La mayor petrolera española, Repsol, se anotó un beneficio neto de 1.420 millones de euros entre enero y junio, según ha dado a conocer este jueves en una nota remitida a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). El resultado, aunque un 44% inferior al obtenido en el mismo periodo del año pasado (2.539 millones), sigue claramente por encima de los niveles preguerra: en el primer semestre de 2021 ganó 1.235 millones; y en el de 2019, antes de la pandemia, fueron 1.133.
La compañía presidida por Antonio Brufau achaca la caída en el beneficio semestral al “desplome” en los precios de los productos energéticos respecto al mismo periodo del año anterior, “cuando se produjo una subida anómala de las cotizaciones de las materias primas”. Entre enero y junio, su margen de ganancia en las actividades de refino cayó un 29%, con el petróleo Brent —el de referencia en Europa— un 26% más barato que en el mismo periodo del año anterior y el Henry Hub —el gas de referencia en Estados Unidos— un 54% más económico y cada vez más lejos de sus máximos históricos.
“Con este entorno de normalización de los precios y del suministro de energía, después de un convulso 2022, el buen desempeño de Repsol refleja la robustez del plan Estratégico 2021-2025 y del modelo integrado de compañía”, saca pecho en la nota remitida al regulador bursátil. “El sólido desempeño de la compañía durante los seis primeros meses del año permitió adelantar los objetivos de retribución a los accionistas y aprovechar oportunidades de inversión y crecimiento”.
En la primera mitad del año, la petrolera destinó a España el 43% de sus inversiones, frente al 39% de EE UU. Este último no solo es un mercado prioritario para Repsol: también lo es para la mayor parte de las energéticas españolas, tanto fósiles como eléctricas.
Imaz: “No va a haber ninguna gran compra”
En la conferencia con analistas posterior a la presentación de resultados, el primer ejecutivo de la petrolera, Josu Jon Imaz, ha negado una vez más que la empresa que dirige vaya a acometer una operación corporativa con el ingente volumen de caja acumulado tras los enormes beneficios cosechados en los últimos tiempos. “Eso no va a ocurrir”, ha sentenciado, autoidentificándose una vez más como “el consejero delegado más aburrido de la Bolsa” por su “prudencia y predictibilidad” y por su afán por “preservar el balance y la solidez financiera” y no lanzarse a aventuras corporativas.
A diferencia de otras grandes petroleras europeas, que se han lanzado con fuerza a invertir en hidrógeno y amoniaco verdes, el camino de Repsol es mucho más prudente. Pese a los recientes anuncios de inversión en electrolizadores —las máquinas en las que se genera hidrógeno con electricidad renovable y agua—, la pauta de Imaz es clara: se moverá ficha, única y exclusivamente, si la rentabilidad estimada es de al menos “dos dígitos”.
Mayor retribución al accionista
En los últimos tiempos, la petrolera ha mejorado el pago a sus accionistas por dos vías: una directa, aumentando en un 11% el dividendo en efectivo, hasta los 0,7 euros por título —una cifra a la que hay que sumar otros 0,375 euros que repartirá en enero de 2024 con cargo a reservas—; y una indirecta, con la amortización de 50 millones de acciones propias, previamente compradas por la empresa, para reducir el capital social y elevar así el valor de los títulos restantes. Este jueves, la compañía ha anunciado la ampliación de este plan a 60 millones de nuevos títulos que comprará a mercado y amortizará antes de que termine el año.
La deuda neta de la petrolera terminó junio en 797 millones de euros, un 9% menos que en marzo y un 65% menos que a cierre de 2022. La, por su parte, liquidez alcanzó 11.441 millones, una cantidad “suficiente para cubrir cerca de seis veces los vencimientos de deuda bruta a corto plazo”, apunta la compañía.
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