La presentación de Luis Enrique como nuevo entrenador del París Saint Germain se retrasó tres horas mientras la policía registraba le vivienda del presidente del club, Nasser al-Khelaifi. Prevista para las 13.45 del pasado miércoles, la ceremonia que inauguraba la etapa del técnico asturiano en París no comenzó hasta las 17.00. El club justificó lo que parecía una descortesía por un imprevisto aeronáutico: el avión que trasladaba a Al-Khelaifi no pudo despegar a tiempo, dijeron. El sitio de información Mediapart ofreció otra pista: cuando Al-Khelaifi aterrizó en París, se encontró con que la policía le estaba esperando para iniciar “el procedimiento”. Esto es, el registro de su casa, uno más en el curso de la investigación que impulsa la fiscalía de Francia desde enero, cuando dio por verosímiles los hechos que denunció Tayeb Benabderrahmane, un ciudadano francoargelino que asegura que Al-Khelaifi fue el responsable de su secuestro y tortura durante diez meses en 2020.
Los representantes de Al-Kheaifi lo repiten desde que se interpuso la denuncia. El presidente del PSG, aseguran, es objeto de un chantaje. Es, como declararon a France Info, “la víctima”. Benabderrahmane intenta extorsionarlo pidiéndole millones de euros.
El relato de Benabderrahmane, autodefinido “lobista”, es sinuoso. Después de trabajar para el PSG, en cuya órbita le sitúa la policía, antes de la pandemia se instaló en Doha, a sueldo del Comité Catarí de Derechos Humanos. Fuentes del ámbito jurídico y judicial que engloba al caso, informaron al diario Libération que en enero de 2020 fue privado de su libertad en dependencias secretas de las fuerzas de seguridad de Qatar, en donde permaneció hasta noviembre. Solo le soltaron tras la entrega de una maleta con documentos que implicaban a Al-Khelaifi en todo tipo de hechos, algunos presuntamente delictivos, otros de naturaleza privada, pues consisten en vídeos de contenido sexual, registrados al parecer por el circuito de cámaras de seguridad del PSG.
Benabderrahmane contó que le liberaron tras la firma de un protocolo que le obliga a mantener lo ocurrido en secreto y a no divulgar los documentos. Según el diario L’Equipe, en la firma de este extraño acuerdo intervinieron el abogado Olivier Pardo, consejero de Benabderrahmane, el abogado de Al-Khelaifi, Francis Szpiner; y Rachida Dati, la alcaldesa del distrito Séptimo, que actuó de intermediaria poniendo en contacto a todas las partes. Además de mantener excelentes relaciones con Al-Khelaifi, Rachida Dati fue ministra de Justicia en el Gobierno de Nicolas Sarkozy, impulsor imprescindible de los acuerdos entre Francia y Qatar que en 2011 desembocaron en la compra del PSG por parte de QSI, el fondo soberano catarí de inversiones en empresas deportivas.
Al regresar a Francia, Benabderrahmane denunció que todos los que posibilitaron la firma del acuerdo de su liberación formaron parte de una trama para destruirle. El juez de instrucción resolvió abrir una investigación por posible secuestro con tortura y extorsión en banda organizada. L’Equipe refiere que interrogado por el juez, Benabderrahmane contó que tenía en su poder documentos secretos de Estado que Al-Khelaifi y el Gobierno de Qatar se empeñaron en arrebatarle. La semana pasada el juez dirigió los registros de los despachos de Pardo, Szpiner, y Dati33. Este miércoles, coincidiendo con la presentación de Luis Enrique, el juez mandó allanar la casa de Al-Khelaifi en París.
La naturaleza difusa del PSG, mezcla de club de fútbol, empresa multinacional y organismo de representación del Estado de Qatar, se concentra en la figura de Al-Khelaifi. Este cortesano cuyo máximo aval es la amistad que le une a Tamim bin Hamad al-Thani, el emir del país con el metro cuadrado más rico del Golfo Pérsico, es la cabeza visible del QSI. Su presidencia del PSG es una de las responsabilidades derivadas de su condición de factótum del emir, y el foco que cada vez con más frecuencia le descubre en escenarios indeseables. La denuncia de Benabderrahmane, tras los procesos que se dirimen en Suiza por presuntos sobornos a funcionarios de la FIFA, es la última china en el zapato de Al-Khelaifi.
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