A nadie le gusta volver a madrugar, los atascos o hacer deberes. Pero es inevitable. La vuelta al cole ya está aquí y acompañar el regreso a las aulas de manera respetuosa es vital para que la armonía y la estabilidad se instalen en el hogar. Atrás deben dejarse los tiempos en los que se minimizaban los temores de los más pequeños al empezar el colegio. «Todo cambio de hábitos y rutina conlleva una adaptación y un proceso. Es necesario respetarlo», recuerda Blanca Arias, psicóloga especializada en neurodesarrollo infantil. La experta hace un llamamiento a que los padres pongan consciencia y la apliquen ante el regreso a la rutina con los más pequeños. «Sin ella, nos podemos saltar muchas normas básicas que se fundamentan, precisamente, en el respeto al otro. En este caso, a los hijos».
La crianza respetuosa busca respetar y validar las emociones con empatía, el no juicio y la comunicación asertiva. Ponerla en práctica a la hora de volver al colegio supone una herramienta muy útil para que la familia sepa gestionar los cambios de horarios o las nuevas responsabilidades que, en ocasiones, generan caos, angustia o cierta ansiedad.
A pesar de que muchos progenitores están deseando que sus hijos empiecen ya el colegio, la experta recuerda que «los cambios requieren mucha energía y atención». Y advierte: «Que se esté deseando llegar a este día y haya una sensación de respiro para los adultos –comprensible y respetable–, no implica que no sea algo que haya que acompañar con mimo y consciencia».
Un brusco cambio
Volver progresivamente «a un horario y estructura sin prisas para que el niño entre en rutina y el cerebro se acostumbre de manera progresiva» es la primera medida que toda familia debe tomar de cara a la vuelta a la rutina. «Siempre que sea posible, los cambios, cuanto más graduales, mejor –prosigue–. Cuando tenemos cierto control sobre la situación no está de más permitir ese espacio a los más pequeños, ya que ellos no tienen la consciencia y, por tanto, la responsabilidad de regularse por sí mismos ante este tipo de alteraciones en la estructura horaria y rutinaria».
En esta tarea, es vital mantener un equilibrio emocional. «Los adultos son los responsables de ofrecerlo, además de permitir que en los pequeños surjan las emociones, acogiéndolas y respetándolas, sin reprimirlas, lo que fomentará que se adapten con mayor facilidad y tranquilidad al ritmo académico, tanto a nivel cognitivo como social».
Habrá menores que en septiembre empiecen la escuela infantil, el ‘cole de mayores’ o quizás cambien de centro… y los lloros y gritos se conviertan en una realidad que muchos no sepan gestionar. «Un sistema emocional en equilibrio favorece el desarrollo, la salud, las relaciones, el aprendizaje… Y, de nuevo, ahí es donde entra en juego ese respeto, esa comunicación asertiva y escucha activa», recuerda Arias.
Objetivo: conectar
«Los que inician la etapa escolar por primera vez –continua– necesitarán su proceso adaptativo y cada vez más las escuelas lo respetan, permitiendo una vuelta o inicio progresivos, de menos horas a más».
Los primeros días de colegio no van a impedir las lágrimas en los más pequeños, quienes ven cómo dejan su «zona de seguridad para adentrarse en algo desconocido, que les parece hostil o desagradable. Toca transmitir al pequeño calma, seguridad, hablarle desde esa convicción interna amorosa para facilitar el proceso, que nada tiene que ver con evitarlo o restarle importancia, y permitir que el tiempo y la experiencia jueguen su papel. Lo mismo sucede entre aquellos menores que cambien de colegio. Por eso conviene dar un espacio y acoger las posibles preocupaciones».
Anticiparse a la vuelta al cole también es otra de las opciones que pueden poner en práctica las familias. «Siempre que sea posible, es recomendable visitar con los niños las nuevas escuelas a las que van a acudir. Y, por supuesto, ahora que la tecnología nos ofrece una ventana mayor al mundo, cuando sea oportuno para ambas partes, se pueden acordar horarios de videollamadas con aquellos amigos con los que ya no se van a ver tan a menudo. En el caso de que los cambios se produzcan en el mismo entorno, hacer planes y mantener un equilibrio entre las relaciones antiguas y las nuevas que surjan también es positivo», ejemplifica.
Lo que no es conveniente es obviar sus preocupaciones porque para los adultos no son más que tonterías. «Minimizar algo que para ellos es tan relevante puede entorpecer su propio proceso de expresión y desarrollo en búsqueda de esa seguridad y confianza que necesitan para crecer», alerta esta psicóloga. «De ahí la importancia en la conexión con ellos en momentos como este (y siempre). Hay que darles mensajes de ánimo y de confianza. No hay un manual estipulado. A menudo es más apelar a la conexión, la empatía y la comprensión, hablar desde el respeto que produce no juzgar lo que está sintiendo y viviendo el menor. Pensamos que necesitan grandes frases o actos cuando, en realidad, todo lo que requieren es nuestra presencia, que parece todo un reto en este siglo. Y sobre todo, algo muy necesario: educarles en seguridad y autoestima para que en estas situaciones ganen las fortalezas».