A la entrada de la Escuela de Formación de Artesanos de Gelves (Sevilla), divididos por colores y texturas, reposan sobre el suelo un centenar de jarrones. Esbeltos, achaparrados, abombados, rectilíneos, anchos, finos, mates, iridiscentes… La luz que asoma desde el patio los hace brillar de manera distinta en función de cómo se refleja en su superficie esmaltada. No hay dos iguales. Todos aguardan para engalanar las mesas de uno de los principales actos organizados en Sevilla por la Academia Latina de la Grabación la próxima semana, previos a la gala de entrega de los Premios Grammy Latinos.
La actividad en la escuela es frenética desde que hace tres semanas les encargaron la elaboración de 540 jarrones para el evento. Modelar las piezas, tratarlas, aplicarles las distintas técnicas de cristalización, esmaltado y cocción, hornearlas y dejarlas airear es un proceso artesanal que requiere de una semana por obra. En los talleres de Gelves se imparte formación —en un 80% a desempleados― y por eso han recurrido a antiguas alumnas que conocen el proceso de elaboración —exclusivo del centro― para que les den apoyo, además de Miguel Ángel Torres, artesano de La Rambla (Córdoba). “Aquí desarrollamos nuestros propios esmaltes, los procesos de cristalización… Detrás de cada pieza hay muchísima investigación”, subraya Juanma Anguas, el director de la escuela.
Los organizadores de los Grammy vieron el trabajo que desarrollan y decidieron qué tipo de recubrimiento querían y las tonalidades: azul lapislázuli, rojo carmesí, verde botella, blanco anacarado, amarillo albero, rosa pálido… “En cerámica se puede conseguir todo lo que queramos. Empiezas a investigar y ves que esto es infinito”, explica Isabel García, una de las alfareras que están colaborando en la elaboración de los jarrones. García está con Nieves Perejón, la otra exalumna de la escuela que ayuda en la realización de vasijas para el evento, en la sala donde se preparan las mezclas de las que salen los esmaltes y cristales que recubren las piezas de dibujos imposibles, formas inimaginables y texturas únicas. “Los efectos que aparecen son incontrolables, lo que sale una vez no vuelve a repetirse”, indica Perejón, delante de una pizarra con fórmulas que se corresponden con cada uno de los barnices y tonalidades que decorarán el barro.
El alquimista, aunque al final los alumnos también prueban sus propias recetas, es Youness Ait Lassen, un químico de Marruecos que lleva 20 años trabajando en la escuela. “Hay fórmulas químicas, pero al final también es un poquito prueba y error y depende mucho de la forma de la pieza, que te salga bien en un cuenco no te garantiza que vaya a salir igual en una botella”, explica. Él es uno de los nueve profesores que tiene la Escuela de Gelves, que en diciembre cumple 30 años y que en este tiempo ha formado en la tradición y la innovación a miles de alumnos, muchos de ellos actuales alfareros y ceramistas.
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El encargo de la Academia Latina de la Grabación es un reconocimiento a una labor de formación e investigación que sus talleres llevan desarrollando durante décadas en permanente contacto con el sector productivo. “Hay 26 familias profesionales en España y todas tienen mesas sectoriales, menos la de arte y artesanía”, señala Anguas. “Lo que necesitamos es que el nuevo modelo de ceramista compita en igualdad de condiciones con el resto de los sectores productivos”, abunda. “Aplicamos conocimientos para que el artesano sea más competitivo. Es una forma de democratizar una información que es alto secreto en las grandes empresas”, indica Luis Guerrero, otro de los profesores, que sabe de lo que habla porque durante muchos años fue el matricero —encargado de diseñar los moldes para la elaboración en serie de piezas cerámicas― de los sanitarios de Roca.
