A pocos días del comienzo del colegio, ya hay familias que están deseando entrar de lleno en las rutinas que marca la agenda escolar, mientras que otras detestan dar carpetazo al ritmo de vida que han llevado durante las vacaciones. Y es que las rutinas, o se aman o se odian. Pero ¿qué es exactamente lo que marca la diferencia en esta forma de percibirlas por los padres?
Según Silvia Álava Sordo, Doctora en Psicología y autora, entre otros muchos libros, de ‘¿Por qué no soy feliz?’, explica que hay que partir de la base de que es muy frecuente que las personas asocien las vacaciones con la diversión y las rutinas con el aburrimiento. «Por tanto, los padres que identifican el verano con libertad, con hacer lo que desean en cada momento sin estar sujetos a las rigideces del resto del año, como que suene el despertador y tener que levantarse de inmediato, preparar a toda velocidad el desayuno de los niños y luchar para que se lo tomen rápido y no perder la ruta escolar, llegar del trabajo a casa cansados y sentarse junto a los más pequeños para que hagan los deberes…, es muy lógico que vean con gran desazón el fin de las vacaciones y la vuelta a los apretados horarios. El verano es el momento del año en el que pueden disfrutar de más tiempo con sus hijos, que suelen sentirse más tranquilos al estar más entretenidos. Por ello, muchos padres consideran que el inicio del curso es el fin de la libertad».
No obstante, Pilar Conde, directora técnica de Clínicas Origen, advierte que estos progenitores que odian la vuelta a la rutina deben tener cuidado «porque su resistencia al fin de las vacaciones es muy probable que dificulte la adaptación de sus hijos. Los adultos deben entender que se ‘someten’ para facilitar la vuelta a la rutina de sus pequeños, ya que actúan como sus modelos a seguir. Hay que procurar resistirse con ciertas rebeldías, pero que no afecten a la dinámica familiar y a la adaptación de los menores para no perjudicarles».
Silvia Álava Sordo recuerda que «las rutinas dan estructura a la familia». Añade que especialmente a los niños les aporta seguridad porque saben lo que tienen que hacer durante el día después de cada actividad, están menos perdidos. «Por ello –matiza– muchas familias intentan también durante las vacaciones mantener ciertas rutinas, aunque no tan estrictas como el resto del año».
Álava Sordo no duda al asegurar que, pese a todo, el sentimiento mayoritario es que las familias estén impacientes por que empiece el colegio. «En primer lugar porque las vacaciones escolares de los niños son más extensas que las laborales de los adultos y los padres tienen grandes dificultades para conciliar y atender a los hijos. La mayoría tienen que hacer malabares con su tiempo, y con sus familiares o amigos, para que los menores no estén solos mientras los progenitores están en la oficina. Para ellos, fundamentalmente, la rutina es una necesidad que les genera más seguridad y sensación de tener la situación más controlada, estabilizada, y sin depender de los demás».
Añade esta Doctora en Psicología que, además, «estar de vacaciones supone compartir las 24 horas con los hijos y es muy cansado atenderles, cuidarles y crear espacios de entretenimiento tantas horas y tantos días seguidos. No hay que sentirse mal por ello, por pensar de este modo. No quiere decir que no se les quiera, sino que esta demanda de atención tan grande lógicamente agota y la vuelta al cole, para este asunto, resulta liberador».
No lo es tanto, sin embargo, para los padres de hijos con dificultades o problemas de aprendizaje, «para los que la vuelta al cole supone un estrés muy elevado porque esta cuestión pasa a primer plano y deriva en problemas como ansiedad, mal comportamiento…, mientras que durante las vacaciones el foco de atención no está puesto en el aprendizaje y tanto hijos como padres están más relajados».
Lo mismo ocurre con los niños que tienen problemas de alimentación, alguna enfermedad. Para todas estas familias, la vuelta a la rutina tras el verano supone comenzar de nuevo con la incertidumbre y la preocupación por la buena marcha de sus hijos durante el curso.
Mercedes Bermejo, directora de Psicólogos Pozuelo y de la Editorial Sentir, coincide con Álava Sordo en que las rutinas en la etapa de Infantil son muy importantes porque «dan estructura y base para que los más pequeños sepan qué va a pasar en cada momento durante el día».
Explica, no obstante, que la mayor o menor aceptación de las rutinas depende también de la etapa vital que estemos viviendo. Para los padres, estar las 24 horas con los niños puede ser agotador físicamente porque los pequeños se mueven mucho y tienen demasiada energía; con los adolescentes, sin embargo, resulta más sencillo al ser más tranquilos. «Ajustarse mejor o peor a la rutina va en función también del nivel de estrés de los padres, de si están viviendo una buena etapa como pareja o están en crisis… lo que hará que estar de veraneo juntos propicie la sensación de estar en calma en un lugar seguro. Del mismo modo, para la familia puede ser muy estresante y desagradable volver a las agendas apretadas de la vuelta al cole si el niño sufre bullying o los padres se sienten muy quemados con el trabajo y están bajo presión laboral».
Claves para una buena vuelta a la rutina
Mercedes Bermejo aconseja que la vuelta sea siempre progresiva y de manera anticipada, «no se puede volver a la rutina y pasar de cero a cien porque, además, hay que mimarse e intentar tener ratos de ocio para mantener la salud mental que es fundamental que esté en muy buen estado».
En la misma línea se manifiesta Silvia Álava Sordo al recomendar no apurar las vacaciones para volver a casa el día de antes y empezar al día siguiente el colegio y el trabajo. «Se necesita un tiempo de adaptación y empezar, por lo menos una semana antes, a acostumbrarse de nuevo a los horarios de ir a dormir, de levantarse, desayunar, comer y cenar para ir cogiendo el ritmo adecuado. De esta forma, el día que se comience de nuevo con las obligaciones resultará mucho más fácil porque padres e hijos estarán menos cansados»
Pilar Conde, de Clínicas Origen, coincide con la necesidad de disponer de tiempo necesario para pasar del modo vacaciones al modo escuela. «Los menores han creado rutinas asociadas al periodo de vacaciones y tienen que cambiar de manera rápida horarios, rutinas, lo que para los más ellos requiere de tiempo de adaptación, con las consiguientes resistencias, manifestadas en falta de colaboración, enfados, rabietas, llanto…».
Para facilitar la labor, esta experta recomienda, además de ir ajustando horarios los días previos, organizar temas escolares (libros, ropa, etc.) con antelación, no dejarlo para última hora.
También aconseja entender que las reacciones de los menores son muestras de que están percibiendo el cambio y les cuesta dejar el patrón anterior. Por lo tanto, hay que armarse de paciencia. «Se puede jugar, o pasear cerca del colegio, para que los más pequeños entiendan que el principio de curso va a estar dentro de poco en su rutina».