Hay columnistas que, en el breve espacio del que disponen, consiguen llevar de la mano a sus lectores. Les proponen un breve pacto para que compartan con ellos un relato que dura apenas unos minutos, pero que los llevará hacia la reconfortante sensación de estar pisando un territorio conocido, de sentirse como en casa. Un recorrido que puede acercarse —sutil y en apariencia inocuamente— al resbaladizo terreno de las emociones. Como si se bebieran un refrescante vaso de agua que, en realidad, era mucho más. Para cuando se quieren dar cuenta, ya lo han ingerido. Y, con él, una dosis de alegría, melancolía o empatía. Hay columnistas que logran todo eso y mucho más —carcajadas, por ejemplo— entre sus lectores. Enrique Ballester es uno de esos columnistas.
El último libro de fútbol (Libros del K.O.) recoge 90 artículos publicados en los últimos tres años por el escritor castellonense, la gran mayoría de ellos en El Periódico. Con su ya tradicional técnica de partir desde un —aparentemente— trivial instante cotidiano y futbolero, Ballester es capaz de levantar una teoría existencial. De hablar de la paternidad, del paso del tiempo, de los miedos inconfesables, del caos que acompaña al oficio de vivir, de cómo funcionan las modas, del verdadero valor de los días libres, de lo que se está en disposición de hacer por amor y de lo que no, de aprovechar al máximo las perecederas etapas en las que el talento y las ganas de hacer cosas coinciden, de cómo se va aceptando la edad a través del rechazo a las innovaciones, de los goles que se marcan y que no recuerda nadie más que su autor, de cómo el ser humano es capaz de decir cualquier cosa para salvarse y luego, ya si eso, pensará en cómo encajarlo con su realidad, de lo extrañamente reconfortante que puede ser una lesión leve, de los sudores fríos que aparecen cuando llega el final del partido y ni las estadísticas ni la tecnología ni la experiencia sirven para nada más que poner balones a la olla. De todo eso —y de muchas cosas más— habla Enrique Ballester en unas columnas de las que es complicado salir indemne.