Esta última incursión de Paula Badosa en Wimbledon acaba rápido y mal, con dolor. Después de 36 minutos remando a contracorriente, consciente de que las opciones de superar a la ucraniana Marta Kostiuk son nulas, la española se dirige a la juez de silla y renuncia. 6-2 y 1-0 abajo, cierra este intento al que le ha puesto tantas ganas y tanta fe; excesiva, visto a posteriori. Después de sufrir una fractura vertebral en Roma, a mediados de mayo, recortó plazos para poder llegar a Londres y las 8-12 semanas de baja previstas se redujeron a solo seis. La naturaleza, sabia, reacciona y el cuerpo sufre otra vez.
“Sí, volvería a arriesgar”, responde a este periódico. “Al final había muchos factores por los que quería jugar aquí, en Wimbledon. En el primer partido [contra Alison Riske] me sentí bien y, bueno, es parte del proceso. A veces te resientes y ahora tengo que ver qué hago en las próximas semanas”, prolonga la catalana, mosqueada porque en la primera pregunta (efectuada por un periodista indio) se le felicita por la victoria –“para tu información, acabo de perder”–; en la segunda (a cargo de uno británico) se le cuestiona por el Tsitsipas-Murray de anoche; y porque a continuación, uno de los reporteros le recuerda que a lo largo de su carrera se ha retirado en 30 partidos. “Eso sobraba un poco…”, dice contrariada, cabreada sobre todo porque esta temporada las cosas no están yéndole bien, y los problemas físicos la golpean cada vez que levanta un poco la cabeza.
“No he tenido mucha suerte. Primero la rotura [de casi cuatro centímetros, en el muslo derecho] a comienzos de año; después iba recuperándome y sufrí la fractura [vertebral] por estrés. Quizá he apurado un poco, pero es una decisión totalmente mía, la responsabilidad es mía. Ahora tengo que hacer pruebas para saber cuánto tiempo me va a costar recuperarme”, prosigue la tenista, que en el estreno del miércoles no había ofrecido señales preocupantes, pero que el jueves notó de nuevo dolor, acentuado durante el choque con Kostiuk. Inmediatamente, se percibe que no hay chispa, no hay pegada y, sobre todo, no hay movilidad.
En la media hora escasa que compite firma 20 errores no forzados y tan solo defiende un 39% de sus primeros servicios. La rival, a la que había derrotado en los tres careos previos entre ambas, le desborda y accede a la tercera ronda. Quiere Badosa, pero su cuerpo no le deja. “Es una lesión muy delicada y muy lenta”, precisa. “No acabo de estar al cien por cien, pero es algo que no puedo controlar mucho. Poco puedo hacer, es algo del hueso. Lo que depende de mí, las recuperaciones, estoy haciéndolo bien. Intento hacerlo lo mejor posible”, se resigna, pendiente ahora de la gira norteamericana de verano.
Más fuerte, más lesiones
En el circuito WTA, la jugadora de Begur contabiliza 11 abandonos en mitad de un pulso. Dos de ellas han tenido lugar en un Grand Slam, sumando este último de Londres al que se vio obligada en el Roland Garros del año pasado; cuatro veces tuvo que abandonar antes de acabar el partido en 2022. En los últimos tiempos, su carrocería viene resintiéndose con frecuencia y condicionando su juego, que depende en gran medida de la potencia con la que es capaz de impactar sobre la pelota. Alta (mide 1,80) y de considerable envergadura, de dos años aquí ha transformado su cuerpo de manera sensible mediante muchas horas de gimnasio. Está más fuerte, más fibrosa, pero paradójicamente los percances son recurrentes.
Presente las dos últimas ediciones en los octavos, en esta ocasión se cae temprano del cartel y la representación femenina pierde su última bala; por primera vez desde 2014, no habrá ninguna española en la tercera escala del torneo. Por supuesto, Badosa no competirá en el dobles mixto junto a su pareja, el griego Stefanos Tsitsipas, al que apoyaba la velada anterior desde la grada. “Lo había dado todo para estar aquí”, lamenta. “Como he dicho, he intentado apurar, y me duele un poco más porque me veía en buena forma”, agrega. Campeona hace dos cursos en Indian Wells y número dos del mundo hace poco más de un año, hoy día es la 35ª e intenta rebelarse contra el infortunio. No jugó en Australia, tampoco en París y de Wimbledon se marcha dolida.
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