Durante los años que siguieron al estallido de la pandemia, corrieron rumores de que gran parte del sector financiero podría irse de Nueva York a Miami. Al fin y al cabo, los impuestos estatales y locales sobre el 1% más rico son mucho más bajos en Florida que en Nueva York; unos 9 puntos menos como porcentaje de los ingresos, según el informe más reciente del Instituto sobre Política Fiscal y Económica (y los impuestos sobre los ricos son aún más altos en la ciudad de Nueva York que en el conjunto del Estado).
Mientras la covid alteraba la vida urbana normal, se tuvo la impresión de que la mayoría de los millonarios se centrarían en las ventajas financieras y abandonarían la Gran Manzana. De hecho, algunos ricos potentados lo hicieron. Pero parece que el revuelo sobre la marcha de las finanzas a Miami se ha calmado. En realidad, la población del condado de Miami-Dade se redujo entre 2019 y 2022.
¿Qué ha ocurrido? Parte de la respuesta reside en que Nueva York, aunque ha perdido parte de su población, no es, como parecen creer muchos no neoyorquinos, una pocilga distópica. Su tasa de homicidios es la mitad que la de Miami, y tiene otras ventajas, como un amplio sistema de transporte público del que Miami carece.
Y a medida que la vida de la ciudad ha ido volviendo a la normalidad, ha recuperado su condición especial como lugar para que los muy opulentos disfruten de su opulencia. Sé que estoy siendo mezquino, pero siempre me ha encantado lo que un gestor de activos le dijo a Bloomberg: “La principal pega de mudarse a Florida es que tienes que vivir en Florida”.
Es más, las decisiones de los ricos sobre dónde vivir no son tan sensibles a los tipos impositivos. De hecho, California —donde los impuestos sobre las rentas altas son más elevados que en Nueva York— experimenta actualmente un rápido crecimiento del número de contribuyentes que ganan más de un millón de dólares, y un crecimiento explosivo de los que ganan más de 50 millones.
Ahora bien, la población de Florida en su conjunto sigue aumentando rápidamente, y en breve explicaré la razón para ello. Pero primero, hablemos de cómo influye el repentino estancamiento de Miami en el largo debate sobre la razón de que tantos estadounidenses del noreste y de California se hayan trasladado al Cinturón del Sol, un traslado que es muy real, aunque los sueños de Miami de convertirse en la nueva Nueva York parezcan cada vez más un espejismo.
Una historia, la preferida por los conservadores, recalca la importancia del “entorno favorable para las empresas”, especialmente unos impuestos bajos para los “creadores de empleo”, es decir, los ricos. Sin embargo, otro relato alternativo se centra en la asequibilidad de la vivienda.
Por culpa del nimbismo [proyectos sí, pero “no en mi patio trasero”] desenfrenado, se han construido muy pocas viviendas en el noreste, y especialmente en California, por lo que el precio de las casas, ya sean compradas o alquiladas, es extremadamente alto. Por eso, los estadounidenses de rentas medias y bajas se trasladan a áreas metropolitanas como Atlanta o Houston, donde los salarios son quizás más bajos que en las ciudades del norte, pero, gracias a una zonificación permisiva, la vivienda es mucho más barata.
El problema de Miami es que, a pesar de ofrecer a los pudientes unos impuestos bajos al estilo de los Estados rojos [gobernados por el Partido Republicano], parece tener límites a la construcción de viviendas como los de los Estados azules [gobernados por los demócratas] y construye aproximadamente el mismo número (reducido) de nuevas unidades residenciales per cápita que la zona metropolitana de Nueva York. Por consiguiente, la vivienda es extremadamente cara; por ejemplo, los alquileres son mucho más altos que en otras grandes ciudades del Cinturón del Sol, y no muy inferiores a los de Nueva York. Como los salarios en Florida son relativamente bajos, la relación entre el precio medio de la vivienda y la renta media es en realidad más elevada en Miami que en Nueva York.
Y el relativo estancamiento de la población de Miami — incluso antes de la reciente caída, la zona metropolitana de Miami iba a la zaga de otras grandes metrópolis del Cinturón del Sol— da a entender que el secreto para el crecimiento del Cinturón del Sol es que las viviendas son asequibles, no el ser amable con los ricos.
Sin embargo, como ya he dicho, la población de Florida en su conjunto sigue aumentando. ¿Por qué? Para empezar, el resto del Estado no es tan caro como Miami. Pero, ¿qué hacen todos esos nuevos floridanos para ganarse la vida?
Bueno, un número elevado de ellos están ya jubilados. Los jubilados llevan mucho tiempo trasladándose a Florida para disfrutar de los cálidos inviernos, desde que Groucho Marx dijo a unos compradores en potencia: “Puedes tener la clase de casa que quieras. Hasta puedes conseguir escayola. Vaya que si puedes conseguir que te escayolen”. Pero ahora hay muchos más emigrantes jubilados en potencia que en el pasado: entre 2010 y 2020, la población total de Estados Unidos creció solo un 7,4%, pero la población de 65 años o más creció un 38,6%. Y como los jubilados gastan dinero en servicios locales, la afluencia de personas mayores crea también puestos de trabajo para los adultos más jóvenes.
Esto es seguramente tan solo una parte de la historia del crecimiento constante de Florida. Y con el cambio climático, habrá que ver si el atractivo de los inviernos cálidos se ve cada vez más contrarrestado por la perspectiva de unos veranos insoportables. También habrá que ver cómo afecta al Estado la progresiva crisis de los seguros de hogar. Pero la afluencia de jubilados ayuda a explicar por qué la población de Florida sigue creciendo rápidamente a pesar de que su mayor metrópoli se ha vuelto cada vez más inaccesible.
Todo indica que la vivienda asequible, y no los bajos impuestos para los ricos, es el principal motor del crecimiento en el resto del Cinturón del Sol. Y si los Estados azules quieren frenar o invertir su declive relativo, su principal prioridad debería ser permitir la construcción de más viviendas, en vez de recortar los impuestos a los más ricos.
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