Silvia Congost, psicóloga con más de 20 años de experiencia profesional asesorando a parejas para que puedan fortalecer y mejorar su relación, crecer en autoestima y huir de la dependencia emocional, considera que el amor, como tal, nunca duele porque «si es sano, es bonito, nos hace crecer, nos ayuda a sacar lo mejor de nosotros mismos, nos aporta paz… Si duele es porque ya no estamos hablando de amor, pero lo confundimos con amor. Es decir, esa dependencia que yo siento hacia otra persona se produce porque me siento incapaz de cortar esa relación, a pesar de que ya no hay amor porque ni soy feliz ni estoy bien, ni puedo crecer».
«Ni soy feliz, ni estoy bien, ni puedo crecer…», aseguras. Entonces, ¿por qué cuesta tanto romper esa relación?
Por un lado es por el miedo que nos produce y, por otro, por el rechazo que sentimos a la idea de la soledad, de la ruptura, de quedarnos sin pareja. A nivel social, si miramos en nuestro entorno, todos los ‘inputs’ que recibimos es que la situación ideal es estar en pareja, crear una familia hasta que la muerte nos separe, pero no nos enseñan que a veces las relaciones no funcionan porque cambiamos u ocurren cosas que hacen que nuestros sentimientos desaparezcan, se transformen. No sabemos qué hacer en esos casos.
¿Qué señales deberíamos tener en cuenta para advertir que nuestra relación no va por el buen camino?
La primera es que si nos imaginamos estar sin esa persona y hay algo en nosotros que nos dice que estaríamos mejor. Es decir, cuando nos damos cuenta de que sufrimos más de lo que disfrutamos, de que la mayor parte del tiempo nuestro vínculo no nos produce paz, calma, bienestar, ganas de crecer al lado de esa persona, sino que estamos estancados una y otra vez en los mismos problemas. Quizá, entonces, nos demos cuenta de que esa persona, en realidad, no nos gusta, de que estamos luchando para cambiarla y transformarla en quien nosotros queremos que sea. Esa idea, esas expectativas que tenemos en nuestra cabeza, nos hacen ver que esa persona no encaja y, entonces, lo pasamos mal la mayor parte del tiempo. Por estos motivos, esa persona tal vez no debería ser nuestra pareja.
¿Por qué ese empeño en intentar modificar los defectos que no nos gustan de la otra persona, cuando quizá sería más conveniente cambiar de pareja?
-Exacto, es como si tuviéramos un molde destinado a la relación de pareja y de esa persona que queremos incluir en nuestra vida pero, por lo general, elegimos a quien se fija en nosotros porque vamos bastantes escasos de autoestima. Entonces, si alguien me dice cuatro cosas bonitas o se fija en mí, ya me va bien y después ya haré yo que encaje en ese molde, aunque no encaje en absoluto. Pensamos en que ya modificaré esto y lo otro. Pero no funciona así. En las relaciones, o hay una aceptación total, de quién es la otra persona para que tú sientas que estás bien y no necesitas cambiarla y la otra persona se sienta aceptada, adecuada y admirada por ti, o no funciona.
Qué peso tan importante tiene la propia autoestima en la relación de pareja, ¿no?
No nos damos cuenta y, por lo general, nos falta fortalecerla muchísimo porque no recibimos la educación necesaria. A veces nuestros padres tampoco tienen las herramientas como para ayudarnos a que crezcamos con una buena autoestima, que se forja principalmente en la infancia, pero lo cierto es que para tener una relación de pareja sana y para tener posibilidades de crearla, primero tenemos que tener una buena relación, y sana, con nosotros mismos. Al final, la autoestima es cuánto de valioso creo que soy, el valor que siento que tengo como persona. Si siento que no valgo, es más fácil que cuando encuentre una pareja que no me valore o me desprecie, me lo crea y me quede siendo una víctima porque en el fondo resuena con lo que yo creo de mí. En cambio, si siento que soy una persona que se merece recibir amor, éxito, que le pasen cosas buenas…, no me voy a quedar al lado de alguien que me haga sentir de ese modo porque no me interesa.
La autoestima se debe trabajar desde la infancia, pero muchos adultos no saben cómo fortalecerla. ¿Cómo podrían los padres conseguirlo?
La mejor forma de educar es a través del ejemplo. Siempre. Es decir, todo aquello que hacemos cuando no tratamos de enseñarles nada es de lo que ellos más aprenden. Creo que los padres que son conscientes de la importancia de la autoestima deberían empezar por trabajar la suya propia, por hacer un proceso de crecimiento personal para entender por qué tengo la autoestima que tengo, por qué me siento como me siento… ya que, a veces, tenemos todo esto normalizado. Y, a partir de ahí, se darán cuenta de la importancia que tiene darle el cariño necesario a ese hijo, darle la presencia, el reconocimiento suficiente…, lo que no implica que no le tengas que marcar por dónde van los límites pero, si no eres consciente de todo esto, va a ser muy difícil poder trasladárselo a tu hijo, mostrarlo o enseñarlo. Primero hay que sentirlo y experimentarlo en primera persona.
