Buena preparación de las aperturas, comprensión profunda de la estrategia, olfato afinado para la táctica, gran capacidad de cálculo, sangre fría propia de un desactivador de bombas y buen estado físico y psicológico. Todas esas virtudes describen a un ajedrecista excelente, pero falta una esencial si hablamos de triunfar contra adversarios de élite: precisión que recuerda a la de las computadoras.
Magnus Carlsen la posee, sin duda alguna, y por eso lleva doce años como número uno indiscutible. En la partida de este vídeo la exhibe con impresionante brillantez frente a un rival de alcurnia, el francés Maxime Vachier-Lagrave. Y lo hace desde la apertura, aprovechando un descuido del galo. Luego mantiene su ventaja con gran vigor. Y culmina su obra maestra con un remate espléndido.