La entrada en masa de energía renovable (eólica y, sobre todo, fotovoltaica) en el sistema eléctrico español reducirá drásticamente el precio de la luz en lo que resta de década. Así lo prevén el Gobierno y Red Eléctrica de España (REE) en el borrador del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), que proyecta un coste medio por megavatio hora (MWh) de 28,5 euros en el mercado mayorista. De él bebe directamente la tarifa regulada e, indirectamente —antes o después, es la referencia sobre la que se estructuran—, todos los contratos del mercado libre de hogares y empresas.
Esta proyección supone un recorte de casi el 70% frente a los casi 90 euros por MWh que promedia la electricidad en lo que va de 2023 y de más del 80% respecto a los niveles de 2022, el año de la crisis energética y en el que se batieron todos los récords. Para Francia, los cálculos de REE que el Ejecutivo hace suyos en el PNIEC —la gran hoja de ruta energética para los próximos años— apuntan a una media 51 euros, notablemente por debajo de los valores actuales pero también un 77% más altos que lo que promediará España entonces. A diferencia de en la península Ibérica, que en los últimos años se ha convertido en un gran polo europeo de atracción de las inversiones en renovables, en Francia el despliegue de estas tecnologías —aunque notable— se está produciendo a un ritmo menor y la nuclear seguirá marcando los precios el resto de la década.
La previsión de precios que incluye el Gobierno en el texto recién enviado a Bruselas es notablemente más optimista que los mercados de futuros. Frente a los 28,5 euros proyectados por las autoridades españolas para finales de la década, estos apuntan a 45 euros por MWh. Aunque seguiría suponiendo un descenso más que sustancial (sería prácticamente la mitad que hoy), la reducción sería mucho menor de lo que esperan REE y el Ministerio para la Transición Ecológica. Para Francia, los futuros también son más pesimistas: algo más de 81 euros por MWh en 2030.
Impacto económico positivo
La bajada en el precio de la electricidad será un alivio para empresas y hogares, y tendrá un fuerte efecto desinflacionario. Más aún, con el despegue previsto de los coches eléctricos, las bombas de calor y otras soluciones electrificadas para alejarse de los combustibles fósiles. “El abaratamiento de la energía de la mano de las renovables es clave para la competitividad”, expone el Gobierno en el documento remitido la semana pasada a la Comisión Europea. “La transformación ha tenido reflejo en los mercados de futuro eléctricos y con ello en las cada vez mejores perspectivas de inversión, que encuentran en España previsiones de precios de la energía más asequibles que en otros mercados europeos”.
España, se lee en el nuevo PNIEC, “es el país con mayor recurso solar de toda Europa y está entre los países con mayor recurso eólico. Esto permite que sea una realidad la generación (…) a precios significativamente inferiores a los de otros vectores energéticos, redundando en una mayor competitividad de la economía y una mejora de las economías domésticas”.
Ahorro de casi 91.000 millones
Según los cálculos del Gobierno, la combinación de una mayor tasa de electrificación y una caída sustancial en el precio de la luz redundará en un crecimiento extra del PIB de 34.700 millones de euros, un 2,6% más que en el escenario tendencial (el que no tiene en cuenta este efecto). En términos de empleo, el resultado también será sustancial: el plan prevé la creación de entre 430.000 y 522.000 puestos de trabajo, un 50% más de lo que preveía hasta ahora.
En estos cálculos, el Ejecutivo tiene en cuenta tanto el ahorro económico como la liberación de recursos que permitirá la transición de las energías fósiles a las renovables. También la consecuente liberación de recursos, que generará un “mayor gasto en otros bienes y servicios”. “El impacto de este efecto es pequeño inicialmente, pero crece hacia 2030 cuando las inversiones en ahorro y eficiencia y en renovables van teniendo efecto y los precios de los combustibles fósiles son más altos”, apuntan los técnicos del ministerio. Solo el menor consumo de combustibles fósiles importados supondrá un ahorro acumulado de 90.700 millones de euros hasta 2030. La balanza comercial lo agradecerá, y mucho.
Más vertidos
La contracara, en parte inevitable, del bum renovable será el crecimiento en los volúmenes de energía limpia que se desperdicia a lo largo del año por falta de sincronía entre la oferta y la demanda en las horas de mayor generación. Aunque el nuevo PNIEC apunta a un fuerte incremento de la electrificación y del almacenamiento de aquí a finales de la década, cuando España debería disponer de unos 22 GW de potencia instalada (casi cuatro veces más que hoy, entre baterías, centrales de bombeo y termoeléctricas), el crecimiento exponencial del parque renovable disparará los vertidos hasta el 9,3% del total generado por fuentes limpias, frente al 1,6% actual.
De cumplirse el plan del Gobierno, la eólica (en tierra y en mar), la fotovoltaica y la hidroeléctrica sumarán el 72% de la capacidad instalada en 2030. A mucha distancia, los ciclos combinados (gas) serán el 12% total y seguirán aportando flexibilidad al sistema: inyectarán electricidad al sistema cuando no sople el viento y no haga sol. La cogeneración se quedará en el 2% y la nuclear en el 1%, con solo tres reactores en funcionamiento si antes no se aprueba una prórroga en la vida útil de los siete que hay hoy en operación. Si se saca el almacenamiento de la ecuación, el 81% de la potencia instalada en España será renovable, una de las mayores cifras de Europa y muy lejos del 60% actual.
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