Muchas relaciones no son tóxicas, pero llegan al verano deterioradas por el estrés diario de atender el trabajo, la casa, los hijos… ¿Es buen momento plantearse en vacaciones poner todas las cartas sobre la mesa e intentar reforzar la situación y la relación? ¿O es mejor descansar, no recordar problemas y dejarlo para otra ocasión?
Este es el gran tema. Cuando no acabamos de funcionar bien, la mayor parte de las veces es porque no nos dedicamos suficiente tiempo de calidad a nosotros, a la relación, al propio vínculo. Entonces sí que es cierto que es atractivo el hecho de que llegue el verano y tengamos unas cuantas semanas seguidas sin las obligaciones del resto del año. Lo que ocurre es que está comprobado que si tú durante el año no has puesto atención a todos estos detalles, cuando llegan las vacaciones suele ser tarde y, por eso, septiembre es el mes en el que crecen las estadísticas de divorcios. Lo importante es poner atención al resto del año. Diría que quien quiera tratar de arreglar la relación en verano lo haga sentando las bases de lo que van a hacer durante el año que viene después de verano y que estén de acuerdo en qué necesitan, qué deben reforzar, a qué prestar atención, cómo tener más espacios para la comunicación, para hablar de las carencias que tienen ambas partes, qué hay que modificar, qué es lo que piden para sentir que están más atendidos por la otra persona, plantearnos si seguimos admirando a nuestra pareja… Todos esos detalles son muy importantes, pero tenemos que cuidarlos durante todo el año, no esperar a que llegue el verano.
Es decir, ¿que es mejor no hacer una mirada al pasado recordando esto que me hiciste, aquello que dijiste…? Mirar al futuro.
Claro, en vez de centrarte en eso que te dolió, en esas heridas que aún están ahí con reproches y demás, ayuda mucho más intentar centrarse en qué es lo que admiraba de mi pareja cuando me enamoré, qué es eso que tanto me gustaba, porque tendemos a focalizarnos mucho en lo que no nos gusta y cuando ponemos el foco en lo malo, vas a dejar de sentir cualquier tipo de sentimiento vinculado con el amor.
También hay parejas que esperan esta época de menores responsabilidades para recuperar y mejorar sus relaciones sexuales cuando también las tienen un poco abandonadas. ¿Es positivo?
Sí, sí, es positivo. Es un momento en el que si tenemos tiempo de calidad y un ambiente adecuado, más relajado, volvemos también a encontrarnos en esa parte tan importante de la relación. Es bueno. Pero, si dura en agosto y en septiembre y, después, nos volvemos a olvidar del sexo, de nuevo se crea distancia en la pareja y, a no ser que haya una falta de deseo por ambos, con lo cual no lo necesitamos, sí que hay que cultivarlo y que poner un poco cada uno de su parte para que se mantenga activa la sexualidad.
¿Qué consejos darías a los adolescentes que en esta época del año salen más, empiezan a tontear y a tener sus primeras relaciones amorosas?
Los adolescentes están actualmente abiertos a probar más cosas de lo que estábamos tal vez nosotros o en otras generaciones pero, en general, siguen sufriendo lo mismo que hemos sufrido todos. Tienen que poner mucha atención y plantearse qué es para ellos importante en una relación, qué es lo que les gusta de otra persona, qué priorizan y dónde están sus límites, lo que no permitirían, para no normalizar muchas conductas que están a la orden del día y que no son sanas y destruyen la autoestima. Cuanto mejor sea su autoestima, cuanto más puedan seguir a personas en redes sociales que les inspiren, que les den contenido y ayuden a pensar, más positivo será para ellos. Conozco muchos jóvenes que así lo hacen y se nota cómo piensan con más madurez, que tienen mucho más claro lo que es una relación sana y lo que no porque pueden acceder con más facilidad a todo este contenido.
Pero las redes sociales, muchas series o canciones actuales también les incitan a relaciones más superficiales. ¿Cómo les condiciona?
Sinceramente, creo que los condiciona igual que nos ha condicionado siempre la música porque si echamos la vista atrás entre canciones y películas tenemos un buen arsenal como para acabar pasándolo mal. También es verdad que hoy ocurre esto pero, al final, volvemos a lo mismo. Lo importante es ayudarles a sentar unas bases para que puedan pensar por sí mismos y cuestionarse todo eso que escuchan, las creencias que reciben de su entorno, igual que las que aprenden de sus propios padres. Eso les ayudará a ser capaces de elegir lo correcto y pasar de aquello que no encaja o que no les hará felices.
Claro, porque el modelo que tienen de referencia son los padres…
Lo que ve el niño en casa es lo que para él es el amor, tanto si ve silencio, desprecios, castigos, como afecto o falta de él. Nos queda interiorizado como amor. Cuando eliges a alguien, normalmente te atraen personas que de forma inconsciente te recuerdan a lo que tú viste en tu casa. Por eso, tantas veces acabamos reproduciendo lo mismo. Tengo muchos pacientes que me dicen «andá, ahora que estoy describiendo a mi padre me doy cuenta de que mi pareja es clavado a mi padre, o igual a mi madre, ¿qué casualidad no?». No es casualidad. Ocurre porque hay algo ahí que nos atrae, aunque nos guste o lo detestemos.