A la una de la tarde, tres robots pasean sobre cuatro ruedas por las calles de Alcobendas (Madrid). A una velocidad de cinco kilómetros por hora, van por las aceras como si fueran unos peatones más, cruzan los pasos de cebra y se detienen si hay alguien o algo delante. Tras recorrer los mil metros que separan el despacho de Goggo Network (la empresa responsable de su operación) y la cadena de pizzas Domino’s, los robots se estacionan uno al lado del otro, sin necesidad de control humano. Están listos para comenzar a entregar los pedidos de los clientes, aunque están limitados a ciertas zonas y condiciones. “Tienes que bajar al portal”, explica una empleada de Domino’s sobre los nuevos compañeros de trabajo que se incorporaron en mayo de este año. La trabajadora dice que no hacen muchas entregas al día, pero que muchos padres los solicitan porque a los niños les emociona verlos llegar.
En octubre de 2022, la empresa Goggo puso en marcha en el municipio madrileño los primeros robots autónomos para el reparto de pedidos comerciales, que también operan en Zaragoza. Los robots eléctricos pesan alrededor de 50 kilos, acaparan miradas de los vecinos y despiertan curiosidad. Pero tienen sus limitaciones. “Si pido una comida, quiero recibirla en la puerta de mi piso. ¿Cómo le digo que suba al quinto, puerta B?”, dice una mujer que los ve pasar casi todos los días. A ella, le resulta gracioso pero poco práctico.
Mientras a muchas personas les sorprende positivamente, esta innovación también recibe críticas. En las redes sociales, algunos usuarios de ambas ciudades aseguran que son un obstáculo más en el camino y opinan que, al igual que los patinetes eléctricos están prohibidos en las aceras, los robots también deberían tener restricciones. Otros les reprochan que podrían robar el trabajo de los repartidores. También hay quienes creen que la idea no durará debido al robo o al vandalismo.
Sin embargo, la empresa sigue expandiéndose y sus fundadores afirman que no ha habido incidencias. Desde principios de año, los robots de reparto han entregado alrededor de 1.100 pedidos en España, sumando los de Alcobendas y Zaragoza. Yasmine Fage, cofundadora y jefa de operaciones de Goggo, explica que esta tecnología está pensada para reducir la huella de carbono. También para las ciudades del futuro, donde haya carriles dedicados para estos vehículos. “Haciendo esto, se quitan coches de la calle. No es que añadamos algo, es que estamos quitando vehículos mucho más grandes”, dice mientras enseña a EL PAÍS el proceso de entrega de los pedidos. Por ahora, el proyecto difícilmente podría implementarse en grandes urbes y los motivos son variados: entre otros, las largas distancias, las irregularidades de las aceras, el flujo de gente, el tráfico o la presencia de terrazas.
La gran traba para que el proyecto gane escala, explica Fage, es la regulación que avanza a paso lento. “Tiene que ir de la mano de las administraciones para asegurar que haya espacio suficiente para que los robots y las personas cohabiten”, afirma. Y Alcobendas proporciona el escenario para probar la idea y servir de inspiración para otros municipios. Goggo ha recibido la luz verde del Ayuntamiento y, en la zona donde los autómatas trabajan, las aceras son amplias.
Los robots de Domino’s, por ejemplo, operan a un radio de 1,5 kilómetros de distancia del restaurante. Y en el caso de otros locales, a una distancia similar desde el centro de operación de Goggo. El objetivo del equipo fundador es expandir la zona de alcance, ampliar la base de clientes y encontrar el nicho que mejor funcione.
La primera alianza fue con la red de supermercados Dia, pero no resultó como imaginaban. Tal y como explica Fage, el espacio de almacenamiento del autómata es pequeño, no cabe más que un par de bolsas, por lo que buscan nuevos formatos, como podría ser la entrega a puntos de recolección o con vehículos mayores. A finales de mayo de este año, Goggo empezó una alianza con el fabricante Pascual para entrega de bebidas y alimentos al sector hostelero, donde los autómatas realizan entregas a tiendas o restaurantes. “Es la misma ruta cada mañana, lo que hace muy fácil la predicción para los robots”, detalla la cofundadora.
Fage explica que es una opción más también para los comerciantes locales, que en muchos casos no cuentan con un modelo de reparto. El servicio deberá costar lo mismo o “un poco menos” que tener a un rider. “El día de mañana, podemos imaginar que se va a compartir entre todos los pequeños negocios de esta calle el mismo robot, porque tal vez no tengan mucho volumen de pedidos para tener uno dedicado. Nosotros podemos tener un modelo de robot dedicado por un precio al mes o compartido, con un precio por entregas”, concluye.
Cómo funciona
Al hacer un pedido directamente a través de las apps o sitios web de los restaurantes homologados, los clientes que se encuentran hasta a 1,5 kilómetros del establecimiento pueden marcar una casilla por si quieren que el robot haga la entrega en lugar de un repartidor humano. Si esa es la elección, cuando el pedido está listo el personal del restaurante abre el compartimento del robot por medio de un código y deposita el pedido. Luego, el robot se dirige a la dirección de la entrega. El cliente lo rastrea a través de un enlace que llega por WhatsApp y usa un código para abrir el compartimento. Al cerrarlo, tras retirar el pedido, el robot regresa el centro de distribución (si está compartido por diferentes locales) o al restaurante, si es exclusivo de un único establecimiento, como es el caso de Domino’s.
Desde los restaurantes hasta los hogares u oficinas, el robot se desplaza de forma autónoma o teledirigida según la situación. Está equipado con cámaras y sensores internos y externos que le permiten reconocer el entorno en tiempo real y tener una visión de 360 grados para detectar peatones, animales, bicicletas y otros obstáculos. Si hay un cruce de peatones en su ruta o alguna incidencia, el robot envía una alerta a la central, donde un operador de Goggo toma el control, observa a ambos lados a través de las cámaras y realiza el cruce o lo mueve de manera segura. Si hay una emergencia, el técnico se desplaza físicamente para atenderlo. Dependiendo del modelo y tamaño, el robot tiene batería suficiente para trabajar durante cinco, ocho o 12 horas; y, antes de que se agote su batería, se dirige de regreso a la central de la empresa para recargar energía y luego continuar con sus tareas.
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