Arthur C. Brooks (Spokane, Washington, 59 años) no es un hombre feliz. Por eso, cuenta, ha hecho de la felicidad su campo de estudio: con 31 años, este científico social dejó su carrera como solista de trompa para comenzar un doctorado en análisis de políticas públicas, y ahora imparte lecciones sobre felicidad y liderazgo en una de las escuelas de negocios más prestigiosas del mundo: Harvard Business School (HBS). Columnista en The Atlantic y autor de varios éxitos de ventas, Brooks dirigió durante 11 años el American Enterprise Institute, el centro de estudios de referencia del Partido Republicano. El sociólogo estadounidense, que está casado con una catalana y que acaba de ser abuelo, recibe a EL PAÍS —en un perfecto español— antes de dar una charla en IE University en Madrid.
Pregunta. El filósofo Julián Marías decía que la felicidad es “el imposible necesario”. ¿Qué es la felicidad para Arthur Brooks?
Respuesta. Cuando se lo pregunto a mis alumnos el primer día de clase, me responden que es un sentimiento. Se equivocan: si estás buscando un sentimiento, vivirás una frustración continua. La felicidad no es un destino, sino que es una dirección, un proyecto. Todo lo que vale la pena en la vida es un proyecto, no es una cosa que tienes. Además, en este camino tienes que ir a contracorriente, contra el mundo y la naturaleza. Esta solo quiere dos cosas para nosotros: sobrevivir y pasar la materia genética. Le da igual si somos felices o no. Y si haces caso, como los hippies, al mantra de “if it feels good do it” (si te sienta bien, hazlo), acabarás destrozándote la vida. Tienes que ir a contracorriente de la economía, de la cultura y especialmente de la madre naturaleza…
P. ¿Y cuáles son las claves de ese proyecto?
R. Invertir en cuatro hábitos: la fe o filosofía —una manera de tener perspectiva, para que no estés enfocado siempre en ti—, la familia, la amistad y, después, el trabajo. Este último solo ha de tener dos características, que no son ni el dinero, ni el poder ni la fama: el éxito ganado, es decir, la idea de generar valor con tus esfuerzos y que la gente sepa que lo haces bien; y el servicio a los demás. Esto vale para cualquier trabajo.
P. La matrícula para un máster en Administración de Empresas en HBS es de unos 74.000 dólares anuales (más de 68.000 euros). Como profesor imparte clases a gente que, si no es rica ya, va a ganar mucho dinero. ¿Cómo aborda con ellos la relación entre dinero y felicidad?
R. El sueldo medio tras salir de HBS es de 200.000 dólares. Mi clase es la más popular porque mis alumnos saben que todo lo que han hecho durante años no les va a hacer felices. Algunos piensan: “Si yo tengo éxito, dinero, placer y fama, voy a llegar a la felicidad”. Es un error. Yo les digo que no hay nada malo con el dinero, pero que tienen que entender su relación con la felicidad: el dinero no aumenta la felicidad, sino que disminuye la infelicidad. Y, además, solo hasta un punto bastante bajo, de unos 100.000 dólares. A partir de esa cifra, da igual el dinero que tengas.
P. ¿Entonces es diferente reducir la infelicidad que aumentar la felicidad?
R. Felicidad e infelicidad no son contrarias, se producen en partes distintas del cerebro. Cuando pensamos que estamos teniendo un buen día, quiere decir que la mezcla de estos dos conjuntos es positiva. Hay cuatro cosas que puedes hacer con el dinero: gastarlo en cosas, en tener más tiempo, en comprar experiencias o donarlo. La naturaleza dice que quieres tener más cosas, pero esto nunca te va a elevar la felicidad. Sin embargo, si lo inviertes en tu familia y tus amigos te aumentará la felicidad. Y si lo das filantrópicamente, también. El secreto, al final, es el amor.
P. Vivimos en la época del estrés y de la ansiedad, sobre todo en el ámbito laboral. En Estados Unidos se ha forzado el proceso denominado la Gran Dimisión. ¿Qué pueden hacer las empresas para remediarlo?
R. La Gran Dimisión no existe, ni en Estados Unidos, es una ficción total. El problema del burnout [síndrome del trabajador quemado] no son las empresas, es un problema cultural: las compañías no pueden hacer prácticamente nada con los cuatro pilares de la felicidad. En Estados Unidos y en todo el mundo cada vez hay menos fe, no solo tradicional como la tengo yo [Brooks es católico practicante], sino menos espiritualidad. Hay mucha gente joven que dice: “No soy religioso, pero soy espiritual”, y no es ni la una ni la otra. Además, la familia es cada vez menos importante. El problema de la soledad es catastrófico. Las empresas solo tienen margen en el pilar del trabajo, ayudando a que el empleado tenga un propósito, pero no pueden hacer nada por su fe o por su familia. El problema es cultural, no económico.
P. Si el problema es cultural, ¿qué diferencias culturales ve entre Estados Unidos y España?
R. En Estados Unidos la gente trabaja más, es la cultura del inmigrante. España es un país más de ocio. En Estados Unidos conoces a una persona y la primera pregunta es: ¿a qué te dedicas? Aquí es: ¿adónde vas de vacaciones? Es una ventana al alma española. Cuando estoy aquí estoy mucho más relajado. Me encantaría vivir aquí, pero mi mujer no quiere [risas].
P. En no pocas ocasiones, el descontento laboral tiene que ver con que los trabajadores no se sienten realizados por su trabajo. ¿Qué aconsejaría a los jóvenes que se van a incorporar al mercado laboral?
R. Normalmente cuando vas a una graduación, el que da el discurso siempre dice aquello de “encuentra el trabajo que amas y no trabajarás el resto de tu vida”. Es un consejo pésimo. Nunca vas a encontrar un trabajo que sea divertido siempre. El segundo consejo que te dan es “salva el mundo”, cosa que no vas a conseguir nunca. Lo que tienes que hacer es encontrar algo interesante, que a veces no será divertido, y que tampoco tendrá siempre un impacto mundial, pero siempre será una cosa tuya. La cosa más interesante para ti es tu vocación si puedes ganarte la vida con ella.
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