Al ser preguntadas las familias por el futuro de sus hijos con discapacidad, la gran mayoría de los padres (93%) lo tienen claro: desean que sus descendientes puedan trabajar y alcanzar el máximo grado de autonomía posible. Esta es, al menos, una de las conclusiones principales del 13° Informe ‘Discapacidad y Familia’ realizado por el Observatorio de la Vulnerabilidad y el Empleo de la Fundación Adecco
El estudio basa sus conclusiones en una encuesta a 511 familias que tienen hijos con discapacidad pertenecientes al programa Plan Familia de la Fundación Adecco: el 67% son aún menores de edad, y el 33% restante con una edad correspondida entre los 18 y los 30 años, que siguen habitando en el hogar de los padres y que, en el 96% de los casos, no tienen empleo.
Dichas familias anhelan, por encima de todo, «que sus hijos con discapacidad puedan vivir vidas plenas, seguras y satisfactorias. Y reconocen que, a pesar de las grandes dificultades que plantea la sociedad y el mercado laboral, sus hijos tienen mucho que ofrecer y merecen la oportunidad de demostrar su valía. En este camino, son conscientes de que el empleo es el mejor vehículo para alcanzar sus sueños personales, logrando el mayor grado de autonomía». El empleo, concluyen, es una ventana que garantiza el derecho a decidir cómo quieren orientar su vida.
Y, ¿qué tipo de empleo desean las familias para sus hijos con discapacidad? Hay que recordar que el actual mercado laboral ofrece diversas alternativas para la inclusión, siendo las más destacadas la empresa ordinaria (donde las personas con discapacidad conviven en los mismos espacios y proyectos que el resto de la población trabajadora) y Centros Especiales de Empleo (conocidos como CEE, son entornos de trabajo protegidos, en los que al menos 7 de cada 10 profesionales tiene discapacidad).
«La coexistencia de ambas opciones es fundamental para ofrecer un amplio espectro de oportunidades laborales para un segmento de la población tan heterogéneo como las personas con discapacidad. Algunas requieren, sobre todo en las fases iniciales, adaptaciones específicas y apoyos más intensivos (CEE); sin embargo, si se les proporciona un itinerario laboral adecuado a sus circunstancias, muchas de ellas pueden, con el tiempo, prosperar en entornos de trabajo convencionales, donde trabajan junto a colegas sin discapacidad, un hecho que promueve la normalización y la creación de una sociedad más diversa e inclusiva. Por este motivo, es importante establecer indicadores de tránsito hacia la empresa ordinaria, siempre que sea posible», explica Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco.
Esta opinión la suscriben casi tres cuartas partes de las familias encuestadas (72,5%) que, si tienen que elegir, prefieren que su hijo/a con discapacidad desarrolle su carrera profesional en una empresa ordinaria. Esta elevada cifra refleja un cambio de paradigma social: con el aumento de la concienciación sobre los derechos de la personas con discapacidad y la consolidación de un marco legal cada vez más eficiente, cada vez más familias ven el empleo en empresas ordinarias como una opción viable y deseable para sus hijos, donde pueden tener más oportunidades de crecimiento personal, acceso a una variedad más amplia de roles y carreras o la posibilidad de interactuar con un espectro más amplio de la sociedad.
Frente a ellos, un 27,5% se decanta por la opción de CEE, por considerar que estos espacios se ajustan más a las necesidades de las personas con discapacidad. «Los resultados de la encuesta reflejan un balance entre el deseo de inclusión total por la mayor parte de las familias, pero también la necesidad de un entorno adecuado a las necesidades de las personas con discapacidad. En este sentido, es muy importante seguir fomentando la inclusión en las empresas ordinarias, adaptando los procesos de selección tradicionales, formando a los equipos en diversidad e inclusión y, sobre todo, garantizando que la inclusión cuenta con el respaldo de la alta dirección de la compañía», destaca Mesonero.
Itinerarios formativos
En este camino, hay muchas piedras. Una de ellas es la inexistencia de itinerario formativo de las personas con discapacidad intelectual. «Este, o no está muy definido, o quizás está demasiado definido», señala Ana Múgica, responsable de Plan Familia en la Fundación Adecco, para quien, en la mayoría de los casos, «se presupone que se desarrollarán profesionalmente en un centro de día, en un centro ocupacional o en un Centro Especial de Empleo, en ocupaciones muy rutinarias».
La mayoría, explica Múgica, «suelen ceñirse a ese itinerario, sin contemplar la verdadera vocación e intereses de la persona con discapacidad. Existen entidades privadas que, fuera de los circuitos oficiales, están diseñando alternativas para que las personas con discapacidad se formen en áreas específicas, de mayor valor añadido. Aun así, cuesta mucho dar el paso a la empresa ordinaria, donde siguen existiendo reticencias y prejuicios a la hora de incorporar a personas con discapacidad intelectual».
En definitiva, concluye esta experta, «y a pesar de los continuos avances, las personas con discapacidad intelectual siguen abocadas, en su mayoría, a empleos de baja cualificación, incluso a la inactividad y a la dependencia, fuera del mercado laboral. En este sentido, es fundamental fortalecer la red de apoyos desde edades tempranas, con una mayor personalización e inclusión en las escuelas, incrementando la formación y especialización de los docentes y, en resumen, destinando más recursos a la atención de las personas con discapacidad intelectual y sus familias«.
Estos anhelos cambian cuando hablamos de grandes discapacidades. De ahí que en la encuesta se señale que un 7% prefiere que su hijo/a con discapacidad no participe en el mercado laboral, recibiendo un apoyo económico directo (prestación), puesto que esta opción le ofrece más seguridad, tanto financiera como emocional. La explicación a este pequeño porcentaje corresponde a padres con hijos/as que tienen grandes discapacidades y múltiples dificultades para desenvolverse en la vida diaria. En este sentido, explica Ana Múgica, «las experiencias de inclusión laboral de personas con grandes discapacidades tienen aún poco recorrido y esta realidad lleva a los padres a preferir que sus hijos/as no participen en el mercado laboral y permanezcan en el hogar familiar, donde se sienten seguros y aceptados. Por otra parte, y aunque es difícil determinar el porcentaje, es posible que exista cierto grado de sobreprotección en el ámbito familiar que pueda lastrar el desarrollo laboral y personal de algunas personas con discapacidad. De cualquier forma, es un barrera que tiende a la baja como consecuencia de un mayor desarrollo cultural en materia de inclusión social de la discapacidad».