céret dos días después de lo de Rafaelillo”.
En declaraciones a este periódico, el extorero francés afirma con rotundidad que “las garantías sanitarias nunca han sido tan óptimas como ahora”; y explica que, hace cuatro años, los cirujanos redactaron sus peticiones para la mejor atención a los toreros heridos, que han sido asumidas por todas las localidades taurinas. “Lo que antes era una tradición, ahora es una obligación”, añade, aunque permanece la normativa nacional que establece que al herido se le estabiliza en la enfermería y se le prepara para el traslado a un hospital. “Lo que no entiende el que critica el sistema francés”, contiúa, “es que en España hay 700 hospitales, y 3.000 en mi país; ¿por qué se recurre en España a los quirófanos móviles? Porque no hay un centro sanitario cerca de todas las plazas, pero en Francia, sí”.
“Lo que ha sucedido con Rafaelillo no se puede permitir; soy un defensor a ultranza del tratamiento del herido en la enfermería”. Pascual González Masegosa, presidente de la Sociedad Española de Cirugía Taurina
Viard justifica las prisas de un torero español en volver a su país en la presión de las cuadrillas, las manías de los que se visten de luces, “y la más importante es que vuelven con rapidez cuando las cornadas no son graves”. Y esa es, a su juicio, la razón de la huida de Rafaelillo. “Me duele mucho su silencio”, señala. “Podía haber salido al paso y decir: no tengo nada grave y podría torear mañana si fuera preciso; es vergonzoso que se haya dejado crecer esta polémica a partir de nada”, apostilla. André Viard alerta, finalmente, de las negativas consecuencias que este tipo de polémicas pueden derivar sobre las nuevas generaciones de médicos taurinos: “No es fácil hoy atraer a jóvenes cirujanos a las plazas y podemos encontrarnos con que no haya relevo en el futuro si se sigue poniendo en duda su profesionalidad”.
Una postura radicalmente contraria a la tradición francesa es la que mantiene Pascual González Masegosa, presidente de la Sociedad Española de Cirugía Taurina. “Una herida por asta de toro deber ser atendida inmediatamente para evitar posibles complicaciones, infecciones, etc.”, afirma, “y debe hacerse en una enfermería convenientemente equipada”. “Hay cornadas que no pueden esperar un traslado por rápido que sea —hablo de heridas penetrantes en el tórax o el abdomen, vasculares o cervicales— y exigen una atención inmediata”, añade. “Lo que ha sucedido con Rafaelillo no se puede permitir bajo ningún concepto”, continúa González Masegosa; “un herido por asta de toro debe ser intervenido en el mismo momento en que llega al hospital”.
A su juicio, el problema francés no son los médicos, sino la legislación. “He hablado con algunos cirujanos”, prosigue, “e insisten en que podrían operar en la plaza en caso de extrema urgencia, pero quién decide esa eventualidad; ese es el problema”. “Soy un defensor a ultranza del tratamiento del herido en la enfermería; si yo soy Rafaelillo y los médicos me dicen que me operan al día siguiente, cojo el coche y viajo a España; claro que sí”, concluye.
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