Tras la decisión de la FIFA de conceder la organización del Mundial 2030 a España, Marruecos y Portugal se esconde la oportunidad que el organismo internacional encontró para satisfacer a todos los actores implicados. A los de la candidatura ibérica y su vecino Marruecos, sobre todo, pero también a los de la candidatura impulsada por Uruguay, Argentina, Paraguay y Chile, la única nación que quedó descolgada de un acuerdo a tres bandas, la única realmente infeliz.
La noticia desvelada el miércoles por el organismo rector del fútbol mundial contenta especialmente a España, que vio peligrar sus opciones de ser la sede principal del torneo tras la explosión del caso Rubiales. Alegra por extensión a sus socios: Portugal y Marruecos; y otorga un premio de consolación a Uruguay, Argentina y Paraguay, que acogerán el partido inaugural (en Montevideo) y los partidos de estreno de sus respectivas selecciones.
La realidad de cada una de las dos candidaturas, la euroafricana y la sudamericana, además de la retirada de Arabia Saudí, es lo que ha permitido que la elección de la sede mundialista no tuviera que ser sometida a votación por las 211 federaciones que componen la FIFA, como es habitual. Sudamérica no tenía músculo económico para sostener su proyecto y el liderado por España estaba muy afectado a ojos de la comunidad internacional por el caso Rubiales y también el caso Negreira.
El pacto alcanzado y aprobado por el consejo de la FIFA el miércoles favoreció que quedara una única candidatura, aquella que impulsó España desde 2018, con el entonces presidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF) Luis Rubiales y el apoyo desde el primer momento de Pedro Sánchez, que llegó a la presidencia del Gobierno poco antes de que empezara a andar el proyecto.
Sánchez, destacan fuentes del Ejecutivo, ha tenido un papel muy destacado en toda la trayectoria de la candidatura en la que hay otros nombres políticos muy implicados, como José Manuel Albares, ministro de Exteriores, Miquel Iceta, de Deportes, y Víctor Francos, su número dos y un hombre clave en la resolución de la crisis Rubiales, que a punto estuvo de dar al traste con la candidatura cuando ya estaba todo listo para rematar la elección.
La adjudicación de un mundial tiene siempre un gran trasfondo geoestratégico, aunque es el mundo del fútbol el que toma la decisión final, pero con un apoyo económico muy fuerte de los Gobiernos que respaldan las candidaturas. Fue Sánchez el que dio un giro a las opciones de España y Portugal al incorporar a Marruecos, por sorpresa, en un viaje oficial a Rabat en noviembre de 2018. Entonces España y Marruecos tenían muy buena relación. La inclusión de un país africano y árabe hacía de la candidatura una opción casi imbatible, señalan fuentes del Gobierno. Pero llegó la crisis política entre España y Marruecos, que llevó a la retirada de la embajadora marroquí y que no se resolvió hasta que Sánchez dio un giro a su política sobre el Sáhara: cambió a su ministra, Arancha González Laya, por José Manuel Albares, que logró recomponer las relaciones con ese cambio respecto al Sáhara. Ahí Marruecos volvió a entrar con fuerza en la candidatura, y los votos africanos y árabes que arrastra, sumados a los europeos que tienen España y Portugal, daban un impulso tal a la candidatura que Arabia Saudí, un rival muy fuerte, acabó retirándose. <NO1>Albares ha hablado de este asunto muchas veces con su homólogo marroquí, Naser Burita, y Sánchez también lo ha hecho con el rey Mohamed VI.
Pero cuando todo parecía hecho, el todavía presidente de la RFEF Luis Rubiales besó a la futbolista Jenni Hermoso y el Gobierno español, al ver los editoriales de la prensa internacional, que se escandalizó con el asunto, temió perder el Mundial. El Ejecutivo se movió para intentar que cayera Rubiales —finalmente lo logró— y también para apaciguar la crisis de las jugadoras con su entrenador y los estamentos de la federación. Con eso resuelto, Sánchez y Gianni Infantino, presidente de la FIFA, se citaron en Nueva York en plena cumbre de la ONU para intercambiar impresiones sobre la candidatura.
El presidente, según fuentes del Gobierno, le dio garantías del apoyo total del Ejecutivo a la propuesta liderada por España y de que las aguas se calmarían en el mundo del fútbol español después del pacto con las jugadoras y gracias a la mediación de Francos. Infantino no dio garantías a Sánchez, porque la decisión no estaba tomada, pero el presidente volvió de Nueva York con muy buenas vibraciones, y este jueves en Granada se mostraba eufórico: “Esta cumbre de Granada y la decisión de la FIFA sobre el Mundial 2030 demuestran el peso específico de España, son un reconocimiento internacional a cómo estamos haciendo las cosas”, aseguró.
