Nada más acabar el encuentro ante Japón, una derrota de difícil digestión porque España no pudo decir ni pío ante las contras rivales relatadas con cuatro goles, el seleccionador Jorge Vilda reunió a las futbolistas en un improvisado corrillo a pie de césped. Su mensaje fue diáfano, pues tocaba admitir los errores y la superioridad del rival al tiempo que había que reconvertir los pensamientos negativos en lo que está por llegar, focalizarse en no volver a cometer el mismo error.
Y eso, ante Suiza, oponente que enfrentarán el sábado en octavos de final (7.00, La1), no puede suceder de nuevo porque sería el sanseacabó para España. El rival presumiblemente planteará un duelo similar, porque no quiere la pelota sino que se expresa con las contras, porque se abriga en su casa para expresarse puntualmente en el área contraria. Un aviso que dolió a las jugadoras de la selección, abatidas tras el envite, aunque reconfortadas porque entienden que es un tropiezo y que tienen fútbol, también el respaldo de la federación como les aclaró el presidente, Luis Rubiales.
Acabado el choque, la selección tomó el autobús y regresó al hotel Movenpick, el que les asignó la FIFA desde el día antes hasta el día después del choque ante Japón. “El ambiente estaba tristón porque no solo dolía la derrota, sino por cómo se había producido”, cuentan quienes estuvieron en el comedor del hotel, donde se reunieron de nuevo todas las jugadoras. “Había pocas ganas de hablar y muchas de irse a la cama”, añade otra voz autorizada. Pero por ahí apareció Rubiales, que se dirigió a todas para expresarles su apoyo y confianza, para recordarles que España ganó el Mundial de Sudáfrica 2010 tras caer en el partido inaugural ante Suiza, para señalarles que su camino en esta Copa del Mundo no se ha acabado.
Bríos que comenzaron a hacer eco por la mañana en el desayuno, también en el entrenamiento matinal, donde las titulares hicieron recuperación y poco más, a la vez que las suplentes se ejercitaron con normalidad bajo las órdenes del cuerpo técnico de Vilda y la mirada de Rubiales, sentado en una silla en el borde del campo junto a Rafa del Amo, vicepresidente de la federación, además de dos personas del gabinete presidencial. No había declaraciones ni más palabras como tampoco las hubo el día después de los otros dos encuentros, entonces triunfos categóricos sobre Costa Rica y Zambia. Acabada la ducha, todas tenían fiesta hasta la hora de comer del día siguiente [aunque ya en el hotel James Cook, que les resulta más cómodo], horas de asueto y de estar con los seres queridos, tanto que podían dormir fuera del hotel. “La conciliación familiar, el hecho de que hayan venido los padres, hermanos e hijos de las jugadoras, ha creado un ambiente espectacular”, cuentan desde la federación. “La verdad es que después de las tensiones del pasado —cuando 15 futbolistas decidieron no ser convocables por la selección por desavenencias con la federación al entender que faltaba profesionalismo—, que las jugadoras puedan estar con los suyos, que las familias de todas se unan, ha hecho que todo haya sido más fácil”, amplía otra fuente autorizada. Y, por lo visto hasta ahora, aunque quedan cosas en el tintero, el grupo se ha cohesionado en pro del objetivo común de llegar lo más lejos posible en el Mundial. Pero deben hacerlo mucho mejor que ante Japón, una pifia, un duelo en el que España tuvo la pelota pero no los argumentos, equipo de paja con el balón en los pies.
“Estos partidos escuecen mucho. Es la mayor derrota desde que estoy de seleccionador”, convino con pesar Vilda. No le faltaba razón, porque la mayor caída desde que asumió el cargo, tras el Mundial de 2015 como relevo de Ignacio Quereda, fue por tres goles en un amistoso de 2019 contra Polonia (0-3), al tiempo que en otras cinco ocasiones perdió por dos tantos (Alemania, Noruega, Inglaterra y Francia dos veces). Una zancadilla de época, pues la última derrota más sonora que la cosechada en el Regional Stadium de Wellington fue allá en 2012, en la fase de grupos para la Eurocopa en la que la selección perdió 0-5 ante Alemania.
La rabia de Aitana
Sucedió, en cualquier caso, que Japón fue como el lobo feroz en el cuento de Caperucita, más fuerte, más veloz, más hambriento. Vilda no dio con la tecla ni en el inicio ni en la corrección. “Con los cambios, buscábamos tener profundidad con Alba y abrir las extremos a pie natural para rematar centros que no han llegado”, admitió con una subida de hombros el seleccionador. Tampoco se rebeló el equipo. Acaso una enrabietada Aitana, como cuando cogió la pelota de la red tras el tercer tanto para plantarla en el círculo central al tiempo que bramaba de rabia por la imagen y el fútbol; acaso una líder como Paredes, que gritaba para azuzar a un equipo que ya estaba con la cabeza gacha y los brazos caídos. Poco más el resto. Ni tan siquiera una Alexia que desde que llegó al Mundial se ha quedado afónica, más allá del escueto y educado saludo a los medios acompañado de una media sonrisa. Esa que no enseñó tras la estocada nipona. Ni ella ni nadie, al punto de que a Jenni Hermoso y a Misa, entre otras, les faltó bien poco para desparramar unas lágrimas.
Un cachiporrazo de Japón que, con su defensa ensamblada cerca del área y sus contras, ha puesto en jaque lo que se dio por hecho, como que España estaba para algo grande, ahora exigida a redefinirse ante Suiza, también a patentar un fútbol que no empequeñezca ante las estrecheces del bloque bajo.