Caprichos del destino, en un intervalo inferior a una semana Novak Djokovic y Jannik Sinner han recorrido caminos invertidos: el que reía hace seis días ahora lamenta, y viceversa. Triunfaba el primero en Turín y se entristecía en casa el italiano, que ahora encuentra consuelo a la derrota en la final de la Copa de Maestros con un desquite personal en toda regla. Falta el lazo, piensa para sus adentros el de San Cándido, pero lo hecho hasta aquí no se lo quita nadie. Esta indiscutible temporada de Nole deja en la resolución una eclosión definitiva y con mayúsculas, muy a tener en cuenta de cara a lo que se avecina. Será Italia, 2-1 frente a Serbia, la que se juegue hoy (16.00, Movistar+) el título de la Copa Davis contra Australia. Y, quién lo iba a decir, lo hará después de que aquel que rara vez suele perdonar, Djokovic, lo hiciera este sábado tres veces.
Tres fueron las bolas de partido de las que dispuso el número uno, pero no atinó en el segundo turno individual (6-2, 2-6 y 7-5, después de que Kecmanovic venciera a Lorenzo Musetti por 6-7 (7), 6-2 y 6-0 en la apertura de la serie) y el desenlace posterior en el dobles (6-3 y 6-4) condenó a Serbia y clasificó a Italia, que no disputaba una final desde 1998, cuando cedió en el Forum de Milán ante Suecia, sobre tierra batida. Mucho han cambiado las cosas desde entonces; tantísimo que hoy ya no hay rastro de los suecos, la competición tiene otro formato y se resolverá por segundo año seguido en el Martín Carpena de Málaga, testigo simultáneo el público del dolor del rey y la alegría —siempre ponderada, siempre elegante— del efervescente Sinner. Indultó el italiano a Djokovic la semana pasada en Turín, evitando en la fase de grupos el biscotto que hubiera despachado al serbio, y se eleva ahora como la estrella de estas finales.
“Personalmente es una gran decepción porque asumo la responsabilidad después de haber tenido esos tres puntos de partido”, decía Djokovic en la sala de conferencias. “Pero esto es deporte. Cuando pierdes jugando por tu país, el sentimiento de amargura es mayor. Jannik ha jugado muy bien, tanto en el individual como en el dobles, así que solo puedo felicitar a Italia por una actuación como esta”, prolongaba el de Belgrado, que no podrá redondear el curso como pretendía. Después de haber conquistado tres grandes para encabezar en solitario el listado histórico masculino y de haberse coronado por séptima vez como maestro, sentía una deuda con la Davis que no ha logrado saldar. De este modo, en su historial seguirá apareciendo solo el éxito de 2010, fecha de la única vez que los serbios alcanzaron la cúspide de la competición.
No perdía Nole un duelo individual en la Davis desde 2011, con 21 triunfos sucesivos hasta que se cruzó en su camino este sábado el bueno de Sinner, ese tenista cada vez más hecho y más imponente. Ni siquiera había nacido el transalpino en el 98 y le suena a tiempos remotos la Ensaladera italiana del 76, cuando sus predecesores (Panatta, Barazzutti, Bertorelli y Zugarelli) se impusieron a Chile en Santiago. Pero he aquí un jugador llamado a dejar huella. “Tiene uno de los golpes más potentes del circuito. Conozco su calidad, pero pensaba que, tal vez, podía bajar un poco el rendimiento en el dobles. No fue así”, expuso el balcánico, que evitó hablar de cansancio porque, dijo, “sonaría a excusa”.
El caso es que nadie le rendía en dos semanas consecutivas desde que lo hicieran en 2008 el escocés Andy Murray y Rafael Nadal, y el año previo Mikhail Youzhny. Esta vez, volaron esas tres bolas de partido y el sueño se esfumó. De nada sirvió la prometedora intervención de Kecmanovic al inicio de la tarde; desperdiciadas esas tres opciones, ese 5-4 y 0-40 del segundo parcial, Sinner contragolpeó al siguiente juego con una rotura y se redimió al final del día de lo sucedido hace nada en el Pala Alpitour turinés. Italia, por tanto, abunda en estos buenos tiempos por los que atraviesa sus tenis. La ambiciosa inversión de los últimos años en el proyecto de base le ha impulsado considerablemente y también presume con orgullo de figura: Sinner.
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