Así nacen las grandes historias, cuando uno menos se lo espera y donde probablemente menos confiaba en que pudiera suceder. Ocurre ahora en Londres, donde la grada inglesa ovaciona a Marketa Vondrousova, ya última campeona de Wimbledon. Checa, discreta, contenida. Feliz con su distinguida bandeja metálica. Solo los muy aficionados habían oído hablar de ella, una tenista que compite con uno de esos novedosos motores eléctricos que no hacen ruido, tan silenciosos. Pero que tiran. Detrás, muchas lesiones, otra de esas carreras al borde de la ruina. Pero, así lo expresa Ons Jabeur, derrotada otra vez, doble 6-4 en 1h 20m: “Este es un viaje duro, esto es tenis”.
A la tunecina, finalista el curso pasado, se le escapa la lágrima durante el parlamento porque se le ha esfumado otra oportunidad, la tercera en un gran escenario. Cedió el año pasado en la Catedral, cayó luego en Nueva York y vuelve a irse de vacío. Un palo tras otro. Ya pesan. “Voy a parecer fea en las fotos, y no quiero que suceda”, dice intentando retener el lloro. “Es la derrota más dura de mi carrera… Pero eres una fantástica jugadora [le dedica a la campeona] y has sufrido muchas lesiones, así que me alegro por ti. No voy a rendirme, volveré más fuerte. Algún día lo conseguiré, os lo prometo”, se dirige a su equipo, que lamenta igualmente desde la grada.
Te lo cuenta Alejandro Ciriza. Puedes leer la crónica completa de la final en este enlace.