El base Ricky Rubio, que a principios de enero comunicó su retirada de la NBA tras 12 temporadas —llegó a un acuerdo con los Cleveland Cavaliers para rescindir el contrato que les unía hasta final de curso, con opción a otro más—, anunció este lunes que ha iniciado la fase final de su recuperación de sus problemas de salud mental y este martes 30 de enero empezará a entrenarse con el primer equipo de baloncesto del Barça. El español, de 33 años, no juega desde abril, tras salir de una rotura del ligamento cruzado de la rodilla izquierda, y abandonar la concentración de la selección española antes del último Mundial para centrarse en su bienestar psicológico.
“Llevo unas semanas dándole vueltas y, tras otras tantas trabajando mente y cuerpo, me veo con ganas y fuerzas de ver cómo reacciono con un balón en mis manos”, publicó el jugador catalán en la red social X. Y, en este sentido, añadió: “Mi siguiente paso ha sido pedir al Barcelona si podría, sin ningún compromiso y sin interrumpir sus planes de temporada, entrenar con ellos. Agradecer de antemano su ayuda y comprensión con mi situación”. “Será un placer abrirte las puertas del Palau. Nos vemos pronto, Ricky”, le respondió el Barcelona. La selección española también ha reaccionado a la noticia y ha asegurado que “el baloncesto sonríe de nuevo”.
La vuelta del base a Can Barça lleva tiempo gestándose, con la ayuda y ánimos de Juan Carlos Navarro, excompañero de Ricky y director deportivo del Barça de baloncesto. “Llevan desde hace un mes y medio hablando con él”, explican desde el club. El objetivo es que terminada su recuperación, Ricky se incorpore al equipo y se una a la plantilla como jugador. Pese a ello, todas las partes son cautas, pendientes primero de la evolución del deportista catalán. “No hay plazos de ningún tipo”, aseguran en el Barcelona. Llegado el momento, confían que habrá “sintonía y entendimiento”. El dinero no sería un problema. La situación económica del club es delicada, pero el jugador buscaría un equipo en el que terminar su carrera y disfrutar del baloncesto.
El tren de la élite al que Rubio llevaba subido casi 20 años, desde que debutase con 14 años en el Joventut en la ACB, se paró en seco en agosto de 2023. Entonces, decidió parar su actividad profesional para cuidar de su salud mental. “El 30 de julio fue una de las noches más duras de mi vida”, reconoció Ricky sobre su abandono de la concentración de la selección. “Mi mente se fue a un lugar oscuro. Sabía que iba en esa dirección, pero nunca pensé que no podía controlar la situación. Al día siguiente decidí parar mi carrera profesional. Algún día, cuando llegue el momento, me gustaría compartir toda mi experiencia con todos vosotros para ayudar a otras personas que atraviesan situaciones similares”, contaba en aquel comunicado. Su decisión fue totalmente inesperada para sus compañeros y cuerpo técnico: “Me fastidia no haberme dado cuenta. He estado con él y no hemos sido capaces de verlo”, dijo su amigo y capitán de la selección Rudy Fernández.
La carrera de la leyenda de la selección española y cruz al mérito deportivo —ganó un Mundial, del que fue MVP, dos europeos y una plata olímpica— lleva en el aire desde entonces. Ahora se acerca a la fase final de su recuperación y vuelve al último club con el que jugó en Europa antes de volar a la NBA. Ricky llegó al Barcelona cuatro años después de su debut con el Joventut en 2005 y fue campeón de la Euroliga la campaña siguiente. Jugador del Barça durante dos temporadas (2009-2010 y 2010-2011), dio el salto americano tras 205 partidos europeos, tres Copas, dos Supercopas y una Liga.
La vida del deportista, que lo ha ganado todo en Europa, ha estado marcada por la pérdida en 2016 de su madre, Tona, por un cáncer de pulmón y después de cuatro años de lucha contra la enfermedad. “Eso me enseñó a preguntarme: ¿Por qué me tengo que esconder? Si estoy mal, ¿por qué tengo que decir que estoy bien? Decir que estar mal, o llorar, no es debilidad, sino lo contrario. Expresar tus sentimientos es un símbolo de fortaleza. Yo pasé una depresión. Mi pasión, el baloncesto, ya no lo era. No sería la persona que soy ahora sin vivir esa experiencia. ¿Y cómo paras un tren que va a 200 por hora? No puedes. Pero me afectaba. Tenía dos caminos. Culpar al resto de todo lo que me pasaba o aprender de ello y ser más fuerte. Antes el baloncesto era lo más importante, era mi filosofía de vida, y ya no lo es. No quiero ser solo el jugador de baloncesto”, contó sobre la dura travesía personal que atravesó.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.