El ruso Daniil Medvedev y el italiano Jannik Sinner son los dos tenistas que finalmente se han ganado el honor de disputarse el trofeo del Open de Australia, en la primera gran final del año. El moscovita se ganó su pase al derrotar tras cinco disputadísimos sets al jugador alemán Alexander Zverev. Este último sufrió el viernes, y una vez más, una durísima derrota después de que se hubiera adelantado en el marcador por dos sets a cero. A sus 26 años, la gloria de coronarse campeón en un torneo del Grand Slam sigue manifestándosele esquiva.
En la otra semifinal, el joven jugador transalpino apartaba a Novak Djokovic de la posibilidad de perseguir su undécimo premio en Melbourne; una derrota que no deja de sorprender, ni que sea por lo poco acostumbrados que el serbio nos tiene a ello. Hay que decir a favor del joven finalista que su juego venía anunciando muchas posibilidades de llevarse un grande, sino en el día de hoy, seguramente muy pronto.
El defensor del título falló mucho más de lo habitual en él y, seguramente por esta misma razón, no llegó a encontrar la táctica adecuada para desarbolar a su contrincante. Entró en intercambios de bolas por el centro de la pista, pero Sinner se mostró, en todo momento, mucho más sólido. Sólo la capacidad de lucha del actual número uno y el hecho de que es un extraordinario campeón le permitieron maquillar el resultado del partido. Después de ceder los dos primeros sets por un rotundo 6-1, 6-2 —en la posterior rueda de prensa señaló a este partido como su peor encuentro en un torneo del Grand Slam— y por ese ánimo luchador que mencionaba antes consiguió mostrarse más agresivo y dificultarle el camino a su rival. Esta vez su empeño no fue suficiente para hacerse acreedor de la victoria pero, una vez más, demostró por qué durante tantos años se ha mantenido en lo más alto del tenis mundial. Djokovic sabe jugar y luchar como casi nadie lo sabe hacer en las situaciones más desfavorables. No me cabe duda de que seguiremos viéndolo en las rondas finales de los grandes torneos.
Debo señalar, hablando aún de un partido de la ronda anterior, la decepción que nos hemos llevado los españoles al no ver prosperar hacia ese puesto final a nuestro jugador Carlos Alcaraz, quien, como se sabe, cayó eliminado ante Alexander Zverev. Como es más habitual de lo que debería, rápidamente han salido algunas voces en nuestro país cuestionando su capacidad tenística y sus declaraciones durante el torneo.
En el mundo de la competición tan normal es la victoria como la derrota. De hecho, jamás existe la una sin la otra. Todos los deportistas, sin excepción, desde Leo Messi a Tiger Woods o a Roger Federer las han sufrido. A los 20 años que tiene nuestro gran jugador, estos reveses son más que lógicos. El nivel de cualquier deportista oscila siempre entre dos márgenes: su mejor y su peor nivel. Y este abanico se manifiesta en sus múltiples variables cuando los dos contendientes están en la pista. Aun entendiendo que el punto más álgido del tenista murciano es algo superior al del alemán, la escasa diferencia no asegura la victoria si, como ocurrió, Sascha acabara dando su mejor versión y Carlos, en cambio, se alejara algo de ella.
¿Es esto preocupante, como dijeran las voces más críticas y, desde luego, menos fiables? A buen seguro que no. Para nada.
Es cierto que en este primer Abierto hemos visto a nuestro tenista algo menos sólido de lo habitual en él, pero también lo es que, pese a ello, disputó unos dignos cuartos de final. Aunque tuvo un mal día y un marcador claramente adverso dejó constancia, emulando al jugador serbio, de su tesón y espíritu de lucha. No hace falta más que considerar su ejemplo de este último partido junto con su enorme calidad tenística para saber que seguiremos viéndolo en lo más alto de nuestro deporte durante mucho tiempo.
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