Sensible, sonriente y resiliente. Pero no todo fue tan sencillo para él. “He sido poco feliz jugando al fútbol”, explica Bojan Krkic (Linyola, Lleida, 33 años) a EL PAÍS antes del estreno de su documental dirigido por Oriol Bosch y producido por Raül Llimós, NSN y Rakuten TV: Bojan Krkic: Más allá de la sonrisa. Aunque no siempre pudo mantenerla. “Muchos momentos me quitaban la sonrisa, y en muchas etapas he dejado de ser feliz”, asegura el exjugador del FC Barcelona. Fue un chaval precoz, una estrella meteórica con la presión mediática de ser “el nuevo Messi” dentro de un vestuario de grandes figuras, lleno de hostilidad y competitividad. Messi, Ronaldinho, Deco, Eto’o. Bojan tan solo era un niño de 17 años que se autoprotegía.
”Esa época era dura para los jugadores jóvenes, pero necesaria. El vestuario debe ser algo íntimo y que, cuando entres ahí, te sientas un privilegiado. No sé si los chicos ahora cuando suben al primer equipo se sienten así, y para mí hace que muchas cosas no se valoren”, confiesa Bojan. Él tenía el apoyo de la afición, de Frank Rijkaard y de algunos de sus compañeros. Pero la ansiedad por la fama repentina, las expectativas desbordantes, la soledad y el desasosiego de alguien que se fue de su hogar de forma prematura apabullaron al joven futbolista. Ahora es el coordinador del área de fútbol del club azulgrana donde hace un seguimiento de los jugadores cedidos. Les da confianza, confort y consejos.
”Ser sensible es una virtud. Pero en aquel momento era demasiado, y me llegó a afectar por lo que estaba viviendo”, recuerda Bojan de su paso por el vestuario azulgrana. Llegó al primer equipo en 2007. La contradicción de un tipo sensible con la necesidad de un ambiente duro para forjar personalidad. El primer día que entró en el vestuario no se atrevió a levantarse a coger una botella de agua: “Tenía sed, pero estuve una hora sentado. Quizás es demasiado. Pero para mí levantarme y tener la libertad de moverme por allí era algo que no sentía”. Su timidez no debe confundirse con fragilidad: “Nunca fui frágil, porque no me rompí o detuve”. A Bojan le faltó un escudo allí dentro, aseguran sus excompañeros en el documental. “Era un niño en busca de protección. Cuando ves a los profesionales desde fuera los idealizas. Pero a esos niveles hay mucha presión y competencia, y yo era un niño que generaba ilusión en un lugar que se estaba oscureciendo”.
Sin embargo, Bojan no cambiaría aquella experiencia. “Ese miedo te ayuda a crecer, a valorar el lugar en el que estás”, destaca el exjugador. Y recuerda una anécdota que ilustra la jerarquía de los vestuarios: “Eto’o nos explicó que Fernando Hierro, cuando subió al primer equipo, le pedía que fuese a buscarle la comida al buffet, y él lo hacía. Es demasiado, pero te hace sentir que realmente tienes que pelear”.
Ahora es diferente, destaca Bojan: “Todo ha evolucionado. Hay muchos jugadores precoces que están jugando en el primer equipo con 16 años. Estamos normalizando una situación que no deberíamos, porque son niños, aunque estén demostrando por su nivel que están preparados”. Y aquella tenaz categorización desapareció. “La jerarquía que había en el vestuario ya no existe. Antes entrabas y los veteranos te hacían sentir que tenías que ganarte el sitio”. Uno de los motivos es que los más jóvenes “están quemando etapas importantes en la edad formativa. Hay mucho talento, pero el jugador tiene que evolucionar y valorar las fases que llevan al primer equipo”. Por eso, Bojan inicia una nueva etapa en el Barcelona con un objetivo principal: ayudar a los más jóvenes. “A mí me faltaron muchas cosas, como a todos. Pero me focalizo en todo lo vivido y conseguido, y lo intento transmitir. Que Messi no es el ejemplo, y que jugadores como Sergio Canales, que se ha roto la rodilla tres veces, siguen compitiendo y afrontando la situación real del fútbol”, resume Bojan, que tiene la intención de inculcar que el deporte “no es solo ganar títulos, sino que hay muchos factores por los que sentirse orgulloso”.
Los jóvenes no tienen miedo”, ha asegurado el entrenador Xavi Hernández en diversas ocasiones. Aunque, al igual que Bojan, pide paciencia. “Todos tenemos la responsabilidad de no querer demandar que un chico de 16 años ya esté jugando en el primer equipo. Mi principal objetivo con Lamine Yamal es que se saque cuarto de la ESO”, destaca el exjugador. Y recuerda también el caso de Ansu Fati, o el reciente de Marc Guiu que, tras marcar un gol con el primer equipo, pasó en 24 horas de 40.000 seguidores a casi un millón. “Cuando un chico joven está preparado para competir y así lo demuestra su talento, pero tiene una lesión o una mala época, todos tendemos rápido a olvidar y a querer destacar a otro”, insiste Bojan.
Ansiedad y miedo
El exjugador azulgrana fue una de aquellas jóvenes promesas. Llegó con nueve años al Barcelona, y tras cuatro temporadas en el primer equipo se marchó cedido a la Roma, al Milan y al Ajax de Ámsterdam. Tenía ambición. Pero dio un paso más, y en 2014 rescindió su contrato con el Barcelona y tomó un avión dirección a su nuevo club: el Stoke City. Aunque sufrió un ataque de ansiedad y detuvo el vuelo. Todavía hoy sigue teniendo un problema con los aviones. Le cuesta volar solo. “Mi mente sintió que ese avión no tenía que despegar. Me levanté, hice lo que puede para intentar evitarlo”. Horas antes había firmado la rescisión de su contrato en las oficinas del Barcelona y había ido a casa a recoger sus maletas. “El Barça es mi vida y mi segunda casa. Coger un avión, que te aleja del club y de Barcelona, era como romper ese cordón umbilical”, reflexiona Bojan.
Pero siente que tomó la decisión correcta: “Debía dejarlo. Tenía que volar y construir mi carrera como jugador de fútbol. Mi cabeza decía que era la mejor opción; mis sentimientos, que me tenía que quedar”. Bojan pasó por tres continentes, nueve clubes y estuvo activo 16 temporadas. No siempre fue feliz: “Ha habido muchos momentos en los que me he sentido solo. De las 16 temporadas que he sido jugador profesional, 12 he estado viviendo solo. Es jodido vivir con esa soledad. Pero se tiene que experimentar, porque se aprende mucho”.
Años después, ya retirado del fútbol desde el pasado abril, aterriza de nuevo en casa. Con un rol diferente. Y feliz. “Ser feliz para mí es la libertad de sentir, compartir y expresarme. Tengo esa libertad que me permitió tomar la decisión de dejar el fútbol. Y ahora iniciar otra etapa con mi gente”, explica. Su mensaje es claro: “Tenemos la responsabilidad, entre todos, de no normalizar esos cambios que la sociedad quiere de manera inmediata. Necesitamos una calma más global”. Y aún sensible, va más allá de su sonrisa —su “escudo protector” y lo que le “define”— y enseña, sin tapujos, lo que ha vivido y sentido.
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