Rusia no baja la presión. Mientras en Vilnius (Lituania) la OTAN celebraba su cumbre, Moscú atacó el miércoles con aviones no tripulados Kiev por segundo día consecutivo. El empleo sistemático de drones bomba de fabricación iraní sobre la capital y otros puntos del país se sucede al margen de la agenda internacional sobre la guerra. Al mismo tiempo, los ataques dan argumentos al Gobierno ucranio, que insiste en la necesidad de acelerar su integración en la Alianza para poner coto a la agresión del presidente ruso, Vladímir Putin. Ucrania, representada en la capital de Lituania por el presidente Volodímir Zelenski, no se ha mostrado satisfecha con el anuncio de invitación sin fecha concreta y que deja claro que Kiev no estará bajo el paraguas de la OTAN mientras la guerra siga abierta. Pero ese descontento forma parte de una estrategia que, casi de manera continua, el mandatario ucranio expresa para elevar la presión sobre sus aliados, como cuando considera insuficiente el envío de armas.
“Putin se siente libre [para seguir atacando] y, a la vez, Ucrania sabe que no va a ser aceptada en la OTAN mientras haya una guerra abierta en nuestro territorio. Eso nadie lo discute. Nuestro objetivo en estos momentos es poner fin a esta guerra”, considera Alina Frolova, exviceministra de Defensa de Ucrania, consciente de que Kiev aprieta a sabiendas de que no habrá tropas de la Alianza en su territorio bajo la actual coyuntura bélica. Pero el camino elegido, deja claro, es apartarse de la sombra imperialista del presidente ruso y unirse a la UE y la OTAN.
“Ucrania no quiere quedarse como una zona gris entre Rusia y Occidente o la Unión Europea. Ucrania quiere ser parte de Occidente y está pagando un alto precio por ello”, subraya el politólogo Mikola Davidiuk. Frente a ese deseo, este analista entiende que el proceso de integración, ansiado desde la independencia de su país en 1991 con la disolución de la Unión Soviética, no está siendo tan favorable como con los países bálticos o Suecia. Para él, en la cumbre de la OTAN en 2008, celebrada en Bucarest, se perdió la oportunidad de invitar a Ucrania y a Georgia como miembros y, con el tiempo, ambos países han sido invadidos por Rusia. “Rusia percibe la debilidad y la aprovecha cada vez que puede”, opina Davidiuk.
Esa misma línea argumental manejó el martes Mijailo Podoliak, asesor de Zelenski, que insistió en que en 2008 en Bucarest ocurrieron “errores fatales”. Este miércoles criticó la falta de concreción de la Alianza, pese a que se contempla la integración de Ucrania en el futuro. “Hasta entonces, recordemos: nuestras vidas y nuestra seguridad están solo en nuestras manos. Estamos agradecidos a nuestros socios, pero les recordamos que el futuro y la seguridad de Europa también están en nuestras manos”, escribió en su cuenta de la red social Twitter.
El órdago de Zelenski mostrando su disgusto con la falta de concreción del futuro de Ucrania en la OTAN se enmarca dentro del “juego diplomático y político”, estima Alina Frolova. “Evidentemente, ha sido una estrategia desplegada en los últimos días para crear cierta presión política. En este sentido, el apoyo expresado por Turquía a Ucrania para acceder a la OTAN supone una ventana de oportunidad, porque Turquía es un país que tradicionalmente tenía otra opinión”, añade. Frolova, sin dejar de mostrarse optimista, afirma: “De verdad, lo que hemos obtenido es un buen resultado”.
Ucrania ha mandado un mensaje claro de que quiere pertenecer a Occidente y en los últimos años, en medio de dos revoluciones (2004 y 2014), ha llevado a cabo reformas, apunta Davidiuk. Aunque “la situación, evidentemente, no es la ideal, pues tenemos todavía que combatir la corrupción y otros problemas”. Insiste, en todo caso, en que Kiev no quiere aprovecharse de Occidente, sino también poner de su parte. Para este politólogo, algunos países de la OTAN tienen un punto de vista muy restrictivo y consideran todavía que el imperio soviético de Moscú sigue vigente.
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La ofensiva rusa, mientras, continúa, aunque en los ataques con drones del martes y el miércoles no hubiera víctimas mortales debido a la creciente efectividad de la defensa aérea ucrania. “No creo, desgraciadamente, que nadie esté sorprendido por estos ataques de Putin, que ocurren todos los días. Lo importante ahora mismo es que los políticos y analistas occidentales han empezado a comprender que esta es la forma natural de comportarse de Putin y los rusos y que no es posible interferir en sus argumentos. Y ese es un cambio importante”, afirma Frolova, que es, además, vicepresidenta del Centro de Estrategias de Defensa, un instituto de investigación de Kiev.
Ucrania no tiene que estar “disgustada”, señala Davidiuk, poniendo como nuevo horizonte la próxima cumbre de la OTAN, que se celebrará el año que viene en Washington. Cree que Kiev ha de prepararla de manera concienzuda porque es su “última oportunidad para entrar en la Alianza”. Y advierte de que, “si [Donald] Trump gana las elecciones en 2024, no hay plan B”. Unas buenas relaciones del líder republicano estadounidense con Putin serán un mal augurio para Ucrania, pronostica. “Si eso ocurre, nuestro futuro será muy negro”, sentencia.
Zelenski, un maestro de la puesta en escena, no descuidó la imagen de Ucrania en Vilnius. A finales de junio, como muestra un vídeo difundido por el propio presidente, se eligió una bandera nacional que lucía en uno de los tanques que combaten en el frente de Bajmut para que llegara a la cumbre de la OTAN como símbolo de la guerra. Un grupo de atletas hizo con ella cientos de kilómetros hasta entregarla a unos colegas lituanos el pasado 6 de julio en un paso fronterizo con Polonia, a unos 500 kilómetros de la capital de Lituania. El martes, Zelenski la ondeó en Vilnius antes de ser izada sobre un mástil. El mandatario ucranio sonreía pese a exigir a la Alianza más celeridad en la integración de su país.
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