En el vestíbulo del Hotel Hilton Habtoor City, de Dubái (Emiratos Árabes Unidos), suena Session #55, de Bizarrap y Peso Pluma. Es el hit que acompaña a la selección española femenina de baloncesto en silla de ruedas en este lujoso hotel emiratí donde se hospedan y allá por donde van durante la concentración de este Mundial. “El chute de energía que nos anima en cualquier momento y nos mantiene unidas”, cuenta la alera Beatriz Zudaire (Pamplona, 2000). La Roja se ha labrado fama de “buen rolleras” – “todo el mundo nos conoce por ir escuchando música o por las risas en el vestuario” – y también la de conjunto más deportivo del torneo tras recibir el galardón Fair Play (juego limpio).
La Selección acaba de concluir su participación en el campeonato mundial, celebrado del 10 al 20 de junio, en el que cayó eliminada en cuartos de final frente a Estados Unidos, que acabó tercera. Pero, por encima de todo, las españolas han culminado una experiencia inolvidable, “el viaje más emocionante hasta ahora” de este joven equipo con gran potencial al que, por falta de medios, le costaba soñar a lo grande hace apenas un lustro, antes de que Endesa apostase por ellas con su patrocinio. Las internacionales regresan de Dubái con la sensación de haber reforzado el vínculo como equipo y de haber demostrado el mejor nivel de juego. “Aunque todavía podemos dar mucho más”, matiza Zudaire.
La alera pamplonesa destaca la intensidad del equipo, “para lo bueno y para lo malo”, con derrotas dolorosas en las que se sufrió mucho, “y victorias que supieron a gloria”, como la del tercer partido frente a la selección de Canadá. Zudaire recuerda las caras de emoción, los abrazos entre jugadoras y cuerpo técnico, la energía que se respiraba durante y tras el partido.
Tampoco olvidará fácilmente ese momento una de las debutantes en este Mundial, Uxía Chamorro (Pontevedra, 2002). “No me esperaba vivir algo así”, cuenta, emocionada. “Ha merecido la pena todo el esfuerzo personal que he tenido que hacer para poder disputar este Mundial y vivir esta experiencia”, añade. Justo antes de volar a Dubái, Chamorro estaba terminado los exámenes del ciclo superior de producción audiovisual y espectáculos que está cursando.
Otra debutante y compañera de habitación de Chamorro, Sindy Ramos (Honduras, 2003) también ha priorizado a la Roja. “Estaba preparando unas oposiciones a Farmacia que he tenido que aparcar”, cuenta. La mayoría de las jugadoras no viven de este deporte y han compaginado trabajos y estudios para preparar esta competición e incluso han hecho uso de sus vacaciones laborales, como es el caso de la escolta Laura Ugarte (Álava, 1994), para poder representar a España en este Mundial. El técnico de la Selección, Franck Belen, cree que estas circunstancias aportan aún más mérito a lo que ha conseguido el conjunto internacional, un octavo puesto.
Ugarte, que lleva cuatro años jugando al baloncesto en silla –actualmente en las filas del club Zuzenak–, recuerda los nervios de los primeros días de competición, que fueron desapareciendo gracias al apoyo de todo el equipo, especialmente de las veteranas. Por alusiones, Vicky Vilariño (Pontevedra, 1982) –internacional desde hace dos décadas– hizo lo que mejor sabe hacer para transmitir confianza a sus compañeras: “Sudar juntas la camiseta en la pista y, fuera de ella, animarlas constantemente”.
El paso por este Mundial ha significado mucho para la Selección. “Hemos mejorado en juego, hemos fortalecido el vínculo de equipo y nos deja unas buenas sensaciones para afrontar lo que viene”, señala Belén. La Roja femenina de baloncesto en silla de ruedas seguirá trabajando con el objetivo de batir a gigantes como Holanda, con un incontestable palmarés de selecciones y ganadoras del Mundial de Dubái. “No tenemos techo, algún día lo conseguiremos”, pronostica con firmeza Uxía Chamorro. ¿Quizá en la propia cancha de las holandesas? El baloncesto en silla de ruedas internacional tiene otra cita el próximo mes de agosto con el campeonato europeo de Róterdam (Países Bajos).