Forza Italia era Silvio Berlusconi. Un artefacto político creado a imagen y semejanza de sus ambiciones personales y empresariales. Una formación artificial constituida en 1993 como si fuera una empresa privada que reclutó para la causa a publicistas, viejos amigos, empresarios y estrellas de la televisión. El invento era tan nuevo y tan personal que hubiera necesitado cambios a lo largo de esos 30 años. Pero Il Cavaliere siempre se resistió a nombrar a un sucesor. “Más que delfines, tengo sardinas”, solía bromear quien fuera primer ministro de Italia en tres ocasiones. Una vez muerto, sin embargo, el partido tiene pocas posibilidades de sobrevivir en el mar abierto de la política italiana. Los tiburones —dentro y fuera de la formación— están al acecho. Y más allá del nombramiento este sábado de Antonio Tajani como líder provisional, la familia tiene en sus manos el destino de la formación: la única moderada en el espectro de la derecha italiana.
El partido que fundó el magnate de Mediaset funciona a todos los efectos como una empresa. También en su cotización electoral. El día después de la muerte de Berlusconi, el 12 de junio, el partido dio un estirón en los sondeos: subió de golpe 2,5 puntos. La expectativa de la novedad, de los cambios que podía haber y de la posibilidad de que alguno de los hijos del magnate cogiera el timón del barco, disparó la euforia. Un mes después del fallecimiento del fundador, el partido ha perdido más de tres puntos y se sitúa en un marginal 6,1% de intención de voto, según el sondeo de YouTrend para La Repubblica de esta semana. El único plan ahora es frenar la hemorragia, llegar vivos hasta las elecciones europeas de junio de 2024—conservar al menos un 4% de votos— y estar en condiciones de negociar algo.
Forza Italia, que tiene en el Gobierno de Meloni seis ministros, celebró este sábado una especie de congreso en el que debía mostrarse la foto fija del momento que atraviesa. El líder provisional del partido es Antonio Tajani, ministro de Exteriores y vicepresidente del Partido Popular Europeo. Y para salir del paso, fue nombrado secretario nacional temporal —el partido ha eliminado el cargo de presidente para honrar la memoria de Berlusconi— hasta el próximo congreso, que se celebrará en la próxima primavera (antes de las elecciones europeas). La puesta en escena fue solemne, ante todo el consejo y con una votación de documento que le señalaba como el hombre indicado para poner a salvo a Forza Italia. Quizá fuera el primer ritual de partido real desde su fundación. Pero las aguas en la formación bajan muy movidas, y el camino no será fácil. Las distintas facciones enfrentadas, que libran una guerra sin cuartel en los últimos meses, tomarán posiciones ahora.
Deuda millonaria
Todo sigue pasando por la familia que, fundamentalmente, será la que deberá continuar financiando un partido quebrado económicamente (tiene 100 millones de deuda avalados por los Berlusconi, propietarios de facto de la formación). Tajani asegura que la familia, especialmente los primogénitos Pier Silvio y Marina, no tienen intención de soltar lastre. “La familia se informa y hablamos cada día con Marina y Pier Silvio”. Además, el nuevo líder asegura que también mantiene conversaciones con los hombres de máxima confianza de Il Cavaliere como su consultor áulico, Gianni Letta, o su amigo íntimo y presidente de Medisaset, Fedele Confalonieri. “Hay que esperar. La política italiana da muchas vueltas y en primavera habrán sucedido muchas cosas”, explica un diputado de peso de la formación.
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La situación, cree el politólogo y experto en demoscopia Roberto D’Alimonte, es muy difícil por la naturaleza singular del partido. “Forza Italia ese el único partido en el mundo que pertenece a una empresa. Hay muchas compañías que influyen en política, pero no que lo posean. De modo que es un activo empresarial. Y hoy tiene sobre el mercado un valor de alrededor del 7%. ¿Qué puede suceder sin el líder con el que el partido se identificaba totalmente? Si uno de los hijos no interviene directamente, si no hay otro Berlusconi competente al frente, el activo empresarial se devaluará y perderá cuota de mercado. Y Tajani, me temo, no es el líder que puede mantener esa cuota de mercado después de esa onda emotiva”, explica señalando a los hijos.
Marina, al frente de Mondadori, la división editorial del grupo, siempre fue vista como la preferida del patriarca. Tanto ella como Pier Silvio, ambos hijos de su primer matrimonio con Carla Elvira Lucia Dall’Oglio, se han quedado al frente del imperio empresarial, algo que, de algún modo, incluiría también el partido. Pier Silvio, un verso suelto de la familia, ha negado recientemente que quiera dar el salto a la política inmediatamente: “Soy más joven que mi padre cuando lo hizo”, subrayó. Pero muchos han visto en algunos de sus últimos movimientos —especialmente en la transformación de la parrilla de Mediaset en un espacio mucho más abierto, incorporando a presentadores del espectro de la izquierda que han sido depurados de la televisión pública— un gesto hacia ese espacio de centro que quedaría huérfano sin Forza Italia. “Marina preferiría dirigir Forza Italia desde el exterior, y no parece que vaya a entrar en acción directamente. Ya lo hizo en los últimos meses de vida del padre, apoyada desde dentro por la pareja de Berlusconi (la diputada Marta Fascina)”, insiste D’Alimonte.
Meloni ve la caída de Berlusconi como la oportunidad definitiva de construir un artefacto de derecha hegemónico a imagen y semejanza de lo que hizo el propio Il Cavaliere el domingo 18 de noviembre de 2007. Aquel día, el magnate se subió encima de un automóvil en Milán y proclamó el nacimiento de un nuevo partido que dio en llamar El pueblo de la Libertad: la fusión de todo el espectro de la derecha, incluyendo el ala más radical procedente de los rescoldos del fascismo, representada entonces por la Alianza Nacional de Gianfranco Fini. La operación sería parecida ahora, pero la absorción se realizaría, justamente, desde el lado radical. Forza Italia podría aportar votos, claro. Pero también influencia a través de los canales de los Berlusconi. Entonces se normalizó a la ultraderecha, pero ahora se radicalizaría a la parte moderada del engendro.
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