Cuando vimos a Los Halcones Verdes de Arabia Saudí ganar a Argentina el primer partido del Mundial de Qatar, nos sorprendió la calidad de varios de sus jugadores. ¿Cómo juegan allí, cómo no han venido a Europa? La respuesta era sencilla: porque allí les pagan mucho. Allí tienen el dinero por castigo.
Aquel éxito entusiasmó a Bin Salman y ahora Arabia, como en su día China y luego Qatar, ha decidido abrazar el fútbol y quiere hacer de su liga algo grande a base figuras del mundo Champions. El aldabonazo fue Cristiano, al que el Al-Nassr paga 400 millones de dólares por dos años. No había por qué preocuparse por eso, si acaso celebrarlo por él. Los años le colocaban ya un peldaño por debajo de la élite, su orgullo le impedía recogerse en niveles europeos medios y optó por esta salida, singular y brillante.
Hay precedentes. A caballo entre los setenta y ochenta del pasado siglo tuvimos la NASL, un intento de lanzar el fútbol por todo lo alto en Estados Unidos, con Pelé más Beckenbauer, Cruyff, Eusebio… Como Cristiano, fenómenos a los que el tiempo había alcanzado y que encontraban allí un trabajo fácil y bien pagado. Luego llegó Japón, con Zico, Laudrup, Lineker, Stoichkov, Dunga, Bebeto, nuestro Julio Salinas… Ya en este siglo apareció China, donde aterrizó el formidable Drogba, otro dinosaurio en retirada. Pero ya China empezó a captar jugadores en edad digamos fértil, que podían tener espacio en buenos clubes europeos, tipo Hulk, Ramires, Álex Teixeira, Mbia o el felizmente retornado Carrasco, por citar algunos. Todas aquellas iniciativas se extinguieron por aburrimiento.
¿Y ahora? ¿Es amenaza Arabia? No lo pensamos mientras se limitó a fichar a Cristiano o a tentar a Leo Messi, que al final prefirió al Inter de Miami, donde le va a acompañar Busquets. Pero, ay, no parece que Arabia quiera limitarse a ser un cementerio de elefantes. Pretende incluso ir más allá de lo que fue en su día China y ya se están viendo efectos indeseados. Al Madrid le ha trastocado los planes la marcha de Benzema antes de lo previsto. Aún no era un dinosaurio y su salida obliga al Madrid a adelantar un año el plan Mbappé o bien reforzarse con Kane o algún otro, pocos hay, algo que no estaba programado. Tampoco Kanté es un jugador acabado y va para allá. Rebajando más el objetivo de edad, Arabia está a punto de llevarse a Bernardo Silva, 28 años, pieza importante en el City del triplete Premier-FA Cup-Champions. Palabras mayores. Se han llevado a Ruben Neves, del Wolverhampton, uno de los mediocentros que tenía el Barça en su radar. Como no les asusta ni la Premier van también por el meta Mendy, Koulibaly y Ziyech, los tres del Chelsea. De aquí sondean a Morata, Rakitic, Lo Celso, Ayoze, Saúl, Papu Gómez y hasta a Griezmann.
Cuatro de los clubes de Arabia, Al-Hilal, Al-Nassr, Al-Ittihad y Al-Ahli, son propiedad al 75% del Fondo de Inversión Público (PIF) del país, lo que les garantiza dinero sin límites. Las cancillerías de nuestros grandes clubes los empiezan a percibir como cuatro nuevos Jinetes del Apocalipsis.
Difícilmente un jugador que aún sienta el fuego competitivo va a dejar el mundo Champions por la Liga de Arabia. Por ejemplo, Gündogan, que ha preferido el fútbol de verdad fichando por el Barça. Arabia hasta podría tener el efecto beneficioso de drenar jugadores desencantados, como serían los casos de Saúl o Papu. Pero el lado malo es que no hay duda de que, sí o sí, hará encarecer el mercado. La amenaza que han significado hasta ahora el PSG, el Manchester City y demás clubes-Estado, se multiplica poderosamente. Además, sobre estos siempre queda la esperanza de que la UEFA se decida por fin a ponerse seria con el fair play financiero, y parece que está en ello. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato de la Liga de Arabia? Más aún: me alertan del riesgo de un circuito de cesiones con determinados clubes de la Premier que ayude a estos a enmascarar gastos. Se auguran tiempos difíciles.
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