En 1871 Lewis Carroll escribió Alicia a través del espejo, “una novela que está concebida como una partida de ajedrez, donde los arroyos y los setos dividen las casillas, y Alicia (la del país de las maravillas) es un peón que aspira a ser reina; una partida de ajedrez donde nada tiene sentido y nada es lo que parece. En el mundo del espejo la realidad está distorsionada, o quizá solo es otro modo de verla. En este mundo, para ir a cualquier lugar la mejor manera es alejarse y para cortar una tarta hay que repartirla primero”. En definitiva, la realidad es la contraria: para quedarse en el mismo sitio, hay que correr, primero se reparte el pastel y luego se parte, y la memoria de la Reina Blanca funciona no solo hacia atrás, sino también hacia delante, de modo que grita de dolor antes de que se clave la púa que provocará ese daño.
Del “no hemos hecho un mal partido” de Xavi, al “no hemos hecho un buen partido” de Deco hay una derrota de por medio. No una derrota más ni un partido menos. El Barça perdió contra el Girona no solo por la efectividad, como dijo el técnico azulgrana, o por la falta de contundencia, en palabras del director deportivo. Perdió porque se encontró con un equipo que le hizo de espejo, le jugó de tú a tú y que en la partida de ajedrez que jugaron el domingo se comió al rey y a todos los peones que encontró a su paso. El jaque mate no lo vieron venir ni Koundé ni Lewandowski ni Araujo, ni siquiera el propio Xavi, pero entraba en las quinielas de más de uno.
Que el Girona asaltase Montjuïc no puede sorprender a nadie, no cuando el equipo de Míchel juega con el balón en los pies como los ángeles. Lo que escuece es la comparativa. El Barça fue un quiero y no puedo en manos de un rival que quiso e impuso su estilo. Al Barça le gustaría jugar como el Girona, porque el cómo siempre ha sido importante en territorio azulgrana. Hubo un tiempo en el que ellos jugaban a eso, a maravillar. El domingo tuvo que conformarse con admirar lo que le gustaría volver a ser, un equipo que propone, que mima el balón, que es valiente y que no reniega de su método indistintamente de en qué plaza le toque jugar.
“Este es un Barça en construcción”, bien podría ser una frase que diría Ronald Koeman en su etapa en el banquillo culé. Pero en este caso la frase es mucho más reciente, la dijo Xavi después del derbi. Un argumento bastante pobre si tenemos en cuenta que el equipo de Míchel tiene que reinventarse temporada tras temporada viendo cómo los jugadores cedidos van y vienen, y los que tiene en propiedad y más destacan, le salen pretendientes en el mercado contra los que es difícil luchar. No podemos obviar que, además, es un equipo con menos presupuesto y con futbolistas con muchos menos ceros en el banco.
La derrota frente al conjunto gerundense es solo un ejemplo más que demuestra que en el Barça no pueden valer las excusas. El equipo y el club tienen que asumir que ni en las victorias es la Brasil del 70 ni en las derrotas puede escudarse siempre en los demás. La moraleja que nos deja el libro de Lewis Carroll es que se puede aprender del pasado para construir un mejor presente y no cometer los mismos errores en el futuro. Como ha hecho el Girona.
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