Muchas historias conviven en un Open Británico. Por ejemplo, un mano a mano entre Rory McIlroy y Jon Rahm, números dos y tres del mundo, con Justin Rose como invitado de la pareja en el turno matutino en Royal Liverpool. El recorrido de 18 hoyos junto al norirlandés y el español es la atracción en la segunda jornada, y así lo demuestra la riada de aficionados que sigue el partido del primero al último paso. Durante cinco horas, el grito de Go, Rory! va subiendo en decibelios y en variaciones del estribillo conforme la cerveza inunda el cuerpo de los improvisados cantantes. No falta tampoco la exclamación de Go, Rahmbo!, con alguna versión en castellano (el tradicional ¡vamos!) y menos numerosas son las interpelaciones a Justin Rose. Es curioso: el aplaudímetro se traslada a la clasificación del trío. El más vitoreado, McIlroy, termina la jornada con -1 en el global, a un buen trecho del líder del Open, el estadounidense Brian Harman (36 años), que ha abierto distancia con el pelotón, jefe con -10, como si fuera un fugado al que no consideraban peligroso para la general. Vaya si lo fue, y ahí está su soberbio eagle en el 18. Fleetwood le observa de lejos con -5, por el -4 de Sepp Straka y el -3 de Min Woo Lee, Shubhankar Sharma y Jason Day.
Para encontrar a Rahm hay que bajar varios puestos, hasta el +2, al filo incluso de no pasar el corte, aunque el vasco miraba hacia arriba en la tabla en lugar de al fondo; y Rose hizo las maletas con +6. Quien no llama la atención, sigiloso y humilde, y ni siquiera se concede él mismo todo el mérito que tiene, es Adrian Otaegui, que con +2 en el día y -2 en el total continúa en los puestos nobles, séptimo. Para él, por ahora, no hay cánticos ni aficionados ebrios. No los hubo esta vez tampoco para Scheffler, que padeció hasta el último segundo para llegar al fin de semana (+3) después de una jornada con seis bogeys y un birdie en el 18 con una escapatoria de maestro desde un búnker. El mismo sudor que el defensor de la Jarra de Clarete, Cameron Smith, salvado sobre la campana con un eagle en el 18 (+2).
Hoyo 1. La hinchada rompe palmas con el birdie de McIlroy, que borda el tiro desde la calle. Que vayan sirviendo la primera consumición. Jon Rahm resiste en los primeros hoyos, sin grandes opciones para descontar golpes pero también sin grandes sustos. En el 3, un putt muy corto de McIlroy burla el hoyo por milímetros. Un ooohhh recorre las cuerdas. Habrá que ahogar las penas. En la parada del 5, el primer par cinco de la jornada, por fin Rahm se estrena recortando un impacto a la tarjeta después de la secuencia de par, par y bogey en los pares cinco del jueves. En el mismo plató, la bola de McIlroy visita uno de esos búnkers revestidos con una pared empinada y el norirlandés regala una sacada magistral. A Rahm el birdie le ha enchufado, y en el 6, par tres, convierte otro putt de media distancia para meterse en faena. Los nueve primeros hoyos los cierra McIlroy con otra actuación de cirujano desde una loma, una curva que tocó bandera, pero Rahm patina y carga con un bogey. El castigo para el de Barrika es doble al errar un putt corto en el 10. El desvío encendió al vasco. Fuck!, grita.
Llegan las curvas. Ahí estaba la amenaza del corte, y además el viento comenzaba a azotar con más dureza. Rahm echó mano, dijo después, de “la lucha”. En el 12 salvó el par después de visitar el rough de la derecha y golpear en mala posición, para conectar después un tercer golpe que le animó a seguir dando brazadas. También se recuperó de un mal impacto en el 14 para chipear y salvar un putt delicado. Aprovechó el par cinco del 15 con un bingo de media distancia. Evitó la penalización en el 16 tras un paseo por el búnker. Salió del 17 con un birdie muy jugoso en la mochila, en un par tres muy pinturero con el green en alto. Y en el 18… cuando Rahm se encaminaba al último hoyo del día, un par cinco, en su mente estaba enlazar otro birdie y situarse en el par en total, con pradera por delante para la remontada. Pero de la ambición a la decepción porque de esa última parada salió con un doloroso tripateo para el -1 en la ronda y +2 en el acumulado. Aun así, 17 cortes seguidos superados en los grandes.
“Una pena el putt del 10 y el 18″, explicó Rahm; “el resto ha sido buen día, aunque no le ha dado particularmente bien con los hierros. He salvado buenos pares y he mantenido la vuelta. El campo estaba más difícil, más duro, con más viento. Con estos greens pequeños y con poco margen hay que darle muy bien y con el viento es complicado”. A su lado, McIlroy acabó como empezó, con birdie en el 18. Más aplausos y más tragos de cerveza.
Sin tanto ruido alrededor, Otaegui firmó 16 pares y dos bogeys, consecutivos, en el 11 y el 12. Había partido muy temprano, a las 7.30, pero aún así el de San Sebastián lucía camiseta corta. De par en par se movió, a media vuelta del birdie en el 6 y con la regularidad como norma. “Desde el tee he pegado muy bien, solo me he metido en un búnker de calle, a la derecha, en el 12. Es verdad que hasta los últimos hoyos no he tenido putts de birdie. He jugado bien de tee a green aunque podía haber jugado mejor en el green”, resumió. Su séptimo puesto es de matrícula para quien hasta ahora solo ha jugado 14 vueltas en un grande, con cuatro cortes fallados y un 65º puesto en el PGA de 2018 como mejor nota. Su llamada a la puerta de la Ryder cada vez suena con más fuerza.
Fuera del corte aparecieron en la tabla el resto de españoles: Pablo Larrazábal (+4), el amateur Josele Ballester (+5), Nacho Elvira (+7), Alejandro Cañizares (+12), Jorge Campillo (+14) y Adri Arnaus (+21). También, Phil Mickelson (+9), Justin Thomas (+11) y Dustin Johnson (+13).
Clasificación del Open Británico.
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