La gotera del quinto, los ruidos del segundo o las reclamaciones del cuarto. Son muchas las complicaciones de la convivencia en una comunidad de vecinos, incluyendo la adaptación de nuevos miembros. Tras las elecciones del próximo mes de junio, los eurodiputados y los miembros del Consejo, que serían los presidentes y administradores honoríficos de esta comunidad, tendrán cinco años para reformar las normas, y asegurar la gobernabilidad, de una potencial Unión Europea de 36 miembros.
La futura ampliación, que incluye como candidatos a Ucrania, Moldavia, Georgia y los países de los Balcanes occidentales es, con seguridad, el principal desafío político, económico y social al que se enfrentará la comunidad de vecinos de la Unión Europea en los próximos años. Debido a su tamaño, la entrada de Ucrania tendría el mayor impacto.
A nadie se le escapa que este país, además de estar en guerra con Rusia, tiene dificultades económicas, con una renta per cápita menor que la de Vietnam o Paraguay. ¿Significa esto que su posible incorporación sería negativa para el resto de los vecinos? La realidad es que las fortalezas económicas de Ucrania son notables. Su sector agrícola es uno de los mayores exportadores mundiales de grano, lo que paradójicamente constituye uno de los principales escollos para su integración comunitaria. Además, su población está bien formada en áreas como ingeniería e informática, lo que genera que hasta el 70% de las exportaciones ucranias de servicios sean informáticos y de comunicaciones. El porcentaje de la UE en las exportaciones de estos servicios no alcanza el 55%.
La riqueza en recursos naturales es también fundamental. Las reservas ucranias permitirían reducir la dependencia europea de China en minerales, especialmente titanio y tungsteno. Su llegada también reforzaría el almacenamiento del gas. La gestión de la calefacción es fundamental en una comunidad de vecinos. Que el suministro de gas durante este invierno esté asegurado se debe, principalmente, al uso que Europa hace de la capacidad de almacenaje gasístico de Ucrania. El acceso a esta infraestructura, facilitado por su gobierno, supone la integración del país en el mercado energético europeo y propicia la estabilización de los precios del gas para la comunidad.
Junto con el mercado único y la unión monetaria, las sucesivas ampliaciones de la Unión constituyen una de las políticas comunitarias más exitosas. Es cierto que integrar nuevas realidades sociales y económicas, en este caso con la dificultad añadida de ser un país en guerra, es una prueba de enorme calado. Pese a ello, esta comunidad de vecinos ha superado desafíos mayores en el pasado. En 1986, año de la entrada de España, la economía española representaba el 8% respecto a los diez países que formaban la Comunidad Económica Europea y la población casi el 13%. Actualmente, el peso económico de Ucrania es cercano al 1% del PIB de la UE y su población es el 9%.
Las negociaciones están en marcha. Conseguir la integración requerirá adaptar algunas normas de la comunidad antes de la llegada de nuevos países, como la expansión de las políticas aprobadas por mayoría cualificada, incluyendo la política exterior, de defensa e impositiva, o las reformas de la política agraria común y la de cohesión, por ejemplo. No son reformas fáciles de acometer. Tampoco lo son las que los países candidatos están implementando para cumplir los requisitos que todo futuro Estado miembro de la comunidad debe reunir.
Lo importante es tener presente que, en ambos casos, los beneficios para los ciudadanos europeos, miembros o potenciales miembros de esta comunidad de vecinos, son tangibles. Además de las posibles mejoras económicas, se optimizaría la integración del continente, la comunicación entre países y la calidad democrática de la región. Una vez dentro de la Unión, los países candidatos tendrán acceso al mercado único y se beneficiarán de inversiones públicas y privadas, con las que podrían acelerar su convergencia económica hacia Estados de bienestar similares a la media europea.
La convivencia entre vecinos es compleja y llegar a acuerdos es difícil, pero conseguirlo genera riqueza y fortaleza. En el pasado, la UE ha sido capaz de integrar países que ahora forman parte integral de esta peculiar comunidad y sin los cuales sería mucho más débil. Apostemos por una comunidad capaz de atraer, crecer y mejorar con nuevos vecinos.
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