Tras el susto, la zozobra y algún que otro sudor frío, Carlos Alcaraz argumenta con el discurso del alumno aventajado. Que para eso están los referentes. “Sí, es verdad que me ha costado volver al partido, pero bueno, ya lo dice Djokovic, que al final es imposible que estemos desde la primera hasta la última bola sin que haya un mal momento ni altibajos. Pero si eso puede durar solo un juego, mucho mejor que un set y medio; entonces, eso es lo que hay que trabajar, para que no nos dure tanto y podamos volver lo antes posible”, contesta el murciano, quien previamente ha conseguido escapar de un buen apuro (6-3, 6-4, 2-6 y 6-2, en 3h 09m) frente a un rival, de nombre Jesper de Jong, al que desconocía por completo.
Dice la ficha que el holandés tiene 23 años y que es el 175º del mundo; también, que su experiencia en el circuito de la ATP es muy menor (ocho partidos), y en tierra (tres) todavía más. “No creo que haya sido una distracción, sino falta de energía. En un Grand Slam hay momentos en los que te cuesta un poquito más tener una energía alta, y eso es lo que hay que cambiar”, continúa cuando uno de los periodistas le recuerda la precisión del exjugador Tim Henman durante la retransmisión en la televisión británica, refiriéndose también el murciano a las condiciones planteadas por otro día de lluvia y de humedad en París, de bola pesada porque se empapa y “se hace grande”, y así “es difícil moverla”, remarca.
El caso es que Alcaraz sigue en ese estado de contención obligada por el temor a sufrir un daño mayor en el antebrazo derecho, que empezó a dolerle a principios de abril y ha condicionado por completo su desembarco en Roland Garros, recortándole el calendario de forma drástica —adiós Montecarlo, Barcelona y Roma—. Dice el murciano que ya no le duele y que por ahora no ha notado “nada”, pero al mismo tiempo admite que se ha “asustado un poquito de cara a cómo iba a reaccionar” ante el exigente escenario planteado por la ruda meteorología de París, otoñeando casi en junio. Pero la historia no va sobre tiempo, sino sobre miedos y esposas. Carlitos encadenado.
No termina el tenista de quitarse de encima el recelo y sigue competitivamente maniatado, pensando demasiado en que ese músculo pronador pueda volver a enredar y a manifestarse otra vez, luciendo todavía esa malla compresora en la extremidad. No se fía y los pensamientos siguen contaminados. “Para nada achaco los altibajos al brazo, sino a mí. No hay otra”, expone. Su juego, sin embargo, se resiente y se desnaturaliza. No faltan las píldoras de fantasía ni esos trazos federerianos en la volea y la dejada, pero el drive no termina de gobernar y los intercambios se equiparan. Se benefició en el estreno del desorden del estadounidense Wolf, pero ante De Jong volvió a pensar más de la cuenta y la sonrisa, esa bandera suya tan particular, se apreció con cuentagotas. No lograr romper la camisa de fuerza, confiando en que el tiempo depare en un momento y otro el clic.
Poner buena cara
En cualquier caso, Alcaraz es un tipo optimista y aprecia haber podido salvar el bajón ante el holandés, sabedor de que los grandes torneos esconden bajones y que sacar adelante los días difíciles puede aportar un extra en las siguientes estaciones. “He jugado un gran tenis en el primer y segundo set; bueno, a un buen nivel”, se corrige. “Y el tercero ha sido muy malo por mi parte. El cuarto [cuatro roturas de entrada] he luchado para entrar en el ritmo del partido, así que estoy contento de haber estado bien mentalmente; la actitud positiva ayuda mucho, aunque a veces cueste bastante tenerla porque te vienen pensamientos negativos y momentos malos, pero ahí es cuando tienes que poner tu buena cara”, prosigue el murciano.
La hoja estadística revela abundancia de errores no forzados —47 en total, 11 más que el adversario— y cinco servicios entregados; sin embargo, prefiere Alcaraz ver el vaso medio lleno y quedarse con la corrección a tiempo que le guía a la tercera ronda, en la que se topará con Sebastian Korda (6-4, 6-4, 1-6 y 6-3 a Soonwoo Kwon) con las piernas más frescas que el estadounidense, porque la lluvia y las suspensiones postergaron el pase del rival. “Hay cosas que mejorar, obviamente”, indica. “Intentar estar más tiempo en posición de ataque o intentar meterme un poco más [adentro] en el peloteo. Al final, si quiero hacer un buen resultado aquí, en Roland Garros, tengo que mantener la energía y la continuidad en los intercambios largos”, se impone.
Desde el banquillo, Ferrero trata de que el jugador adquiera la máxima linealidad posible, sabiendo que Alcaraz es todavía un jugador de momentos. “Un tenista está en construcción continua. Estamos trabajando el tema de la atención”, concedía recientemente el técnico en un encuentro con El País Semanal. “No voy a excusarme por la edad, pero tengo 20 años. Si quiero ganar más Grand Slams, tengo que mejorar este tipo de cosas”, esgrimía el murciano en enero, tras caer ante Zverev en los cuartos del Open de Australia. Aquella tarde, a Alcaraz le costó entrar en el partido y cuando se reactivó, ya era demasiado tarde. “Lo único que puedo reprocharme es la desconexión que he tenido”, se afeaba cinco meses antes, después de un despiste que le perjudicó en el US Open contra Daniil Medvedev.
Ahora, en el Bois de Boulogne, un desconocido activa rápido el chivato y la realidad demanda un salto de nivel: si no logra llevar la iniciativa —esto es, derecha, derecha y más derecha—, Alcaraz sufrirá en las próximas rampas. Desbloqueo o nada.
MCENROE: “SE LE VE INDECISO”
Pese a su juventud, 21 años, el tenista de El Palmar ya ha firmado 175 victorias en los grandes torneos. Un registro espectacular. “Es bueno ganar ritmo, pero hubiera preferido un partido más corto”, contestaba a pie de pista. Desde el micrófono de Eurosport, Àlex Corretja expresaba que el español “todavía tiene dudas, pero es normal”, mientras otro analista del canal, John McEnroe, le invitaba a desnfundar.
“Me encanta verle jugar, es el mejor tenista que he visto a su edad”, afirmó el estadounidense; “necesitamos ver más de él en este torneo en los próximos años. Se le ve muy bien, aunque a veces está indeciso. Cuando desata su derecha, es una de las mejores que he visto jamás. Es un golpe maravilloso”.
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