El primer Mundial con 32 selecciones permitía sugerentes encuentros; diferentes estilos y costumbres en esto del fútbol que Australia y Nueva Zelanda están recibiendo con los brazos y los ojos abiertos. Es la fase de grupos la parte de un torneo en el que las fuerzas están más igualadas: las grandes potencias se van poniendo a tono, las de menor rango quieren aprovechar el momento en el mejor escenario del mundo.
De ahí que, a falta de dos partidos para terminar (hoy Corea del Sur-Alemania y Marruecos-Colombia), esta primera parte del torneo haya dejado resultados sorprendentes y reivindicaciones de equipos de clase media y baja. Ahí estuvo la anfitriona Nueva Zelanda, empate inaugural ante Noruega; el 0-0 de Portugal ante Estados Unidos, para que la campeona de todo tuviera que conformarse con la segunda plaza del grupo; el empate de Jamaica contra Francia en el primer encuentro, y la victoria sobre Brasil en el último con el que mandaba para casa a la ‘canarinha’ (2-1). El empate (2-2) de Sudáfrica ante Argentina, y el triunfo sobre Italia (3-2) para el pase a octavos en detrimento de italianas y argentinas.
«Puede ser que sí sea el Mundial más físico, está todo más equilibrado en esa faceta. Las jugadoras están más desarrolladas, hay mejores equipos técnicos y eso lleva a resultados más ajustados. Incluso con selecciones que piensas que son más favoritas, que se ven contrarrestadas por el físico y la velocidad de otras menores técnicamente. El futuro es así y lo tenemos que asumir. Es uno de los principios de nuestra esencia como España, ante igualdad física, el fútbol tiene que imponerse», explica Jorge Vilda.
El futuro es así, y también el presente. Y la realidad es que Brasil y Argentina, a priori mejores en el papel que selecciones como Jamaica y Sudáfrica, se han visto superadas por el empuje de potencias a priori de menor calidad. Las primeras completaron un pase fantástico con empate inaugural ante Francia y de clausura contra Brasil, que provocó la despedida de Marta de su sexta Copa del Mundo.
Con 37 años, la jugadora brasileña, icono de varias generaciones, seis veces mejor jugadora del mundo, referente para el mundo, no solo el del fútbol, se despedía entre lágrimas después de haber completado cinco mundiales, desde el de Estados Unidos en 2003, siendo la única futbolista, hombre o mujer, en marcar en todas las ediciones disputadas. También tiene el récord de goles marcados en torneos de este calibre, masculino y femenino, con 17.
«Cuando comencé no había un ídolo femenino, la prensa no mostraba fútbol femenino. ¿Cómo iba a entender que llegaría a la selección y me convertiría en lo que soy? Ahora salgo a la calle y la gente me para, los padres me dicen ¡mi hija te adora, quiere ser como tú’. Hemos abierto puertas para la igualdad», reflexionaba entre lágrimas en la previa. El partido definitivo no salió, atascadas ante una Jamaica que baila al son de Cedella Marley, hija del cantante, después de que esta luchara por llevar a esta selección del ostracismo y la casi desaparición a su segundo Mundial. Y ahí estaba Marta, abrazando a la capitana Khadija «Bunny» Shaw. «Le acabo de decir que ella no solamente fue una inspiración para mí, sino para muchas jóvenes en el Caribe y alrededor del mundo», confesó después la jamaicana: «Me dijo que había seguido nuestro recorrido, y que nos felicitaba porque cada vez que nos derribaban, nos pusimos de pie y seguimos peleando».
Éxito de Sudáfrica
Sudáfrica también bailó en el vestuario, clasificadas por primera vez a una fase eliminatoria de un Mundial tras empatar con Argentina (2-2) y ganar a Italia (3-2), 38 puestos más arriba en el ranking FIFA en el último partido. Un triunfo magnífico para el país y lleno de emoción para Thembi Khatlana, quien marcó, en el 92, el gol de la primera victoria para las Banyana Banyana en un Mundial. La delantera, que llegó a esta Copa del Mundo después de diez meses de lesión en el talón de Aquiles y ha vivido el peor mes personal de su vida.
«Elegí quedarme con el equipo, pero en estas tres semanas en Nueva Zelanda he perdido a tres miembros de mi familia. Mucha gente me criticó por ello, pero ya había llegado tras mucho tiempo de lesión y preferí permanecer con el grupo porque era estar aquí, jugar para el país y representar a todas las chicas sudafricanas que querrían estar aquí. Todas ellas se lo merecen. Juego para 63 millones de personas».
![Las jugadoras de Sudáfrica celebran su triunfo ante Italia](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2023/08/03/sudafrica-U37144133513Xbx-624x350@abc.jpg)
Las jugadoras de Sudáfrica celebran su triunfo ante Italia
Las Banyana Banyana se enfrentarán a Países Bajos en octavos, pero harán mucho más por sus familias. A algunas, el premio económico les cambiará la vida. «El fútbol femenino en Sudáfrica no es profesional, no nos pagan. Tengo un trabajo de tiempo completo, trabajo de 9 a 5 y me entreno de 7 a 9. Hacemos lo que podemos por amor al juego y, con suerte, algún día se profesionalizará», explicaba la portera Kaylin Swart. «El dinero significa que podré ayudar a mi familia. Podré hacer todo por mi madre, porque soy quien la cuida, soy el sostén de la familia. En mi país y en mi selección me llaman ‘conseguidor de pan’; creo que se me contagió. Los entrenadores me dijeron que necesitaban el pan, así que hice todo lo posible por proporcionárselo», señalaba Hildah Magaia.
Se entiende esta alegría y este impulso desde la nada con la historia de la seleccionadora, Desiree Ellis. La sudafricana derribó todas las barreras posibles en Ciudad del Cabo en los años 60. Desafió normas del apartheid jugando con mujeres de otros orígenes étnicos cuando, como persona negra, lo tenía completamente prohibido.
La selección nació en 1993, y llegó casi justa de tiempo a ella porque ya tenía 30 años, pero permaneció hasta los 38, todos ellos como capitana. Su amor por el fútbol la llevó incluso a perder su trabajo. «Volvía de un partido con la selección y el autobús se averió. No pude llegar a tiempo al trabajo en el mercado de carne y me despidieron. Dijeron que me había fugado. Estuve sin trabajo tres años». Pero se mantuvo a flote, y también su presencia en la selección, vendiendo ventanas de puerta a puerta, en una panadería, editando fotografías y transcribiendo cartas de aficionados para la revista kickOff. Su vida quedó impresa en un libro cuyo título es el nombre con el que la apodaron tras verla jugar al fútbol: ‘Magia’. Esa magia que ha llevado a las Banyana Banyana, a octavos de un Mundial. Y que sigan bailando.