Finalmente, la candidatura única que abrazan España (se quedará con una gran parte de las sedes), Portugal y Marruecos ha sido tan fuerte que ha evitado que en diciembre de 2024 el fútbol mundial tuviera que someter a sufragio la designación de la sede para la Copa del 2030.
La solución ha permitido a la FIFA no incurrir en el agravio que cometió el Comité Olímpico Internacional cuando concedió los Juegos del Centenario de 1996 a Atlanta —sede de Coca-Cola y su principal patrocinador—, y no a Atenas, que organizó los de 1896. El romanticismo del regreso a donde todo empezó ha pesado mucho en la decisión final. Además, el organismo que preside Infantino se ha asegurado la seguridad y la rentabilidad económica con España, Portugal y Marruecos como anfitriones principales.
Más pronto que tarde, aseguran fuentes conocedoras de las negociaciones, los cuatro países sudamericanos —Chile también integraba el proyecto—, se hubieran retirado de la puja por la dimensión económica de la empresa. Se estima que la organización de una Copa del Mundo requiere de unos 1.500 millones de euros de inversión, la mayoría procedentes de las arcas públicas. El propio presidente de la Conmebol, el paraguayo Alejandro Domínguez, admitió el miércoles la imposibilidad para Sudamérica de organizar el Mundial al completo: “Si esto hubiera sido una competencia donde nuestros gobiernos tenían que comprometer los fondos que hoy comprometen los países para ser sede, creo que hubiera sido una propuesta irresponsable de nuestra parte y creo que tampoco hubiéramos podido”, explicó Domínguez.
La estrategia de Domínguez y la Conmebol ha estado basada en una negociación interpretada como una carrera de fondo y de concesiones que ha desembocado en el pacto final. Primero, cuando se amplió el Mundial a 48 selecciones arrancaron una plaza más para Sudamerica. Luego, incidieron en la idea que finalmente triunfó: la del partido inaugural en Montevideo, en conmemoración de aquel celebrado en 1930, y la de un partido en Argentina y otro en Paraguay.
Además, la Conmebol, ante la dimensión internacional que adquirió el caso Rubiales, jugó fuerte sus bazas para dar el golpe final y acelerarlo en el último mes. Alegó que siempre se le achaca al fútbol sudamericano violencia en los estadios y malas formas y ahora la federación española, que lideraba la candidatura euroafricana, estaba envuelta en dos escándalos mayúsculos, incluido el caso Negreira.
La propuesta final fue aceptada por el presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin y por el vicepresidente primero, el portugués Fernando Gomes, implicado directamente en el proyecto. Ambos han sido fundamentales para que el fútbol europeo no se dividiera en el apoyo a la candidatura. El peso de Marruecos tanto en África como en la FIFA también ha sido decisivo para que el proyecto no perdiera fuerza, pese al tsunami que arrasaba a la federación española.
El mandato de la FIFA de que para la elección de la Copa del Mundo de 2034 primará la rotación de continentes también despejó el camino para Arabia Saudí, que ya había retirado su candidatura para 2030. Será pues el 2034 el turno de Asia y Oceanía, así que los saudíes no tendrán oposición porque ni Australia ni Nueva Zelanda tienen intención de postularse. Con este paisaje, la FIFA organizará dos congresos en 2024 en los que se ratificará que la Copa del Mundo de 2030 se disputará en España, Portugal y Marruecos y la de 2034 en Arabia Saudí.
Una vez ratificadas las candidaturas comenzará un largo proceso para la elección de las sedes. La FIFA tomará la mayoría de decisiones y asumirá el peso organizativo. Los comités organizadores locales han sido eliminados y han dado paso a una sociedad creada por la federación internacional que obrará sobre las sedes y los estadios que acojan los partidos, los patrocinadores, los hoteles para las selecciones, los campos de entrenamiento. Este modelo, que pretende evitar corruptelas, fue ya instaurado en el Mundial de Qatar y antes fue implementado por Infantino para las Eurocopas cuando era director general de la UEFA.
Entre los requisitos que exige la FIFA a las candidaturas se encuentra el de tener disponibles al menos 14 estadios y un máximo de 20, de los cuales siete de ellos ya deben estar construidos. Además, cada candidatura deberá ofrecer 72 campos de entrenamiento para que puedan escoger las 48 selecciones participantes.
El estadio de la final debe tener un aforo de 80.000 personas como mínimo. El elegido, aunque no es oficial, es el Santiago Bernabéu. La flamante remodelación que ahora se está rematando, la condición del Real Madrid como club fundador de la FIFA y la buena relación existente ente Florentino Pérez y Gianni Infantino han sido decisivas. El partido inaugural se celebrará en el estadio Centenario de Montevideo.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Suscríbete para seguir leyendo
Lee sin límites