El acceso a Internet para los jóvenes es, además de un recurso didáctico, una de las principales fuentes de entretenimiento, hecho que ha alertado a muchos padres sobre el tiempo que sus hijos dedican a las pantallas. Según datos de un informe de UNICEF sobre el uso de la tecnología que hacen los jóvenes en España, el 96,3% tienen el móvil, la tablet o el ordenador como una fuente de entretenimiento y el 94,8% de los adolescentes de entre 11 y 18 años dispone de un teléfono propio con conexión a Internet, siendo los 11 años la edad en la que, de media, reciben su primer smartphone en España.
Además, según resultados del informe Pasos 2022 sobre los estilos de vida y el estado de salud de la población española de 8 a 16 años, sólo el 36% de los niños y adolescentes cumplen con las recomendaciones de la OMS de no superar las dos horas al día frente a las pantallas.
Los especialistas explican que el foco no está tanto en cuánto se usan las pantallas, sino en cómo se usan. Según Catherine Burns, responsable del área de desarrollo personal en el departamento de Secundaria de «la clave está en regular el uso que los jóvenes hacen de los dispositivos móviles, ya sea en cuanto a la cantidad como a la calidad. En BSB el uso de los móviles no está permitido a lo largo de la jornada escolar. Pero sí que proporcionamos dispositivos móviles, ya sean iPads u ordenadores portátiles, a nuestros alumnos como parte de nuestra estrategia digital y formación tecnológica. Por supuesto, esto va acompañado de unas políticas de seguridad digital y de todo un programa de ciudadanía digital que nos permite garantizar que los jóvenes utilizarán la tecnología de manera responsable y productiva como herramienta de soporte al aprendizaje».
El enfoque debe ser conjunto, dentro y fuera del aula. De ahí que desde The British School of Barcelona ofrezcan una serie de recomendaciones para promover un equilibrio saludable en el uso de la tecnología:
1. Fomentar la creación sobre el consumo: La educación debe centrarse en oportunidades de aprendizaje que permitan a los estudiantes utilizar los dispositivos con un propósito, para crear en lugar de consumir. Esta perspectiva fomenta la participación activa de los jóvenes y los anima a utilizar la tecnología de manera constructiva. Cuando hablamos de «consumo de pantallas», lo estamos relacionando con el hecho de mirar, escuchar o jugar; es decir, a absorber información de forma pasiva. En cambio, cuando los profesores diseñan actividades que requieren la creación de contenido, como proyectos, presentaciones o investigaciones en línea, lo estamos transformando en un uso productivo y creativo.
2. Garantizar políticas en material digital: Debemos garantizar la coherencia de nuestras políticas en materia digital, asegurándonos de que están basadas en las investigaciones más recientes y en el asesoramiento de expertos, y que estén siempre actualizadas, ya que se trata de un área que no para de evolucionar. Dichas políticas permiten que los alumnos trabajen conforme a una serie de parámetros claros, que pueden incluir desde cortafuegos para navegar de forma segura, software de seguridad para identificar riesgos, y supervisar el uso que se hace de las pantallas.
3. Implementar un programa de ciudadanía digital: Tenemos la responsabilidad de garantizar que existe un programa de ciudadanía digital sólido y que éste se ejecute en paralelo con los planes de estudio, especialmente si los alumnos/as son usuarios habituales de la tecnología. El programa de ciudadanía digital debe ser exhaustivo y abarcar todas las etapas educativas y todas las edades, y debe ser estar alineado con el currículo, de forma que les ayude a desarrollar competencias digitales unidas a hábitos de consumo saludables.
4. Colaborar con las familias: Es importante mantener un contacto estrecho y fluido con las familias acerca del uso que hacen sus hijos de la tecnología, y proporcionar recursos y orientación que puedan poner en práctica en el hogar y modelar con el ejemplo. Es necesario entender cómo el exceso de exposición a las pantallas puede tener consecuencias negativas para los jóvenes, que van desde la falta de sueño y la disminución de la concentración en el aula hasta dificultades para socializar, problemas de salud mental y física, y riesgos en línea. Esta colaboración entre escuelas y familias es esencial para mantener un enfoque coherente en la educación digital de los estudiantes desde una edad temprana.
5. Abordar los desafíos de las influencias externas: Los jóvenes están expuestos a influencias externas, que pueden entrar en conflicto con todas estas recomendaciones. Las redes sociales son un buen ejemplo, ya que les atraen a un mundo sin límites o sin supervisión, lo que puede dar pie a un sinfín de problemas adicionales, que van mucho más allá del tiempo que pasan frente a las pantallas. Debemos enseñar a los jóvenes a reconocer y gestionar estas influencias externas, y fomentar un pensamiento crítico que les permita tomar decisiones informadas y seguras.