Se ríe Jorge Vilda por fin, sonrisa más amplia que todos los días anteriores porque empieza a soltarse de toda la carga que ha llevado este año. Esto son hechos: está en la final de un Mundial. Y se le pasa por la cabeza, lo primero de todo, a sus seres queridos, su familia, que también ha sufrido con él este año, y todo ese «de dónde venimos». «Es algo muy merecido para el fútbol español, que ha estado trabajando en esto, federación, clubes. Estoy orgulloso de este equipo, de lo conseguido, muy felices. Solo hay que entrar ahora en el vestuario para alucinar cómo están todas. Mañana nos vamos a Sídney y queremos ganar».
«Tuvimos una primera parte controlada, y hemos tenido nuestras ocasiones y ellas solo al final. El inicio de la segunda parte ha sido más abierto, hasta que Olga ha hecho la obra de arte que nos ha dado el pase a la final. Pudimos hablar después del primer gol nuestro, que no se nos podía escapar, dónde teníamos que orientar el juego. Pero sobre todo que no dejáramos de creer, que teníamos que prepararnos también para una posible prórroga, pero no ha sido así, por suerte», analizó el seleccionador, que dio crédito a las suecas, que compitieron con muy buenas armas y respeto.
Se recrea Vilda en alabar a las 23 que ocupan el vestuario español, indica que la fortaleza mental de este equipo que se levanta y no deja de confiar ni aunque le empaten en el 88, está «en el ADN de las jugadoras», que solo las ayudan desde fuera, pero que «el mérito es de ellas».
Se emociona cuando recuerda a sus padres, su hermano, su mujer y sus hijos, a los que ha llamado en cuanto ha podido, y los que no están, y también se emociona por los mensajes que llegan de España: «Esto significa mucho por lo que nos movemos y buscamos, y por lo que trabajamos, por lo que nos motiva, ganar los partidos, jugar como jugamos para hacer feliz a la gente; es el culmen de lo que significa dedicarte a esta profesión».
Se ha trabajado mucho, repite, para llegar hasta aquí, y en estos 50 días de concentración. Ha habido ensayos de jugadas, de penaltis, de saques de esquina, como este que dio el pasaporte a la final: «Tenemos una batería de córners, algunos de ellos cortos para que rematada una jugadora en la posición de Olga Carmona, pero luego hay que hacerlo; y el golpeo es fruto de su talento y el de todo el equipo».
Decide, como ha hecho siempre, regalar los halagos a las 23, aunque jueguen once al principio y otras más durante el encuentro. «Tenemos tres porterazas, tres porteras de nivel. Es algo que también estaba esperando la selección española. Nos fijamos en detalles y el rendimiento de los entrenamientos de Cata Coll era extraordinario, el puesto se lo ha ganado por merecimiento, pero también el rendimiento de las otras dos es excelente». En Salma Paralluelo sí que se para un poco más: «El plan era controlar el partido, cansarlas por posesión y pases, con llegadas que se han producido. Sabíamos que tendrían sus momentos. Y guardar la calidad y el talento con jugadoras que pueden romper los partidos como Salma. No descubro la calidad de Salma, es muy joven y solo lleva una temporada exclusiva en el fútbol. No tiene techo ni hay que ponérselo, pero sí las condiciones para que llegue donde creemos que puede llegar».
No es supersticioso, pero repetirá el pie derecho al bajar del autobús y también al pisar el césped del siguiente estadio; también la ropa e incluso los calcetines. «No por superstición, sino por si acaso».
Y quiere enterrar el pasado porque tiene un futuro estupendo por delante: «Hay que valorar esto porque estará para toda la vida, el apoyo que tuve de la Federación, de Luis Rubiales, y también de mi familia, que ha sufrido también. Cómo hemos tirado todo el staff hacia delante en los momentos duros. Al final es aprendizaje, nos ha hecho más fuertes a todos y ahora hay que intentar dejarlo archivado para pensar en el futuro: que estamos aquí por merecimiento por el trabajo de muchísima gente. Hemos sido capaces de volcar toda la energía en lo que hace ganar los partidos». Y mañana a Sídney y el domingo, la final.