La dolorosa derrota en la final de la Supercopa no tendrá consecuencias inmediatas para el Barcelona. Ni siquiera después de perder por 4-1 contra el Madrid. Aunque el presidente Laporta anunció en mayo de 2021, nada más volver al cargo, que en su mandato no habría temporadas de transición y pasaría cuentas si el marcador era adverso, Xavi continuará en el cargo de entrenador mientras la situación no comprometa la gobernabilidad del club, que afronta una situación muy delicada con el traslado a Montjuïc.
El objetivo se rebaja con el discurrir de la temporada, y ahora mismo la prioridad es pasar la ronda de octavos de la Copa y de la Champions y, por supuesto, asegurar la clasificación para la próxima edición del máximo torneo continental, un asunto que no solo es deportivo sino que también depende de la resolución del caso Negreira. Así que se impone superar el próximo jueves al Unionistas de Salamanca y el domingo al Betis en el Villamarín para después afrontar en febrero la visita al Nápoles en la Copa de Europa.
No hay más alternativa que la de vivir al día, improvisar sobre la marcha, para sobrevivir y alcanzar el verano con la intención de revisar la política deportiva y tomar una serie de decisiones que hoy no favorecen a la figura de Xavi. La mirada a medio y largo plazo puede que sea diferente a la que se tiene hoy de acuerdo con el diagnóstico de Deco. “Xavi tiene la confianza del presidente y la dirección deportiva”, afirmó el responsable deportivo del Barça. “La derrota es dura y conviene que la discutamos, pero no cambia nada”, terció Deco en Riad.
“No se puede intentar recuperar en un partido lo que se perdió durante meses”, aseguran desde la Ciudad Deportiva del Barça. “El problema no es coyuntural sino estructural y por tanto nos obliga a hacer una pregunta ¿Qué cambió de un año a otro”, insisten. “¿Qué diferencia hay entre el equipo actual y el campeón de la Supercopa y de la Liga?”. La solución dependerá de un diagnóstico que pasa por analizar cuestiones que van más allá de las lesiones de Gavi, Pedri y Ter Stegen. El caso es que el Barça involucionó después de que Xavi invocara a Cruyff en la Supercopa.
El entrenador se equivocó en el plan de partido contra el Madrid. La propuesta de Xavi, que consistió en formar con cuatro centrocampistas para sacrificar a João Félix agrandó al Madrid y empequeñeció al Barça porque no supo cómo defender a Vinicius y Rodrygo y confundió a Araujo y Koundé. La defensa adelantada, mal sincronizada en el momento de tirar la línea del fuera de juego y la presión, sobre todo porque el portero nunca achicó los espacios, habilitó la velocidad y agresividad de los puntas del Madrid.
Vinicius explotó el espacio a espaldas de los zagueros azulgrana y marcó las diferencias con tres goles que denunciaron la lentitud y vulnerabilidad de un Barça blando y que nunca jugó como una unidad porque no presionó de forma compacta ni sincronizada y se partió en cada ataque del Madrid. El Barça no tuvo identidad, ni personalidad y menos liderazgo y se entregó a un martirio futbolístico que duró los minutos que decidió el árbitro y el clemente Ancelotti. El técnico azulgrana quedó señalado por intentar jugar con una grandeza que no se corresponde con la pequeñez del Barça.
Hay serias dudas sobre Xavi después de la final de la Supercopa y sobre una plantilla en que la mayoría de futbolistas han empeorado y se dejaron llevar por la corriente sin más justificación que la de Lewandowski. “No es aceptable” firmó el Pichichi de la Liga. El club fiscalizará la faena de un técnico como ya hizo con la lista del partido ante el Amberes. La sensación es que hay que aumentar el trabajo y la exigencia con vistas a un calendario complicado con visitas a San Mamés, Girona, el Bernabéu o el Metropolitano.
El foco por tanto sigue puesto en un entrenador que no ha conectado con los jugadores después de denunciar que habían “hablado y trabajado la manera de contener al Madrid”. O Xavi no se explica o los futbolistas no le siguen en un momento crucial de una temporada que coincide con la desmovilización social por el traslado forzoso a Montjuïc. El técnico quiso que el equipo jugara mejor a fútbol sin darse cuenta de que no se habían consolidado las virtudes que le llevaron a ganar la Liga.
Los futbolistas ya no corren más que sus rivales y las lesiones han afectado a la columna vertebral hasta sembrar la desconfianza colectiva desde las derrotas ligueras contra el Madrid y el Girona. Xavi es víctima de su propio relato, sintetizado en el cómo por no hablar del estilo, y su continuidad queda pendiente de los resultados, sabedor en cualquier caso de que en el club no hay dinero ni candidato para sustituirle más allá de Rafa Márquez —técnico del filial— ni tampoco posibilidad para reforzar al equipo en el mercado de invierno, más allá de Vítor Roque.
El dinero invertido en el brasileño —30 millones fijos y 31 de variables— fue regateado para contratar a Zubimendi como sustituto de Busquets, de manera que nadie se siente al equipo como suyo porque ha sido confeccionado por distintas personas e intereses ante la crítica situación económica del Barça. La sensación es que el club está deportivamente igual que en 2021 y económicamente más hipotecado por los cerca de 300 millones invertidos en unos fichajes que no han mejorado los recursos de Xavi, convertido en el saco de todos los golpes cuando el problema es más estructural que coyuntural en el Barça.
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