El escritor español Luis Mateo Díez (Villablino, León, 81 años) ha ganado esta tarde el Premio Cervantes. A las 18.30 de este martes, el ministro de Cultura, Miquel Iceta, y la directora general de Libro, María José Gálvez, han anunciado que el autor de El reino de Celama, Los ancianos siderales, Laciana: cielo y sueño, entre otras muchas obras, y académico de la Lengua desde 2000, se alzaba con el máximo galardón de la literatura en lengua castellana. El Cervantes vuelve a reconocer en 2023 el trabajo de un novelista tras haber premiado a poetas en las cinco últimas ediciones.
El jurado ha destacado su “prosa singular, que sorprende por sus continuos y nuevos desafíos”. También ha recalcado la “mezcla” que en sus obras acomete entre lo culto y lo popular, “su pericia y dominio del lenguaje”, así como su “humor expresionista, paródico o esperpéntico” con el que retrata la complejidad humana. “Sorprende y ofrece continuos y nuevos desafíos con los que traspasa un mundo de fantasía y adquiere realidad en los lectores”, añadió Iceta, parafraseando el acta del jurado.
Apenas una hora después del anuncio, Luis Mateo Díez ha comparecido en la Real Academia Española en una conferencia de prensa llena de humor: “Este premio tiene su dosis de sorpresa y de reconocimiento de algo que uno viene haciendo durante tanto tiempo y, al final, cuando encuentras tan alto honor, podéis imaginar lo que supone de satisfacción. Estoy encantado de la vida”. Ha contado además su conversación al serle comunicada la noticia y su inicial desconcierto: “Me ha llamado el ministro y me ha dicho que un jurado solvente me había concedido el Cervantes. Yo estaba un poco ido, será por ser octogenario, y me he preguntado: ‘¿Pero este señor quién es? Bueno, pues me ha dado usted el día porque me iré a la cama contento”. Sobre su edad, con una amplia sonrisa, ha añadido: “¡Soy un octogenario que mantiene el tipo! De hecho, soy mejor escritor que nunca y voy a seguir en ello hasta que se me vaya la olla, que puede ser pasado mañana. Mis mejores novelas no se han publicado todavía”. Sin embargo, es consciente de que cada mañana, cuando se mira al espejo, “el cuerpo pesa, es duro, pero no quiero desanimar a nadie”.
El autor leonés publicó su primer libro en 1972 y cuenta con una dilatada y premiada trayectoria. Ha ganado dos veces el Premio de la Crítica y dos veces el Nacional de Narrativa (1986 y 2000), así como el Premio Nacional de las Letras en 2020. Celama es el territorio inventado en su ficción que fue llevado también a los escenarios teatrales. El creador de ese universo concentrado ha destacado que toda su obra, desde su primera novela, Las estaciones provinciales, de 1982, “construye un universo común, una geografía unitaria, una provincia sin nombre”. Esa provincia está en una comarca nutrida de lo que llamo las ciudades de sombra”. El escritor ha hablado de su gusto por escribir fábulas que produzcan experiencias que rebasen la vida: “Y en ese lío estoy metido. Al lector le doy el pasaje para que viaje”. Y haciendo gala de su humor ha rematado diciendo: “¡Qué manera de venderme!”.
Entre sus últimas obras destacan los relatos de Juventud de cristal, Mis delitos como animal de compañía y este mismo año El limbo de los cines, todos en el sello Alfaguara. Su trabajo en la revista poética Claraboya en los setenta marcó el inicio de su carrera literaria, aunque el escritor ha contado que de niño escribía novelitas que le publicaba su hermano Antón y que vendían. Las travesuras de su infancia fueron quedando atrás y el escritor fue creciendo desde un primer libro de relatos, Memorial de hierbas, en 1973, hasta su debut como novelista en la España democrática de 1982. Casi cuatro décadas después, en Azul serenidad o la muerte de los seres queridos (2014) Luis Mateo Díez fundió ensayo y narrativa para hablar de la pérdida de su sobrina y su cuñada en un conmovedor texto sobre la ausencia. En Vicisitudes (2018) reunió más de 80 cuentos y en Días del desván (1997) se acercó al género autobiográfico.
Sobre su amplia obra, con cerca de 40 libros, en su reunión con la prensa ha apuntado: “Soy autor de una obra no sé si excesivamente prolífica, que a lo largo de la misma ha tenido circunstancias favorables para ello, como una crucial, la amistad: la de los editores y la de los lectores cómplices. Mi vida ha sido la de un niño cariñoso al que la gente quería mucho”.
Licenciado en Derecho y funcionario hasta su jubilación en el Ayuntamiento de Madrid, Díez siempre ha declarado sentir la literatura como un vínculo con los demás. “He tenido la suerte de compartir desde siempre la literatura con la amistad, hasta el punto de que puedo decir no ya que escribo para tener amigos, sino que los tuve para escribir, que en ellos, en su proximidad y atención, encontré la suerte imprescindible de la palabra compartida, que es siempre una suerte generosa. Nunca me sentí un escritor solitario, siempre acompañado”, explicó en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua hace ya 23 años.
En ese mismo discurso reivindicó el peso que la oralidad del lugar donde nació y creció —Valle de Laciana, en León—, tuvo en su acercamiento al mundo de la ficción. Este martes también se refirió a esa génesis: “Provengo de un territorio donde permanecía viva la tradición de las culturas populares a través de la oralidad. Soy hijo de esas reuniones. No hay nada más universal que ese tipo de tradición. En mí hay una herencia del que escucha a quien cuenta historias, eso marcó mi curiosidad desde niño”.
Defensor de la ficción frente al realismo, Mateo Díez se ha referido al recuerdo y sueño como el material del que parte en sus obras, la “maceración” de la experiencia que él plasma en la página. “A veces se repone desde la ficción lo que la vida no proporciona, de sobra sabemos que con frecuencia es en lo imaginario donde se cubren las carencias de la realidad”, ha escrito el novelista, quien siempre ha rechazado que la escritura fuera algo doloroso. “Puedo jurar que no sufro cuando escribo y, sin embargo, estoy lleno de zozobras, la inquietud es un resorte de la misma, ya que todavía menos que el sufrimiento me gusta la complacencia. La convicción en lo que se escribe se logra desde la contradicción, y escribir es un acto enormemente contradictorio”.
Cervantino confeso, el flamante premiado también ha dedicado unas palabras a este autor y su obra: “Todos los escritores nos damos cuenta de que la historia de Don Quijote es la del destino del ser humano: el pleito entre la vida real y lo imaginado, la quimera”.
El Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes, creado en 1975, otorga anualmente un reconocimiento oficial al conjunto literario de una obra de un autor o autora en lengua castellana, al que son presentados los escritores en dicha lengua, con independencia de su nacionalidad. Máximo reconocimiento en lengua castellana, el premio está dotado con 125.000 euros.
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