La cumbre de la OTAN en Vilnius ha estado protagonizada por la guerra lanzada por Rusia contra Ucrania, pero ello no impide que el debate acerca de cómo encarar el auge de China esté muy presente en la mesa de los aliados. Por segundo año consecutivo, los líderes de cuatro importantes democracias de la región Asia-Pacífico —Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda— han sido invitados a la reunión de los aliados atlánticos. Su presencia es un símbolo de la voluntad de estrechar lazos entre naciones con valores democráticos. China ha reaccionado rechazando “el movimiento de la OTAN hacia el Este en la región Asia-Pacífico” y advirtiendo de que cada acción que amenace los derechos de Pekín desatará respuestas firmes.
La OTAN cultiva la relación con democracias del este, pero esto no significa que entre los miembros de la OTAN haya unidad de intenciones acerca de hasta qué punto desarrollar esta sintonía. Estados Unidos empuja para estrechar una gran red de países democráticos que haga frente a los desafíos de las potencias autoritarias y desea que la Alianza sea uno de los vehículos de este proyecto. En concreto, Washington promueve una actitud muy firme de cara a Pekín, esgrimiendo su recelo ante lo que considera actitudes chinas inquietantes. Los principales socios europeos comparten la inquietud, pero son partidarios de intentar evitar posiciones que alimenten una escalada de tensión.
Esta discrepancia, de corte geopolítico general, se refleja en el seno de la Alianza. Afloró en la negociación del nuevo concepto estratégico que se aprobó en la cumbre de Madrid del año pasado, y ha vuelto a emerger ahora con el plan para instalar una oficina administrativa de la OTAN en Japón. Tokio anhela estrechar lazos con los aliados atlánticos desde hace tiempo, y recientemente el proyecto pareció tomar cuerpo, con un claro impulso del secretario general, Jens Stoltenberg, pero finalmente ha quedado aparcado por la oposición explícita de Francia, y la implícita de Alemania y otros. París manifiesta abiertamente que sería un error ampliar la presencia de la OTAN en Asia-Pacífico.
La posición la ha expresado este miércoles el presidente de Francia, Emmanuel Macron, al asegurar que comparte que la Alianza tenga socios en otras regiones “pero esta permanece la Organización del Tratado del Atlántico Norte. La geografia es clara: el Indo-Pacífico no es el Atlántico Norte”. El mandatario subrayó que, a su juicio, la alianza ha tomado “la decisión correcta de no expandir las áreas de conflicto porque no es el momento adecuado y porque no es el motivo por el que estamos aquí”.
Stoltenberg, por su parte, insistió en que la idea de abrir una oficina en Tokio ha sido aparcada de momento, pero que sigue sobre la mesa. China criticó con firmeza el proyecto hace unos meses.
Lo que sí ha ofrecido la OTAN a Japón es un programa de cooperación que prevé fortalecer vínculos en materia de ciberseguridad, espacio e intercambio de información. “Ningún otro socio está más cerca de la OTAN que Japón”, dijo Stoltenberg, quien subrayó que “la seguridad no es regional, sino global”.
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El primer ministro japonés, Fumio Kishida, alerta desde hace tiempo de que “la crisis de Ucrania hoy puede ser el este asiático mañana”, sobre todo en referencia a los riesgos de un conflicto alrededor de Taiwán. Tokio respalda la retórica de Washington acerca de un frente de democracias y ha secundado varios de sus pasos para restringir exportaciones tecnológicas clave a Pekín.
El comunicado final de la cumbre de Vilnius reafirma un lenguaje crítico con China, en línea con la posición cuajada en la cumbre del año anterior, en Madrid, y el nuevo Concepto Estratégico de la Alianza que ahí se aprobó. El texto señala que Pekín “se esfuerza para subvertir el orden internacional basado en reglas”, denuncia la “opacidad” de su desarrollo militar, sus intenciones y estrategia, y advierte de que la OTAN está preparada para defender sus valores comunes. China ha reaccionado con enfado a esa posición y la agencia Xinhua ha utilizado el concepto de “expansión de los tentáculos” para referirse a la relación de la Alianza con las democracias del Pacífico.
Australia es otro país clave en la geometría frente al auge chino. El Gobierno australiano ha optado por la constitución de una alianza con EE UU y el Reino Unido —Aukus— a través de la cual se dotará de una flota de submarinos de propulsión nuclear y que planea cooperar también en el desarrollo de armas hipersónicas. Canberra contribuye al esfuerzo bélico de Kiev, y en Vilnius el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, agradeció una nueva entrega de 30 Bushmaster, vehículos de transporte acorazados.
Corea del Sur, como Japón, cuenta con una oficina de representación ante la sede central de la OTAN, en Bruselas, y observa con interés la perspectiva de un reforzamiento de los lazos, aunque ha sido hasta ahora más cauta que Tokio en términos de declaraciones públicas o de seguimiento de medidas restrictivas contra China. El Gobierno surcoreano ha sido reticente hasta ahora a proveer apoyo militar a Ucrania. El país afronta la presión de los aliados, que tienen interés en que Seúl contribuya de alguna manera al esfuerzo de abastecimiento militar a Ucrania, a la vista de su notable capacidad de producción de munición y armamento y del ingente material acumulado en sus arsenales por la tensión del conflicto irresuelto con el Norte.
Pyongyang disparó un cohete de largo alcance este miércoles, en la jornada de clausura de la cumbre de la OTAN, con la participación de los líderes de Corea del Sur y Japón. Según el Gobierno japonés, el misil voló unos 70 minutos y recorrió una distancia de unos 1.000 kilómetros.
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