La australiana Mollie O’Callaghan, de 19 años, acabó la final de los 200m libres por delante de Ariarne Titmus y Summer McIntosh —dos de las mejores nadadoras que existen— y batió el récord del mundo que detentaba Federica Pellegrini desde 2009. Ya no se usan los bañadores de poliuretano de cuerpo entero que hasta aquel año facilitaron el deslizamiento, y la fase subacuática de los virajes ahora es mucho más larga, en este caso mucho más larga que las cortas emersiones que utilizó Pellegrini, que en los virajes salió a la superficie tras solo cinco metros de nado subacuático. O’Callaghan nadó por debajo del agua 12,5 metros en la salida, 9,25 en el primer viraje, 8,7 en el segundo, y 8,5 en el último. Además, O’Callaghan supo utilizar a Titmus, su compañera de entrenamiento, como liebre. Manteniéndose a la distancia, aprovechó la ola producida por Titmus y poco a poco, con parciales (26,93, 29,01, 28,80 y 28,11) que denominamos técnicamente como negativos, construyó el récord. Tener como referencia a Titmus, vigente récord del mundo de 400m libres, es algo que no ocurre todos los días. Titmus aprovecha la gran amplitud de sus brazadas y sus subacuáticos son cortos; O’Callaghan, de brazos más cortos, practica un crol deslizante y alarga el nado bajo el agua. Es difícil imaginar cómo gestionará el entrenador Dean Boxall a dos nadadoras con formas de nadar técnicamente distintas que van a competir por los mismos objetivos en los próximos Juegos de París.
El Mundial coronó a Léon Marchand como al nuevo rey del nado subacuático. En su carrera del récord de 400m estilos, el francés recorrió sucesivamente 13,7 metros bajo el agua en la salida, y 10,6, 11,1, 12,0, 10,2, 10,2, 10,0 y 13,8 en cada viraje. Total, 91,6 metros subacuáticos de 400. Para aprovechar esta técnica, hay que ser capaz de mantenerse en apnea. Dependiendo de la distancia y la velocidad, puede prolongarse a unos cinco segundos. La pregunta es por qué no todos los nadadores lo hacen igual. La respuesta no es fácil y a pesar de que nuestro grupo de investigación lleva años estudiando esta técnica es necesario un análisis cinemático e hidrodinámico muy minucioso. Nadar por debajo del agua a más de un metro de profundidad elimina casi por completo el efecto de la resistencia de oleaje, y por tanto se produce menor resistencia que en la superficie. La ondulación del cuerpo y las piernas, en algunos nadadores produce una estela de vórtices ordenados que generan la propulsión de una forma similar a los peces y delfines. Pero esto no se consigue sin una extraordinaria flexibilidad de los tobillos, hiperextensión de rodillas y una correcta sincronización de las acciones verticales de la onda que recorre el cuerpo durante este movimiento. Todos estos aspectos definen la técnica de Marchand y de otros nadadores muy rápidos bajo el agua sin que exista una única técnica.
Si este campeonato nos mostró que el nado subacuático es decisivo, y también mostró lo contrario. En las finales de 50m libres masculino y femenino, dos nadadores, Cameron McEvoy y Sarah Sjöström, ambos de 29 años, realizaron la salida con un subacuático de 10,7 y 11,3 metros. No fue la salida más rápida de los participantes en la final. Luego en los siguientes metros remontaron hasta sacar casi un cuerpo al resto. Saber cuál es el límite de cada uno para no perder velocidad es clave. Que Sjöström haya nadado dos veces bajo el récord del mundo con 29 años no tiene precedentes en este deporte. Y que McEvoy consiga el oro sin haber participado en un campeonato importante desde 2017 —su mejor marca en 50m libres se remonta a 2016— también es infrecuente.
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Raúl Arellano es responsable del laboratorio Aquatics Lab de la Universidad de Granada.
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