Por sorpresa pero con la chequera elástica de otro como argumento, el técnico Carlos Avessidián decidió dejar la selección de Costa Rica después de clasificarla para el Mundial de 2015 de Canadá, su primera gran cita en la historia. Sin tiempo por delante para trabajar, apenas unos meses, desde la federación le ofrecieron el cargo a Amelia Valverde (San Ramón, Alajuela; 36 años), que desde 2011 se había desempeñado como preparadora física en la selección y luego actuó como mano derecha de Avessidián, a pesar de que contaba con solo 28 años. Un reto que aceptó y que le valió el elogio generalizado, pues aunque no festejaron triunfo alguno, sí que empataron ante España y Corea del Sur para después caer por la mínima ante Brasil. Las jugadoras, entonces, fueron recibidas con honores y el fútbol femenino empezó a ser una realidad en la acentuada sociedad futbolera del país, del mismo modo que Amelia fue elevada a los altares. Han pasado ocho años y Costa Rica vuelve al Mundial, de nuevo abriendo boca frente a España; de nuevo con Valverde en el banquillo. Pero lo que antaño eran tiempos de vino y rosas ahora son entuertos, criticada la entrenadora por sus decisiones y resultados, por más que tenga el reconocimiento del país. A ella, todo carácter, tanto le da. Como siempre ocurrió en su vida.
Hija de una jueza y de un policía de tráfico, Amelia tenía claro desde bien niña que lo suyo era el fútbol, pues se aislaba durante los partidos que daban por la televisión, libreta en mano, para coger apuntes tácticos, jugadas de estrategia, virtudes de los futbolistas… Lo demás, lo cotidiano, era aderezo para ella. Así se lo aclaró a su padre con tres años cuando le llevó a una tienda para comprarle un vestido rosa y pomposo, y salió del comercio con un pantalón azul y una camiseta blanca; así se lo certificó a su madre el día que tenía que hacer el examen de admisión para la universidad, pues unas horas antes se la encontró limpiando las botas porque, decía, haría rápido la prueba para llegar a la cancha. La pelota era su vida —coleccionaba los balones del Mundial y de muñecas sólo tuvo la Barbie futbolista— y aunque siempre jugaba con sus primos y su hermano Ernesto, todo cambió cuando su profesor de educación física le dijo: “Usted patea muy bien, ¿por qué no va al equipo de San Ramón?”. Con 15 años, debutó en Primera División. Pasó luego por el Deportivo Saprissa y por el Flores. Y ahí llegó al banquillo.
Despedido el entrenador a media temporada, el club no tenía apenas dinero para pagar a otro, por lo que le ofrecieron a Amelia que cogiera el cargo con apenas 25 años. Aceptó porque le atraía más dirigir que jugar y el tiempo le dio la razón, ahora mandamás de la selección. Con ella al mando, Costa Rica ganó la medalla de oro (2017) y de plata (2018) en los Juegos Centroamericanos; también el bronce en los Panamericanos de 2019; y, claro, el año pasado quedó cuarta en la Concacaf para llegar al Mundial. Méritos que han hecho el fútbol femenino más visible en el país, aunque todavía queda trabajo por hacer, ya que hace unos meses, la federación envió una nota oficial para condenar los abruptos machistas en las redes sociales alrededor de las jugadoras: “Repudiamos de manera contundente los comentarios de violencia de género. Consideramos estos comentarios inaceptables e intolerables…”. Pero este problema no es el único, como bien ha comprobado Amelia.
Resulta que la seleccionadora decidió no incluir a Shirley Cruz, la mejor jugadora de Costa Rica, aludiendo un bajo rendimiento deportivo, al tiempo que tampoco citó a otras cuatro referentes de la plantilla próximas a Cruz. Desde la prensa, críticos, consideran que la seleccionadora ha querido cortar de raíz una voz disonante en el grupo, una posible cabecilla dispuesta a la insurrección. Y la decisión podría marcar su futuro, toda vez que los resultados recientes son muy malos —dos triunfos y dos empates en los últimos 18 envites—. Pero Amelia, admiradora de Mourinho, Guardiola, Klopp y Luis Enrique, aplica su librillo: “El rol del entrenador, de un líder, de un jefe, que alguien esté por encima en el nivel jerárquico es clave”. Y apunta a la condición tica para resolver estos enredos: “Cuando las cosas están más difíciles, cuando estamos en desventaja, sacamos el ADN, el Pura Vida. Lamentablemente, nos gusta sufrir de más a veces. Pero con el fútbol tenemos una herramienta para poder representar al país, para poder luchar porque nosotros no tenemos un ejército”. Y ante las críticas, recuerda: “Somos 211 federaciones en la FIFA y tenemos el privilegio de estar dentro de las 32. A veces no valoramos lo que podemos hacer”. En su caso, por carácter, lo que quiere.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Suscríbete para seguir leyendo
Lee sin límites