‘Mueren dos octogenarios tras colisionar contra un camión en un semáforo en Madrid’, ‘La distracción de un conductor de 69 años, detrás del accidente mortal de dos octogenarias en Aznalcázar’ o ‘Dos rescatados de 95 y 65 años de un arroyo al que habían caído tras salirse de la carretera‘, son algunos de los titulares que, en ocasiones, aparecen en los medios de comunicación y que hacen saltar la alarma de manera frecuente sobre si las personas mayores deberían o no poder seguir conduciendo. «Es un debate social porque todos vamos a pasar por ello», ha reflexionado Jesús Monclús, director de Prevención y Seguridad Vial de Fundación MAPFRE, durante la presentación del estudio ‘El proceso de cese de la conducción en personas mayores‘. «Por nuestros mayores, los que ya no están y los que sí, hemos querido hacer este estudio para entender, desde un punto de vista humano y profesional, cómo es el proceso socioemocional de dejar de conducir».
Aparcar el coche para siempre puede ser un proceso traumático para muchos mayores, sobre todo cuando no existen alternativas de transporte público. El informe, que han llevado a cabo conjuntamente Fundación MAPFRE y el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (Barcelona), hace hincapié en que ni hay que restringir injustificadamente la movilidad, ni se puede conducir cuando exista un peligro para uno mismo o para los demás.
Subraya, además, la importancia de que exista una comunicación abierta entre los mayores, familiares y los especialistas médicos respecto al hecho de dejar de conducir, ya que, sigue resultando un tema tabú. Según los expertos, este paso es clave para poder analizar cada caso de forma individual y ayudar a estas personas a tomar la decisión adecuada.
El estudio aporta datos de entrevistas realizadas a un grupo de casi 50 personas que han experimentado un proceso de cese de la conducción, entre las cuales se encuentran, por un lado, los mayores que han acudido a una unidad de memoria, y por otro, familiares que han vivido esta experiencia con un allegado de edad avanzada.
¿Una decisión forzada o voluntaria?
Según esta muestra, dejan de conducir, de media, a los 75 años, después de un año pensándoselo. Así, el 45% de los exconductores mayores reconoce haber dejado de conducir de manera sugerida o forzada por las personas de su entorno debido a sus condiciones médicas (41%), problemas de memoria (36%), dificultades para conducir el vehículo (32%) y un diagnóstico de demencia (23%).
Sin embargo, las respuestas difieren cuando son los familiares los que responden: un 74% de ellos asegura que el mayor ha dejado la conducción de forma involuntaria, principalmente por problemas cognitivos (61%), deficiencias en la conducción y malas condiciones físicas (35%), así como debido a un diagnóstico de demencia (17%).
‘Ya no soy el mismo’, ‘mi familia ya no confía en mí’ y ‘ya no sirvo para nada’ son algunas de las creencias de este grupo de población que cuando dicen adiós a las llaves. Según la encuesta, en los casos de cese ‘forzoso’, el 41% lo vive de forma negativa, pues siente que pierde autonomía porque no cree que deba dejarlo (27%), porque siente que no tiene el control de la decisión (18%) y porque le produce vergüenza y sensación de inutilidad (14%).
Entre las consecuencias más frecuentes cuando se abandona la conducción, destaca el hecho de estas personas tienen menor nivel de independencia (44%) y suelen abandonar alguna de sus actividades habituales (45%). Cuatro de cada 10 también reconoce que mejora su funcionamiento cognitivo cuando dicen adiós a las llaves.
«Sólo por el hecho de ser mayores, no resultan más peligrosos», ha recordado Monclús. Los siniestros con mayores de 65 años al volante son entre un 24% y un 51% menos frecuentes que los que registran los más jóvenes (UNESPA) y que los mayores de 74 años presentan la tasa más alta de fallecidos viales de entre todos los grupos de edad (DGT), en parte debido a su mayor fragilidad física y al hecho de que, a menudo, estas personas conducen vehículos más antiguos que la media y se desplazan, con mayor frecuencia que otros conductores, por vías secundarias, menos seguras que autovías y autopistas.
«Cuando una persona mayor está sana -ha reseñado el director de Prevención y Seguridad Vial de Fundación MAPFRE- es un factor protector de tráfico frente a quienes son más jóvenes y conducen estresados, por ejemplo. Las personas de avanzada edad toman mejores decisiones aunque tarden un poco más pero conducen de forma más segura y precavida».
El problema es que la esperanza de vida va aumentando y la población de mayor edad es muy numerosa. Sin embargo, «hay muy pocos soportes», ha dicho Isabel Sala, neuropsicóloga de la Unidad de Memoria, del Servicio de Neurología del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona. «A nosotros, nos suelen preguntar por este asunto y, aunque es verdad que la edad es un factor de riesgo para el desarrollo del deterioro cognitivo, hay que saber a qué nos enfrentamos en cada caso».
Los neurólogos carecen de guías en las que puedan apoyarse para tomar decisiones y acompañar en la indicación de abandonar la conducción. La Sociedad Española de Neurología publicó en el 2019 un ‘Manual de neurología y conducción‘ en el que revisa cada condición neurológica y sugiere una serie de recomendaciones.
Urge, por tanto, mejorar el conocimiento sobre la relación entre deterioro cognitivo inicial y seguridad vial y alcanzar un consenso sobre los pasos a seguir. Además, ambos expertos han coincidido en la importancia de diseñar nuevos test de aptitudes para la conducción de los mayores, fomentar cursos de actualización de conocimientos y habilidades de conducción en todos los conductores y facilitarles herramientas para el autodiagnóstico preliminar de las capacidades de conducción.
Para evitar riesgos al volante, los expertos en seguridad vial de Fundación MAPFRE recomiendan a estas personas: pasar todos los reconocimientos psicofísicos necesarios para la renovación del permiso de conducir y hacer caso a las recomendaciones de los médicos; viajar acompañado siempre que sea posible, no usar el coche en hora punta, ni en condiciones meteorológicas adversas y horarios nocturnos; y ser consciente de los efectos de los medicamentos que se están tomando y sus posibles implicaciones en la conducción. También aconsejan aproximarse con cuidado a las intersecciones, acostumbrándose a mirar dos veces a ambos lados de la carretera antes de proseguir y extremar las precauciones a la hora de girar; así como utilizar el transporte público siempre que exista esta posibilidad.
¿Cuándo se deja de conducir?
En España, tal y como recuerda la DGT, no existe límite de edad para conducir aunque a partir de los 65 se aumenta la periodicidad con la que se debe renovar el permiso: coches, motos y motocicletas (AM, A1, A2, A, B) y licencias de conducción se renuevan cada 5 años y los permisos profesionales de autobuses y camiones (C, C1, D, D1, EC, EC1, ED, ED1…) cada tres.
La prevalencia de deterioro cognitivo moderado en la población española de más de 65 años es de 4-9 %, tal y como recoge el informe. Por ello, Sala ha explicado que se debe distinguir entre un deterioro cognitivo leve, moderado o grave. «Lo primero es consultar con el médico de cabecera, quien determinará si hay que derivar al especialista o no».
Sin embargo, según la neuropsicóloga, «casi el 30% de los pacientes con demencia siguen condiciendo y tienen, por tanto, más probabilidad de tener un accidente». De hecho, los problemas cognitivos son, según el estudio, la principal causa por la que los conductores, así como los familiares, se empezaron a plantear dejar las llaves.