Si el mundo se derrumbara, Vinicius aún encontraría un sitio para bailar. La última vez del brasileño contra el Valencia había resultado un tormento muy doloroso. Los ecos de su plante ante los insultos racistas de aquella tarde de mayo en Mestalla aún sobrevuelan a su alrededor: portadas, comunicados, cartas y los trámites del proceso judicial abierto. Pero colocado de nuevo ante el mismo equipo, el brasileño se sacudió cualquier posible abatimiento con una pequeña colección de fantasías y dos goles. Vini baila con una exuberancia que permite olvidar que falta Bellingham, en un palco con su madre. Incluso revive a Rodrygo, con el que se divierte como en el parque. Llegaba seco y anotó otro doblete. Vini baila y el Real Madrid sostiene el pulso con el Girona, que había ganado siete horas antes unos kilómetros al sur del Bernabéu, en el regreso al barrio de su técnico vallecano.
La crónica de David Álvarez en este enlace.