Cada vez más personas reproducen los vídeos y pódcast de las plataformas a velocidades más rápidas de las que fueron producidos y, especialmente, los audios entre usuarios particulares de aplicaciones como WhatsApp. ¿Esto puede tener consecuencias?, se pregunta en este reportaje Pablo Ramos, de la UOC.
Esta tendencia, conocida como speedwatching, es mucho más frecuente en los grupos de adultos jóvenes y adolescentes, aunque todos los sectores de la población son susceptibles de recurrir a ella en algunas ocasiones, según los expertos.
«El speedwatching es un modelo de consumo actual que ofrece varias ventajas, aunque también tiene consecuencias, más aún en las generaciones jóvenes que se encuentran en un periodo de formación y aprendizaje, así como en un proceso de madurez de capacidades como la atención, la retención, la comprensión y la memoria«, apunta Sylvie Pérez, psicopedagoga y profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Desde que la plataforma de vídeo YouTube introdujo la posibilidad de acelerar la velocidad de un vídeo en 2010, distintas aplicaciones de mensajería como WhatsApp o Telegram, redes sociales como TikTok, y los pódcast o plataformas de vídeo en directo como Netflix o Amazon Prime Video ofrecen entre sus funciones la opción de incrementar la velocidad del contenido de 1x hasta 1.25x, 1.5x e incluso 2x. Una herramienta que hoy en día es una pauta común para el consumo de audios, vídeos y conferencias que el alumnado utiliza en su etapa educativa.
«El ‘speedwatching’ es la respuesta a visualizar las cosas desde un mundo con prisas, en el que la gestión de los tiempos de espera no es suficiente. De hecho, en muchas ocasiones y en muchos campos se está yendo demasiado rápido en este proceso, especialmente para los más jóvenes, incluso adolescentes«, comenta Pérez.
Motivaciones del ‘speedwatching’ o consumo acelerado
Entre los factores que explican el ‘speedwatching’ destacan la disponibilidad de esta función en el reproductor, la falta de tiempo, el ritmo de vida o la ansiedad por no participar de alguna acción o actividad, también conocida como miedo a estar ausente o fenómeno FOMO, por sus siglas en inglés.
A juicio de esta experta, la estimulación rápida y permanente genera una gratificación en el cerebro y no requiere tanto esfuerzo mental. «Y debido a esta estimulación constante, es normal que no se procese toda la información aportada y se pierda la valoración del esfuerzo que hace el emisor del mensaje, ya sea el profesor, un compañero o el propio producto audiovisual», advierte Pérez.
En cuanto a datos concretos sobre el speedwatching, según el gigante tecnológico Google y Alphabet, «los usuarios de YouTube ahorraron un promedio de más de 900 años de tiempo por día al mirar vídeos a velocidades más rápidas».
«Aunque a muchos de nuestros usuarios les encanta esta función, para algunos la velocidad todavía no es lo suficientemente alta. Incluso hemos recibido solicitudes para agregar velocidades de reproducción de 3x, 3.5x y 4x», destacaba Neal Mohan, director de producto de YouTube en 2022.
Y en el caso del pódcast, ocurre una situación similar. Las estadísticas del consumo del pódcast en español de 2023 publicadas por la plataforma iVoox reflejan que la mayoría de la población consume a velocidad normal los pódcast, sin embargo, el 10,48 % los escucha a una velocidad acelerada. «La retención y comprensión de la información permite interiorizarla y desarrollar sobre esta base la capacidad crítica, pero con el consumo acelerado estamos anulando esa capacidad, así como la atención o la gestión de los tiempos de espera«, explica la experta sobre los posibles efectos de esta tendencia de consumo.
Riesgos, consecuencias y posibles beneficos
A pesar de ser un fenómeno relativamente reciente, ya existen investigaciones sobre las posibles consecuencias y riesgos del consumo de productos audiovisuales a una velocidad acelerada. En este aspecto, un reciente trabajo de la Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) detalla que reproducir más rápido un vídeo, en este caso una conferencia, afecta a la comprensión del contenido, aunque también tiene el beneficio de recibir una mayor cantidad de información en menos tiempo. No obstante, hay que tener en cuenta que las consecuencias y los réditos de esta forma de consumo dependen del conocimiento previo sobre la temática, el modelo de aprendizaje y el interés de cada persona.
«Actualmente, vivimos en la cultura de la prisa y el estrés, un modo de vida que puede afectar en mayor medida a los jóvenes y menores en etapas educativas. Los adultos mayores tienen el cerebro formado, pero un menor, adolescente o joven se encuentra en una fase de construcción, por lo que su cerebro es más frágil y mucho más débil«, argumenta la psicopedagoga, quien detalla que, si este tipo de consumo se prolonga o se convierte en costumbre, »se necesita mucho más esfuerzo para contrarrestar el daño que esto haya podido ocasionar en capacidades como la atención, la concentración, la retención, la memoria o la crítica, así como en el desarrollo cognitivo, emocional y social«.
Por otro lado, estudios recientes explican que los adultos más jóvenes pueden ver vídeos de conferencias a velocidades más rápidas sin déficits significativos en la memoria, mientras que el rendimiento de los adultos mayores a velocidades más elevadas se ve afectado. Es más, las velocidades de reproducción más rápidas pueden llegar a reducir las distracciones en los jóvenes, un grupo social más propenso a distraerse.
Sin embargo, a pesar de que no existen inconvenientes demostrados en adultos o estudiantes universitarios, los expertos se muestran contrarios a acelerar los vídeos simplemente para ahorrar tiempo. De forma destacada, porque cada vídeo o audio tiene una complejidad, dificultad, diálogo y superposición audiovisual específica que pueden perderse al aumentar su velocidad.
«Ante tanto estímulo acelerado, el cerebro ‘se aburre’ y, si no recibe este tipo de estímulo a esa velocidad, se vuelve más pasivo, ya que no está acostumbrado a estar atento ni concentrado, sino exclusivamente a la recepción de estímulos. Fenómenos como el speedwatching hacen que nos volvamos más primitivos y solo actuamos ante el estímulo-respuesta sin procesamiento de la información«, detalla la experta de la UOC.
En este aspecto, se debe tener en cuenta que el consumo de vídeo y audio está totalmente vinculado a una pantalla, en concreto, al teléfono móvil o móvil inteligente. Y en el caso de los menores, los riesgos derivados de un uso excesivo de la pantalla están relacionados con los malos hábitos, la falta de descanso y horas de sueño insuficientes que pueden derivar en el desarrollo de enfermedades no transmisibles.
«Convertir el speedwatching en una norma puede causar graves consecuencias en los grupos sociales más jóvenes, por lo que se debe recurrir a esta técnica de una forma consciente y responsable, evitando su abuso continuado para asegurarse tanto la comprensión de los mensajes como el disfrute del contenido audiovisual«, concluye Pérez.