El diestro Julián López El Juli (Madrid, 1982) ha anunciado esta mañana su decisión de dejar de torear indefinidamente cuando acabe esta temporada, que le llevará a cumplir 25 años como matador de alternativa, que tomó el 18 de septiembre de 1998 en la plaza francesa de Nimes. “Esta noticia no es una retirada”, explica en un comunicado, “es el final de una etapa que por cierto ha sido maravillosa”. “Sobre el futuro, solo el tiempo dirá”. El Juli dejará de torear en la Feria de San Miguel de Sevilla, en la que está anunciado el 1 de octubre, con toros de Garcigrande, junto a Morante de la Puebla y Daniel Luque, añade la nota.
El torero dice que esta es una decisión que tenía tomada hace tiempo, pero que no ha querido comunicarla hasta que pasaran las principales ferias. “El toreo ha sido, es y será la inspiración y el motor de mi vida”, continúa, “y doy este paso con la más absoluta felicidad por haber cumplido todos mis sueños, incluso más de lo que podía imaginar”. “Poder transmitir mis sentimientos y emocionar al público es algo mágico, inigualable, que solo un torero lo puede sentir con esa verdad y profundidad”.
Señala El Juli que en su larga etapa como matador de toros “ha habido de todo, aciertos, errores, triunfos, fracasos, cornadas…”. “Pero después de vivirlo todo, queda en mí un fondo de satisfacción y agradecimiento a la vida por sentirme grande en una profesión tan dura y difícil”, escribe.
Agradece el torero a todos los que han formado parte de su vida en su trayectoria: “Desde mi familia, que ha sido vital por su apoyo incondicional, pasando por todos los profesionales que me acompañaron en este maravilloso camino, cuadrilla, apoderados, ganaderos, periodistas y un sinfín de personas”. Y recuerda también a los médicos taurinos: “En 18 ocasiones me he puesto en sus manos y han sido ángeles en momentos difíciles y dolorosos”.
El Juli subraya que su mayor agradecimiento es para el público: “Me ha sabido esperar, apoyar e, incluso, exigirme para hacerme crecer en momentos delicados y sacar un punto más de mí”. “Y al toro”, termina, “que me ha hecho expresarme, sentir y emocionar en la verdadera profundidad de mi persona. Ese animal que amo con todas mis fuerzas, que admiro y que ha sido el más honesto y verdadero con lo que me he cruzado en mi camino”.
Un torero prodigioso
Julián López Escobar es un caso único en la historia del toreo. Hijo de un novillero apodado El Juli, del que heredó su nombre artístico, ha dedicado su vida entera a la profesión en la que ha alcanzado el máximo esplendor. A los ocho años, con motivo de su primera comunión, se puso por vez primera delante de una becerra; al año siguiente, ingresó en la escuela taurina de Madrid, debutó de luces en 199 y se vio obligado a viajar a México ante la imposibilidad legal de seguir toreando en España al no alcanzar la edad reglamentaria de 16 años.
En tierras americanas se hizo un novillero experimentado y demostró que poseía unas condiciones innatas para la profesión. En la Plaza México, con los tendidos llenos, indultó al novillo Feligrés, lo que le convirtió en el primer novillero en conseguir tal hazaña.
De vuelta a España, su etapa novilleril estuvo jalonada de triunfos, avalados por su precocidad y los conocimientos adquiridos en México. Desde su alternativa, no se ha bajado nunca del pedestal de primera figura. Encabezó el escalafón de matadores durante las temporadas de 1999, 2000 y 2002, pero su gran mérito ha radicado en que en ningún momento se ha permitido un respiro; ha estado presente en todas las grandes ferias de España, Francia y América, y en todas ellas ha dejado constancia de sus excelsas cualidades como torero.
Los datos que avalan su trayectoria son apabullantes: 1.851 corridas, 3.895 toros lidiados, 2.863 orejas, 97 rabos, 31 indultos, 17 encerronas en solitario, 45 alternativas y 955 salidas a hombros, siete de las cuales fueron por la Puerta del Príncipe de la Maestranza de Sevilla, más una por la Puerta Grande de Las Ventas; y también 18 cornadas.
Ha sido, y sigue siendo, un torero más del gusto del público que de los aficionados que, no obstante, le reconocen su extraordinaria valía y su regularidad; pero se le ha acusado siempre de ser un diestro ventajista en su concepción taurina, con escaso sentido de la hondura y exigente ante las empresas para lidiar los hierros ganaderos más comerciales.
De cualquier modo, ha protagonizado muchas tardes para el recuerdo, especialmente sobresaliente ha sido su paso por la Maestranza de Sevilla, donde ha cortado 41 orejas, ha avistado a hombros el río Guadalquivir en siete ocasiones —nadie ha alcanzado esa gesta— y ha indultado a un toro, Orgullito, de la ganadería de Garcigrande, el 16 de abril de 2018.
No ha sido tan exitosa su relación con Madrid, donde, ciertamente, se le ha medido siempre con extrema severidad, quizá en consonancia con sus exigencias como primera figura. Solo una vez, el 23 de mayo de 2007, ha salido a hombros hacia la calle de Alcalá, pero justo es reconocer que ha brindado tardes memorables, no ratificadas unas veces con la espada y otras no recompensadas justamente por la presidencia.
Sea como fuere, el 1 de octubre, cuando El Juli lidie su última corrida, en Sevilla, dirá adiós a los ruedos una figura histórica. Un torero discutido en sus formas y planteamientos, pero indiscutible por sus conocimientos y cualidades y, sobre todo, porque, año tras año, nunca ha dejado de estar presente en las citas importantes de la temporada.
Esta mañana, El Juli ha dicho que pretende disfrutar ahora de su familia —esposa y tres hijos—, y ha dejado abierta la posibilidad de una vuelta en el futuro. Sea cual sea su decisión, su hoja de servicios está ahí, repleta de compromisos y de triunfos, que ha marcado la carrera —discutida, como todas— de una auténtica figura histórica de la tauromaquia moderna.
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