“Los pequeños talleres no pueden acceder a contratos de alternancia, ni pueden modificar las cuotas de la Seguridad Social porque la mayoría no tiene una formación especializada que le imparta programas formativos”, abunda Anguas. Y eso es lo que diseña la Escuela de Gelves, uno de los 11 centros formativos de la Junta de Andalucía, gestionado a través del Servicio Andaluz de Empleo (SAE) y que es referente en España en la elaboración de programación formativa. A través del SAE se desarrollan programas —el año pasado se realizaron 16 y en lo que va de año llevan siete― que se encuentran en el fichero de actividades formativas del SEPE y certificados de profesionalidad que imparte el Ministerio de Educación, y que se imparten en todo el país para formar a trabajadores en situación de desempleo y recualificar a otros trabajadores.
Nuevo perfil: mujer y alto nivel de cualificación
Esos son los perfiles de los alumnos que están cursando alguna de las siete acciones formativas que el centro tiene activas en Gelves. El año pasado se matricularon 197 (este curso van por 61). “Es el año que más estudiantes hemos tenido, lo que evidencia un aumento en la demanda”, indica Anguas. “Es cierto también que la cerámica está de moda, porque se ha convertido en el nuevo mindfulness”, reconoce el director del centro, que llama la atención sobre el nuevo perfil de ceramista: mujer, mayor de 40 años y con alto nivel de cualificación.
Es el caso de Lucía Fournier, que se afana en retocar los bordes de una vasija que acaba de modelar en barro. Ella trabajaba en Extenda —la agencia andaluza para el comercio exterior― en Buenos Aires y dejó su puesto para regresar a Sevilla con la idea de montar un proyecto para potenciar el trabajo artesano. “La vida me ha llevado por la empresa privada, pero llegó un momento en que pensé que había perdido el punto de realidad con tanta digitalización y sentía la necesidad de trabajar con las manos. Y llegué aquí”, resume. Apenas lleva un año formándose y no participa en la elaboración de los jarrones para los Grammy. Isabel García, que sí participa, ha seguido una trayectoria similar. “Era diplomada en turismo, pero siempre me había interesado la cerámica. Entré aquí en 2018 y prácticamente todos los conocimientos, todas las técnicas nuevas las he aprendido aquí”, cuenta mientras acaricia el barro que se eleva sutil bajo sus manos sin dejar de girar en el torno.
Ella ha montado su propio taller en su casa de Gines. Como Perejón —que retomó su vocación por la alfarería en 2019, después de haberse pasado a un sector completamente diferente en la crisis de 2008―, que tiene su estudio en su domicilio de Benacazón. “No nos va mal, lo que funciona sobre todo es el boca a boca e internet”, explica. Ambas esperan que su colaboración para el evento de los Grammy redoble el interés. Pero solo poder haber participado es, como dice García, “un honor y un reto”, porque nunca se habían enfrentado a un pedido de semejante calibre. No ha llegado el mediodía y ya ha moldeado cuatro jarrones. “Estoy haciendo unos 10 diarios, pero hasta que el proceso concluye puede pasar una semana”. La idea de la escuela es que luego todos sean expuestos en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla para acercar el trabajo de sus talleres al resto de ciudadanos.
El trabajo no cesa en ninguno de los talleres de la escuela —pintura, elaboración de matrices para hacer moldes, escultura, informática, formación empresarial…―, pero todo permanece en calma. El sosiego que requiere amasar figuras con las manos, la concentración que supone impregnar las vasijas desnudas con esmalte, el reposo de los materiales —talco, sílice, óxido de cinc…― previo a su cocción lenta (de hasta 48 horas)… se adueñan del ritmo del centro. Solo el crujido metálico provocado por el impacto del soplete sobre la base de los jarrones quiebra esa quietud. Es el paso previo para desencajarlo de la base de cerámica que elaboran para meterlo en el horno. Cuando el martillo consigue desprenderlo aparecen sus firmas escritas sobre la base. Es el sello de su amor por un arte que aúna tradición y vanguardia. Ambas sonríen orgullosas.
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