Red Bull y Max Verstappen dejan en evidencia a su competencia, bien sea con el cronómetro en mano o con el programa de diseño, lápiz en el caso de la escudería del búfalo rojo y de Adrian Newey, el gurú de la aerodinámica que marca el paso en la Fórmula 1 contemporánea. El holandés machaca domingo sí y domingo también, en la misma medida que el monoplaza que conducen él y Checo Pérez va camino de destrozar todos los registros.
En Silverstone, el actual campeón se adjudicó el sexto triunfo consecutivo y el octavo en lo que va de curso, subido a su RB19, el bólido total. Entre sus victorias y las de Pérez (dos) acumula un total de diez, y está a una de la plusmarca absoluta de once que encadenó el legendario McLaren MP4/4, con el que Ayrton Senna y Alain Prost protagonizaron, en 1988, una de las grescas más famosas de la historia. El récord podría batirse en Bélgica, el último fin de semana de julio, en la última cita entes del parón de verano.
Los números de Verstappen son la envidia de la parrilla y los de su coche de los demás ingenieros, hasta el extremo de haber generado una corriente de admiradores que ha basado las actualizaciones implementadas a lo largo de la temporada con el Red Bull como modelo. El triple salto mortal con pirueta dado este año por Aston Martin fue el primer indicativo de ello.
La segunda plaza de Lando Norris, el primer podio de McLaren en este 2023, es la constatación de una tendencia que compacta un poco más una zona media de la tabla ya de por sí tremendamente apelotonada, en la que Fernando Alonso (séptimo) y Carlos Sainz (décimo), cada vez lo pasan peor para subirse al cajón. La fiesta para la estructura papaya hubiera sido completa de no ser por el ‘safety’ provocado por la avería de Kevin Magnussen (vuelta 33), que privó a Oscar Piastri (cuarto) de servirle a la formación británica su primer doble podio en dos años. Números al margen, la prueba más visual de ello fue la deliciosa defensa que Norris fue capaz de hacer ante el feroz ataque de Lewis Hamilton (tercero), a pesar de disponer de unas gomas menos adecuadas, cuando el coche de seguridad relanzó la carrera (38º giro). “Este McLaren es un cohete, chicos. ¡Qué velocidad tienen!”, dijo Hamilton, por la radio, nada más cruzar la meta, justificándose por no haber podido echarle el guante a su compatriota.
El paso adelante de McLaren se cimentó en Austria, la semana pasada, y se estableció en Gran Bretaña. En el Red Bull Ring, Norris recibió un primer paquete de mejoras aerodinámicas, a imagen y semejanza del perfil del Red Bull. Al rediseño de los pontones se le unió el fondo plano, la cubierta del motor y hasta los aleroncitos que sobresalen del halo, la protección de la cabeza. Esas piezas no estuvieron listas en Spielberg para Piastri, que las recibió este fin de semana: el sábado, el novato australiano se posicionó el tercero en la parrilla en su mejor cronometrada en la F1, y el domingo habría descorchado el champán de no ser por la barbacoa que organizó Magnussen en el propulsor de su Haas. En Silverstone, Norris recibió una segunda remesa de piezas que su vecino de taller muy probablemente pueda incorporar dentro de dos semanas, en Hungría.
“No sé por qué me colocaron las gomas duras, la verdad. Puede que me quisieran poner un poco más nervioso”, reconoció Norris, ante una hinchada completamente entregada a él. “Seguramente los compuestos (blandos) tenían un poco más de sentido. Deberíamos haber terminado el segundo y el tercero. Es una pena porque Oscar se lo merecía”, remachó el joven de Somerset, que ya lleva dadas varias vueltas al mundo a pesar de tener solo 23 años.
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