El exdelantero inglés Gary Lineker dejó un epítome para la posteridad en el Mundial de Italia 1990, pues tras caer contra la Mannschaft en semifinales acertó a decir: “El fútbol es un deporte en el que juegan 11 contra 11 en el que siempre gana Alemania”. No sucede así en el fútbol femenino, donde Estados Unidos rechaza el axioma, hasta ahora la más laureada. Ocurre que esta Copa del Mundo está más abierta que nunca, pues hay siete candidatas para el cetro. Estas son, además de España, las selecciones más fuertes.
La gloria de Estados Unidos. La mitad de los Mundiales son suyos, cuatro de ocho (1991, 1999, 2015 y 2019), y nunca se ha quedado apeada del podio. Nombres como Mia Hamm, Michelle Akers, Abby Wambach, Kristine Lilly, Carli Lloyd y Megan Rapinoe engalanan una lista dorada de futbolistas que impusieron su ley. Así, bicampeona actual, la selección norteamericana puede hacer historia porque nunca nadie ganó tres Mundiales de forma consecutiva. Lo intentó Italia en 1950; Brasil se quedó con las ganas en 1966; y Alemania, ya en versión femenina, falló en 2010.
Sucede que el grupo de Vlatko Andonovski está en un periodo de transición, equipo rejuvenecido que cuenta, en cualquier caso, con futbolistas universales. Como Alex Morgan —”nació para los grandes momentos”, le piropea el seleccionador—, la delantera Sophia Smith y la mediapunta Kitty. “Este equipo es el mejor que hemos tenido”, dice Morgan. Suya puede ser la gloria.
La ocasión de Francia. La llegada del experimentado seleccionador Hervé Renard —ha dirigido los equipos nacionales masculinos de Zambia, Angola, Costa de Marfil, Marruecos y Arabia Saudí— ha desatado las ilusiones en las Bleues, hasta ahora cuartofinalistas como mejor resultado en un Mundial (en casa, en 2019). Más aún después de pisar las semifinales en la pasada Eurocopa. Celebra Renard que puede contar con la sensacional defensa Wendie Renard —es, curiosamente, la séptima mejor goleadora de la selección con 34 dianas—, además de Eugénie Le Sommer en ataque. Otros nombres destacan: Peyraud-Magnin, Selma Bacha, Sandy Baltimore y Oriane Jean-François. Muchas figuras que podrían haber sido más de no caerse por lesión la delantera Katoto y la centrocampista Amandine Henry. “La velocidad es importante en el fútbol moderno. Quiero un centro del campo con jugadoras jóvenes para aportar dinamismo. Hay que mostrar una actitud ganadora, presionando bastante arriba. En el fútbol hay que ser eficaces”, receta Renard.
El binomio Marta-Brasil. La Verdeamarelha jamás se ha perdido una cita mundialista, potencia del balón que, sin embargo, no manda sobre el tapete, acaso en 2007 cuando el tridente ofensivo formado por Marta, Cristiane y Formiga llevaron al equipo a la plata tras vapulear a Estados Unidos (4-0) en semifinales. Pero desde entonces no han dicho ni mu, incapaces de superar la fase de grupos. Marta, recuperada ya de su rotura de ligamentos, se mantiene de pie en el equipo, “ella es la selección” recuerda la seleccionadora Pia Sundhage. Junto a la atacante estará Debinha, el dribling y la técnica, sexta mejor jugadora en el pasado The Best. De ellas depende que Brasil se corone de una vez, siempre aspirante y nunca campeona.
El gen competitivo alemán. El tesón de Alemania no tiene parangón, campeona en 2003 y 2010, finalista en 1995 y semifinalista en 1991 y 2015. Llega al certamen, además, en combustión porque se quedó segunda en la pasada Eurocopa. Con una fase de clasificación casi inmaculada —nueve triunfos y una única derrota—, las germanas aspiran a recuperar el trono. Siempre a las órdenes de Voss-Tecklenburg, que exige un fútbol de esfuerzo y velocidad, de ida y vuelta con el físico como bandera, y el pie de la delantera Alex Popp, escogida por Kicker la personalidad del año en Alemania tras Lewandowski, Hansi Flick y Klopp. Precisamente, Popp marcó en todos los encuentros de la pasada Eurocopa a excepción de la final, ausente por lesión.
Inglaterra al alza. No hay mejor liga femenina que la inglesa y el barbecho y la siembra ya ha dado sus frutos, pues llega al Mundial con el laurel dorado obtenido en la pasada Eurocopa. El conjunto de Sarina Wiegman destila toque y velocidad, también unas transiciones de arrea, siempre con Keira Walsh en la sala de máquinas, futbolista que en el curso anterior rompió el récord por un traspaso, pues el Barcelona pagó alrededor de 350.000 euros al Manchester City. Es el pulso del equipo, el diapasón al que se mueve también su compañera en el eje Kirby. Por el costado derecho está Lucy Bronze, carrilera de luces largas que agita los encuentros. Un señor equipo que, sin embargo, echará de menos a la goleadora Beth Mead, lesionada. Semifinalista en 2019 y tercera en 2015, es la ocasión de las pross.
Suecia, la segundona. Como Poulidor en bicis o Mamola en motos, Suecia es por ahora la eterna segundona en los Mundiales, pues ha subido al podio en cuatro ocasiones (1991, 2003, 2011 y 2019) sin festejo alguno. Y llega a la cita con luces y sombras, subcampeona de los pasados Juegos Olímpicos —por penaltis ante Canadá— y capaz de alcanzar las semifinales en cinco de los seis últimos grandes torneos que ha disputado, aunque en la Eurocopa cayó ante Inglaterra por un expresivo 4 a 0. La delantera Blackstenius, acompañada por Asllani y Rolfo, pretenden cambiar el sino del equipo de Peter Gerhardsson, más inclinado a las transiciones que al fútbol asociativo.
Otras candidatas. Hay un elenco de selecciones que también podría dar la sorpresa en el torneo, equipos con armas para competir contra el más pintado. Caso de Canadá, que pretende sacudirse de encima el gafe, pues ha subido al podio en las tres últimas citas olímpicas —actual campeona— pero nunca lo ha hecho en un Mundial. Otra selección es Noruega, que busca reverdecer tiempos pasados, campeona del mundo en 1995 (finalista en 1991 y semifinalista en 1999 y 2007), con futbolistas de la talla de Ada Hegerberg y Caroline Graham Hansen. Y también está Países Bajos, subcampeona mundial en el torneo postrero y supeditada a la puntería de Fenna Kalma.
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