Un empleado se pasa de media en España 1.641 horas al año en su puesto de trabajo, según la OCDE. Durante todo ese tiempo, hay un 51% de personas LGTBIQ+ que tratan de evitar expresiones, actitudes o gestos que revelen su orientación sexual. Lo hacen por miedo a que desvelar esa parte de su identidad repercuta negativamente en su promoción laboral o para evitar chistes, burlas y situaciones de discriminación. Así lo recoge el estudio Hacia Centros de Trabajo Inclusivos, realizado por el sindicato UGT. Y así lo explica Susana (Madrid, 47 años): “Me daba mucho coraje que, en un momento de conflicto laboral en la oficina, pudieran utilizar contra mí el hecho de ser lesbiana para desacreditarme”. Ella trabaja en recursos humanos y apunta que, de los 13 años que trabajó en aquella empresa, solo el último se “atrevió” a contarles a sus compañeros y a su jefe que su pareja era una chica. Tanta fue la presión, que durante un tiempo llegó a inventarse un novio.
Eliminar la espontaneidad de una conversación, los comentarios alusivos a la pareja, casarse en verano para no mezclar el ámbito profesional y el laboral o evitar confraternizar, son algunas de las actitudes que, según el responsable del área LGTBIQ+ de UGT, Toño Abad, siguen aquellas personas que temen que su orientación sexual haga de su espacio de trabajo un lugar hostil. Una tensión constante que termina por afectar a la salud. Un 20% reconoce que la disociación entre la vida privada y la laboral le produce ansiedad y un 11% reconoce que esto le genera, a su vez, dolores musculares por la tensión acumulada.
Algo así le ocurrió a Marta (Madrid, 33 años). Ella es la pareja de Susana y ambas cuentan a EL PAÍS periplos laborales muy diferentes, aunque con preocupaciones muy parecidas. En su trabajo como orientadora en un colegio, Marta cuenta que evitaba comer o tomar un café con compañeros “porque no quería contar nada de mi vida”. “Tienes un trabajo que te encanta, pero que te genera ansiedad porque no puedes ser tú misma”, concluye. Tras cambiar de empresa corroboró que su miedo tenía causas reales y no era mera inseguridad. Explica que al llegar al nuevo centro de enseñanza no quería volver a vivir “la pesadilla de estar en el armario”. Decidió hablar con normalidad de su novia: “La respuesta de la directora del centro fue que lo respetaba, pero me prohibió comentar con los alumnos mi orientación sexual”. A partir de entonces la relación laboral fue empeorando hasta que decidió abandonar el trabajo. “Me pidió que no se me notara […]. Terminé marchándome y no he vuelto a trabajar de una cosa que me encantaba”.
En la encuesta de UGT, que se ha realizado entre 2.480 personas, se ponen cifras a la dinámica de “volver al armario” en el entorno laboral. Tres de cada diez personas afirman haber sufrido una agresión verbal en el trabajo. Un 65% reconoce haber sido blanco de chistes o rumores y un 47% ha sufrido directamente gestos o actitudes despectivas. La vulnerabilidad se agudiza cuanto más abajo se encuentra el trabajador en la jerarquía de la empresa. Según la compañía de recursos humanos Manpower, son las personas con perfil junior quienes menos salen del armario, solo el 31%, frente al 70% en el caso de los directivos. Y la tendencia ha empeorado con respecto a 2021.
La encuesta de Manpower, realizada entre una muestra de 5.000 personas, recoge que un 21% de las personas del colectivo han sufrido discriminación a la hora de acceder a un empleo, un porcentaje que se eleva al 50% si se observa únicamente al colectivo trans y no binario. Esto deteriora la autopercepción y la forma en que se encaran los procesos de selección, porque según UGT, el 75% de las personas LGTBIQ+ creen que no tienen las mismas oportunidades que las heterosexuales a la hora de optar a un trabajo. Ama Eme tiene 39 años, es de Granada y se define como no binaria. Cuenta que durante los últimos 20 años trabajó en hostelería, pero tras expresar su orientación sexual comenzó a tener problemas en las entrevistas. “En la última todo iba genial, en ese momento decidí decirles que era una persona transgénero y todo cambió. Me dijeron que eran una empresa tolerante, pero que eso debía dejarlo en mi esfera privada”. Nunca le llamaron.
El mal ambiente en el trabajo es una de las causas que mantiene al alza los niveles de rotación. Porque un espacio de trabajo hostil también complica la tarea de fijar personal dentro de la empresa y de atraer talento nuevo. De hecho, Manpower apunta que el 44% de las personas LGTBIQ+ a las que consultaron, reconoció que su rendimiento laboral se había incrementado tras hacer pública su orientación sexual y un 36% afirmó que rechazaría una oferta si la empresa en cuestión careciese de políticas y protocolos de diversidad claros. “También quiero contar la parte buena”, señala Marta. Explica que actualmente tiene un trabajo en el que no ha sentido dudas a la hora de hablar de su mujer ni de su vida personal. “Me casé y se lo pude contar a mis compañeros, y todo gracias a las leyes y los avances sociales”. Pero pese a que considera que la situación “ha mejorado mucho” prefiere no dar su apellido: “Por si tengo que volver a buscar trabajo”, advierte.
La necesidad de protocolos y referentes
De leyes y protocolos para responder al acoso habla Niurka Gibaja, responsable de Empresas de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FELGTBI+). Su departamento es responsable de acompañar y asesorar a compañías que quieren dar contenido a los protocolos antidiscriminación. Aunque Gibaja destaca que “casi tan importante” como estas guías de actuación es saber comunicar a los empleados que disponen de ellas si las necesitan y que se encuentran en un espacio seguro.
“Los referentes son muy importantes”, aclara. “Una persona que trabaja en una empresa y que habla abiertamente de su orientación sexual les está diciendo a otras, que en esa empresa es posible trabajar de forma cómoda”, concluye.
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